Relieve
El relieve santacruceño presenta tres caracteres bien diferenciados y con rasgos peculiares cada uno de ellos. Al oeste está la cordillera de los Andes, en el centro las mesetas y en tercer lugar los valles trasversales que seccionan de este a oeste a las dos unidades morfológicas precitadas, que se desarrollan con sentido norte-sur.
Las elevaciones cordilleranas no sobrepasan – salvo algunos picos- los 3000 metros y presentan relieves muy plegados, a veces dislocados durante la orogenia andina, que conforman un encadenamiento muy laxo de macizos y cordones compuestos por sedimentos marinos y continentales del Mesozoico, con intrusiones de rocas graníticas (Iglesias de Cuello, 1982).
En el Terciario tuvieron lugar los últimos movimientos orográficos con erupciones volcánicas que provocaron el levantamiento de elevados cerros como el Fitz Roy de 3375 m.s.n.m., el monte San Lorenzo, máxima altura de la Provincia, con sus 3706 m.s.n.m. y el cerro Bertrand, que también se constituye en una de las elevaciones mayores con 3200 metros. Este sector está ocupado por una gran superficie de hielo continental con muchas salientes glaciarias que se extienden hacia el oriente. Estas lenguas de glaciares labraron los valles perpendiculares al eje de la cordillera, trabajando fallas y fracturas. Otro rasgo muy significativo del relieve , es la existencia de lagos de gran extensión originados por la acción combinada de la tectónica original de hundimiento y los procesos de cavamiento y deposición terminal de los glaciares en retroceso (Iglesias de Cuello, 1982).
En estos grandes espejos de agua que dividen transversalmente la cordillera, nacen muchos cursos de agua que luego de recorrer la dilata meseta patagónica, van a verter sus aguas al Atlántico. Las mesetas son la formación típica de la Patagonia, que en Santa Cruz convergen en la costa marina formando altos acantilados y hacia la cordillera, gradualmente, van ganando altura, formando las conspicuas terrazas, hasta alcanzar, ya próximas a la gran cordillera, los 900 o 1000 metros de altura. En este sector la meseta está formada por terrenos volcánicos y sedimentarios cubiertos por un manto de basalto de gran resistencia a la erosión y que se distingue por la ausencia de ríos en su superficie. Es en el borde de la terraza, es decir donde se interrumpe la línea de la pendiente, donde se constituyen zonas de captación de aguas subterráneas infiltradas en el basalto que provienen de las escasas lluvias o de las precipitaciones níveas. Las formas tabulares periféricas, pese a tener menos altura, presentan mayores contrastes en el relieve a causa de los grandes valles que las disectan, hacia los que desciendan terrazas escalonadas de génesis cuartaria, producidas por las variaciones de caudal y nivel de los ríos (Iglesias de Cuello, 1982).
Hay otros caracteres que presentan las mesetas como la existencia de sedimentos marinos y continentales menos resistentes a la erosión, que permitieron la formación de grande valles y cañadones y, por otro lado, encontramos depresiones de distinto origen ocupadas por lagos, generalmente de forma circular por su origen tectónico. Hay también hundimientos que no poseen desagüe en los que la acción erosiva combinada del agua y el viento se encuentra facilitada; por un lado las lluvias denudan la superficie del terreno excavando gran cantidad de surcos que convergen en forma radial hacia ellas y , por otra parte, facilitan la acción erosiva de los vientos sobre los bordes.
Al sur del río Gallegos se observan colinas y lagunas, originadas por la acción del hielo, orientadas de oeste a este. En el noreste de la costa marina se ubica la cuenca sedimentaría del Golfo San Jorge que ha sido muy dividida por cursos de agua intermitentes que desaguan en el mar y sus aguas son utilizadas para uso humano. Esta cuenca sedimentaria reviste gran importancia económica por poseer yacimientos petrolíferos en explotación. Los cambios del nivel del mar en el Cuaternario formaron rías que se mantienen por el flujo y el reflujo de las mareas e irrumpen en las bahías y golfos con acantilados en diversos lugares de las costas santacruceñas. Una última formación destacable del relieve son los valles fluviales que atraviesan las zonas mesetaria y cordillerana y al desplegarse en sentido transversal a estas, obran como elemento de conexión entre los distintos sectores. Estos valles fluviales poseen un ancho que no guarda proporción con el caudal de agua que trasportan, al menos en la parte más distante de la cordillera, dado que cerca de ésta si reciben un caudal más importante producto del deshielo.
Las costas
En el extremo norte de las costas de Santa Cruz nos encontramos con el Golfo San Jorge, que comienza en el sur de Chubut y es la mayor inflexión de toda la costa Argentina. Cuenta con 231 kilómetros de extensión desde el extremo norte, Isla Leones, hasta el Cabo Tres Puntas, que es su límite sur. En términos generales puede señalarse que en este sector se presenta un litoral de acantilado alto, con restingas y en el extremo sur del gran Golfo, se presentan afloramientos pórfidos, muy resistentes a la acción erosiva del mar. A partir del mencionado cabo Tres Puntas la costa pierde altura hasta llegar al cabo Blanco, manteniéndose las mismas características (Cura, 1958).
Al aproximarnos a la desembocadura del río Deseado –donde se presentan arrecifes en ambas márgenes- se muestran playas abiertas y la costa comienza a elevarse, para luego volver a perder altura un poco más al sur y volver a elevarse formando acantilados. Se presentan varias bahías consecutivas como la B. de los Nodales, la B. de los Desvelos y la B. Laura, a partir de la cual, y hasta la Bahía San Julián, transcurren espacios con playas y con abundantes arrecifes y restingas.
En las proximidades de San Julián se perciben playas antiguas que han quedado fuera del alcance del mar. Continuando hacia el sur uno de los accidentes costeros más significativo es la desembocadura de río Santa Cruz, donde la barranca de la margen derecha es más alta, posee unos 120 a 150 metros, y el ascenso culmina en el Monte León de 220 metros. A partir de esta desembocadura la costa forma un gran arco que finaliza en Río Gallegos y que recibe el nombre de Bahía Grande, en medio de la cual, aproximadamente, desagua el río Coig o Coyle, formando una caleta que lleva el nombre del curso de agua. Se trata de una ría angosta, poco profunda y está cobijada por una serie de bancos que la circundan (Cura, 1958). En la parte inferior de la Bahía Grande, el litoral presenta cantiles que se prolongan hacia el interior formando altiplanicies llamadas “pampas altas”. En Río Gallegos las mareas alcanzan su máximo registro, cerca de 10 metros, de toda la costa patagónica.
Investigación
y Textos:
Gabriel O. Rodriguez
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