El Saladero

Reserva Privada Natural y Cultural - Buenos Aires
 

Flora

La región donde se encuentra la Reserva “El Saladero” corresponde bio-geográficamente, según la clasificación de Cabrera (1976), a la Provincia Pampeana y dentro de ésta al Distrito Pampeano Oriental, uno de los mejor estudiados según indica el nombrado autor y que podría considerarse una incursión de la Provincia del Espinal en la Pampeana.

En primer término se menciona una franja de terreno que acompaña el curso del arroyo Atalaya casi desde de la desembocadura en el río de la Plata hasta poco antes del lugar donde está el casco del ex saladero. En ella se desarrolla una selva ribereña o en galería en la se observan distintas especies típicas de esta formación. Es una selva empobrecida en especies comparándola con la Paranaense y o con la de las Yungas, que son las que pueden verse en territorio argentino. El estrato arbóreo que ronda entre los 12 a 15 m de altura es acompañado por un estrato arbustivo, luego herbáceo y muscinal, y también hay lianas y epifitas (Cabrera, 1978). Entre los árboles está presente el curupí, árbol de leche, pega pega, lecherón o blanquillo (Sapium haematospermun), que alcanza entre 8 a 10 m de altura, su  corteza es blanquecina a grisácea rugosa y el primer nombre común mencionado proviene de un leyenda guaraní en la que curupí significa protector de los bosques  y  los nombres vernáculos referidos a  la  leche hacen  referencia al látex que segrega esta especie.

Otro árbol de esta selva en galería es el ceibo (Erythrina crista-galli), que también se lo ve en otros ambientes y es uno de los más emblemáticos de nuestro país por ser designada su floración como “flor nacional”. Es común en este y otros ambientes la exótica acacia negra (Gleditsia triacanthos), muy invasora, principalmente en los ambientes húmedos, y que no resulta fácil de erradicar una vez que expandió su colonización en detrimento de varias especies nativas. El  también legendario ombú (Phytolacca dioica), integra  el electo de flora de porte arbóreo de esta selva, siendo precisamente originario de la selva paranaense, donde crece en forma mucho más “armónica” sin  expandirse hacia los costados como ocurre con los ejemplares sembrados en la región pampeana, donde no tiene a su lado otros árboles que pongan límite a su expansión lateral. El sauce criollo (Salix humbodtiana) se integra muchas veces a las selvas que tratamos y recibe múltiples nombres comunes como sauce colorado, waljaina (en Chubut), ivirá-pucú en guaraní, sauce amargo (en Chile) y wayau en lengua quichua (Santos Biloni, 1990).

Cabrera (1978), en su trabajo “Manual de la flora de los alrededores de Buenos Aires”, indica como algunas de las especies arbóreas más conspicuas de las selvas en galería de estas latitudes al laurel (Ocotea acutifolia), que puede alcanzar los 20 m y luce una corteza gris pardusca con grietas longitudinales; al chalchal, picazú- rembiú en guaraní, cocú o coloradillo (Allophyllus edulis) de escasa altura, conocido por ser sus frutos predilectos para el zorzal blanco (Turdus amaurochalinus); de ahí que ese passeriforme lleve el nombre de chalchalero (se lo distingue por su gran similitud con el muy común zorzal colorado, pero carece de la zona rojiza que este posee en el abdomen). Otra especie que menciona Cabrera (op. cit.) es  saúco común (Sambucus australis); el espina de bañado, tarumá o coronillo colorado (Citharexylum montevidensi) que posee flores blanco-amarillentas en racimos; el palo amarillo o guayaibí (Terminalia australis) con vistosas floración  dispuesta en capítulo y cuyas hojas en época otoñal tienen una tonalidad amarilla vistosa; el mataojo (Pouteria salicifolia) que su pesada madera se utiliza como combustible y el lecherón o ivirá-cambí (Sebastiania brasiliensis), cuyo congénere (Sebastiana klotschiana) que también llega al norte bonaerense posee la siguiente curiosidad: en los días de calor se escucha claramente un sonido similar a “chis-chis” que es producto de la deshicencia elástica de los frutos (Santos Biloni 1990).

Entre los arbustos se menciona la presencia del sen de campo, cañafístula o rama negra (Senna corymbosa), con un máximo de 5 m de altura y luce vistosas flores amarillas de unos 2 cm de largo que se desarrollan en racimos apicales breves. El murta (Myrceugenia glacenscens), que también fue listado por Chebez y Athor (2007), es un arbusto de fragantes flores blancas dispuestas de  a pares en las axilas de las hojas, siendo muy común en el Delta del Paraná y la rivera platense; la vara de oro, vara dorada o romerillo amarillo (Solidago chilensis) posee tallos de aproximadamente 1 m de alto; el torito (Acanthospemun hispidium), según Cabrera (op. cit) es una  especie rara cerca de Buenos Aires pero se la ve en los talares; el cina cina (Parkinsonia aculeata), cultivada para uso ornamental y común de ver a la vera de las vías férreas, está presente en esta selva marginal como en otros lugares húmedos, y otras especies de porte arbustivo que se observan son las exóticas higuera (Ficus carica)  y la mora blanca (Morus alba).

