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culturales
Hay distintos elementos que le otorgan al área un importante valor cultural. Retrotrayéndonos en el tiempo esbozamos un aspecto de su historia natural al comentar que esta zona estuvo cubierta por las aguas marítimas durante el período geológico conocido como Holoceno, que abarca los últimos 10.000 años. Al retirarse las aguas quedaron restos de numerosos crustáceos y otras formas animales que fueron el origen de la actual capa de conchilla que se asentó sobre una amplia franja de terreno contiguo a la costa rioplatense. Esta conchilla es aprovechada por las industrias para la elaboración de distintos elementos por lo que es extraída, muchas veces, sin ordenamiento ninguno. Acercándonos en el tiempo, damos lugar a los habitantes originarios de estas latitudes en el período posthispánico.
Los querandíes habitaban esta región del noreste bonaerense, extendiéndose por noroeste hasta el río Carcarañá, en el sur santafecino, y hacia el sur bonaerense llegaban hasta más allá del río Salado y por el oeste hasta el pie de las Sierra Grande de Córdoba (Canals Frau, 1986). Continua diciendo este mismo autor: “Las fuentes antiguas están concordes en decir que posteriormente estos indios fueron llamados Pampas”. El padre Tomás Falkner habla de la existencia de dos grandes grupos en zonas relativamente adyacentes a la ciudad Buenos Aires a cuyo conjunto los españoles llamaron “pampas”. No hay mucha información de la parcialidad querandí, su idioma es casi desconocido y desaparecieron aproximadamente hacia la segunda mitad del siglo XVII, en manos de encomenderos encargados de su cristianización y dedicados a su explotación (Ibarra Grasso, 1971). En este sentido es oportuno transcribir un texto de Serrano (2000), quien dice: “La definitiva desaparición de los querandíes puede fijarse a mediados de la segunda mitad del siglo XVII. Por entonces sólo figuraban unos diez individuos de tasa entre los encomenderos de la jurisdicción de Santa Fe y ninguno en la de Buenos Aires.
Muchos de los indígenas reducidos en Tubichaminí eran de los antiguos pobladores de las inmediaciones de Buenos Aires y los caguanés, vilachichís, y laguneros (unos ochenta indios de tasa en total), eran probablemente querandíes; pero lo cierto es que ya no se les conocía con tal designación”. Los mejores datos de este pueblo los aporta el alemán Ulrico Schmidl que luchó directamente con ellos.
Su economía estaba basada en el pescado, que sacaban y molían en morteros de piedra y con ello confeccionaban una harina. La caza del venado era también habitual, a los cuales corrían incasablemente hasta apoderarse de ellos, bebiendo entonces su sangre (Ibarra Grasso, op. cit.).
Esto se refiere a las zonas más alejadas de la costa donde llegaban sus territorios y el beber su sangre se interpreta que lo hacía para saciar la sed cuando estaban alejados de fuentes de agua. Se sabe que no fueron canoeros por lo que la pesca la realizaban con redes metiéndose en el río o desde la costa; sus armas eran el arco y la flecha, las boleadoras y especialmente la bola perdida. De sus viviendas se tiene poca información, suponiéndose que utilizaban toldos de cuero muy primitivos. De acuerdo a los hallazgos arqueológicos sabemos que conocían la alfarería que la aplicaban a la elaboración de ollas y platos y se encontraron raspadores de piedra, cuchillos, perforadores, puntas de flecha triangulares, morteros de piedra, entre algún otro utensilio, pero no difieren de restos hallados en La Pampa y Patagonia. De su organización social sólo sabemos que se encontraban divididos en numeroso grupos, cada uno mandado por el jefe local y con el territorio propio (Ibarra grasso, op cit.). Luego sucedió la araucanización y los pampas fueron confundiéndose con esta etnia.
En la Reserva Natural y Cultural El Saladero hay vestigios arqueológicos y sería muy interesante que los arqueólogos puedan encontrar mayores yacimientos.
Posteriormente a esta etapa podemos comentar que donde hoy está instalada la reserva prospectada funcionaba un importante saladero, de ahí su nombre, del cual quedaron varias construcciones de gran valor histórico y arquitectónico al conservarse viviendas íntegramente hechas en madera proveniente de Canadá. La calidad de esas construcciones queda corroborada por el sólo hecho que en la actualidad, después de 130 años, aún son posibles de habitar.
Una nota del Diario “Hoy” del 11 de mayo de 2009, haciendo referencia a la página de la Reserva (www.elsaladero.com.ar), describe sintéticamente la historia del saladero. La misma dice: “La denominación de El Saladero tiene su origen en 1875 cuando en el predio se estableció el saladero “Podestá Hnos”, uno de los más importantes del polo saladeril de Atalaya.
El Saladero Podestá era el único situado en el margen izquierdo del arroyo Atalaya y, gracias a que ese margen no tuvo desarrollo urbanístico y mantuvo su carácter rural, El Saladero conserva aún mucho de su trazado original y algunas construcciones y vestigios de su infraestructura.
Permanecen en pie la casa del encargado del saladero y un depósito anexo (ex casa de huéspedes), ambas construcciones de pino oregón y originarias de América del Norte. También dentro del predio pueden apreciarse, como claras huellas de su laborioso pasado saladeril, lomas de los antiguos corrales, sendas empedradas, algunos maderos del tablestacado y muelle del arroyo, zona de secadero, bases de la caldera, zanjados de desagote y sangrado, etc.
Siguiendo el sendero de la selva ribereña, y frente al Río de La Plata, persisten aún los imponentes pilotes de quebracho colorado del antiguo muelle de embarque, hoy sobre tierra debido a la sedimentación aluvional”.
Es importante destacar que, con anterioridad a la existencia del saladero Podestá, los terrenos de la margen izquierda del arroyo Atalaya fueron escenario y testigos de diversos acontecimientos históricos:
- A fines del siglo XVII, del asentamiento de la guardia de Blandengues (quienes erigieron una atalaya para avistaje fluvial y terrestre que dio nombre a la zona y posteriormente al poblado que allí se asentó)
- En 1826, del desembarco de las tropas imperiales brasileñas, de los combates entablados y de su posterior retirada y
- En 1832, del hostigamiento francés al puerto de Atalaya, del masivo desembarco y de la encarnizada defensa de criollos y blandengues, inferiores en número y recursos.
Investigación
y Textos:
Gabriel
O. Rodriguez
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