Entre las enredaderas cabe mencionar a las campanillas -hay varias especies que reciben este nombre común- Ipomea indica y la congénere Ipomea amnícola y el mburucuyá o pasionaria (Passiflora coerulea) otra  especie que lleva una gran “carga” folklórica por las leyendas que se refieren a ella y los múltiples usos medicinales que se le asignan.

Es común una especie con tallos rastreros, la oreja de ratón (Dichondra microcalyx), cultivada para césped en algunos lugares y entre las plantas epífitas se censaron el clavel del aire (Tillansia aeranthos) y  la barba de monte (Tillansia usneoides).

La nomina  de especies de esta fracción ribereña selvática podría ser mucho más extensa por la gran diversidad florística que presenta. En tres sectores de mayor altura del área prospectada, alejados de la costa rioplatense, se desarrollan núcleos con la formación boscosa que se conoce como “talares bonaerenses”. Estos constituyen la única forma de bosque nativo que presenta toda la  provincia de Buenos Aires y se desarrollan sobre terrenos de conchilla, producto de muy remotas ingresiones marinas. Su principal componente es el tala (Celtis tala) que, acompañado por pocas especies de árboles más, tiene su lugar de desarrollo en un amplio sector de la zona próxima a la costas barrancosas del Paraná en la parte más septentrional y, hacia el sur, sobre el río de la Plata hasta poco antes de la ciudad de Mar del Plata. Estos talares constituyen “penínsulas angostas y “archipiélagos” de islas diminutas de bosques en una matriz de pastizales (Haene, 2006). Cabrera (op. cit.) nos brinda una interesante descripción de los talares: “Esta especie ha sido muy perseguida  para la obtención de leña, pero como  sus tocones brotan fácilmente, el bosque se regenera espontáneamente, pero con individuos ramificados desde la base. Este es el aspecto de la mayoría de los talas de Buenos Aires, siendo raros los árboles con tronco único y derecho. Otros elementos arbóreos constantes son Acacia caven (espinillo), Scutia buxiflora (coronillo), Schinus longifolia (incienso), Jodina rhombifolia (sombra de toro) que parece ser parásita en sus primeros años, Phytolacca dioica (ombú), y Sambucus australis (sauco)”.

Entre los arbustos más comunes que suelen verse junto a los talas se encuentra el sen de campo o rama negra (Senna  corymbosa = Cassia corymbosa); el aromo (Acacia caven) que a veces sólo alcanza porte de arbusto; el barba de tigre (Colletia spinosissima), que como el nombre específico lo indica luce importantes espinas; el camará de talar o camará morado (Lantana megapotamica) con una amplia distribución en la Argentina y que presenta una floración con muchas flores pequeñas que muestran una coloración morada salpicada de blanco. También suele verse al guanache (Holmbergia tweedii), un arbusto que alcanza 1,20 m de altura y se lo ve en gran parte del norte argentino, y una especie que es endémica de los talares, el ombusillo (Phytolacca sp.) que se extiende desde La Plata hasta la Bahía de Samborombón únicamente.

En un extremo opuesto a la costa del río se aprecia un pequeño bosquecillo de coronillos, especie  conocida por dar alimento, a través de sus hojas, a la llamada mariposa argentina (Morpho epistrophus) de gran tamaño y de color azul-celeste y blanca.

Desde al talar más próximo al río hasta la costa del mismo se suceden: un sector de pradera inundable, bañados con pajonales, el antiguo albardón costero que marginaba las aguas del río de la Plata que llegaban hasta ese lugar donde hay vestigios de selva en galería. Continuando el recorrido hacia la costa encontramos un espacio con pastos altos, duros e imbricados con vegetación arbustiva (fachinal) y por último el albardón que actualmente bordea al río donde se observan distintas especies arbóreas con un predomino de sauces. Las especies de pajonal más comunes son el junco (Schoenoplectus californicus = Scirpus californicus) y la paja brava o cortadera (Scirpus giganteus)

La pradera ribereña se desarrolla generalmente sobre suelos arenosos y se compone principalmente de  gramilla blanca (Paspalum vaginatum), una de las tantas plantas denominadas junquillo (Heleocharis bonariensis) y el carrizo (Panicum permabucense), entre otras especies propias de estos ambientes. También hay totorales que se desarrollan donde hay aguas permanentes y están formados por varias especies que reciben el nombre de totora como la Typha latifolia   y  Typha dominmguensis, que figuran entre las más comunes y muchas veces acompañadas por el conspicuo espartillo (Spartina alternifolia).

Como vegetación acuática se puede mencionar al repollito de agua (Pistia stratiodes) y, con el mismo nombre común, (Salvinia minima), ambas flotantes, lo mismo que  Spirodela intermedia, el camalote (Pontederia rotundifolia), el canutillo (Panicum elephantipes), especie distribuida en América tropical y subtropical, desde el sur de México hasta el Río de la Plata (Lahitte  y  Hurrell,1997).

Investigación y Textos: Gabriel O. Rodriguez


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