Monte Loayza

Area Privada - Santa Cruz
 

Recursos culturales

En este ítem se reproduce el texto que aparece en otras áreas de la Provincia,  en las que coincide lo concerniente a los habitantes originarios de estas latitudes.

Hace unos 30.000 años no había seres humanos en la Patagonia meridional; ésta era un vasto territorio de variado aspecto, con extensas tundras, parcialmente cubierto de hielo y el clima era mucho más frío que el actual (Borrero, 2001). Uno de los estudios más importantes para la Patagonia austral fue el realizado por el norteamericano Junius Bird, que recorrió pormenorizadamente la Tierra del Fuego, sus canales y el extremo sur patagónico que representa el actual territorio de la Provincia de Santa Cruz.

Las investigaciones más importantes que realizó Bird fueron en la cueva Fell y en el abrigo de Palli Aike, donde encontró restos correspondientes a un grupo humano que fue contemporáneo con la última etapa de la fauna cuaternaria, que en este hallazgo estaba compuesta por huesos de un animal similar al caballo, de guanaco y de una especie de perezoso de gran tamaño. Entre los restos arqueológicos había puntas de flecha de forma de corazón con una base con forma de cola de pescado (Rex González y Pérez, 1993). Y cómo puede deducirse, la economía de estas gentes estaba basada, al menos en buena parte, en la caza. Tendrían una vida nómada y sus vestidos eran confeccionados con pieles de los animales que cazaban, teniendo en cuenta  el fechado radiocarbónico de los restos estamos en presencia de un yacimiento con  una antigüedad cercaba a los 9.000 años a.C. (Rex González y Pèrez, 1993). No obstante hay otros autores que señalan en unos 12.00 años a.C , el tiempo en que la mayor parte del territorio argentino estaba ya ocupado por la expansión humana proveniente del Estrecho de Bering desde el Asia (Martínez Sarasola, 2005) . 

En los yacimientos de Palli Aike un manto de cenizas volcánicas separa una capa de restos de la otra, lo que hace suponer que una gran erupción volcánica tuvo lugar en la zona hacia ese período. Hay hallazgos de una etapa intermedia con pocos indicios para hablar de ella. Luego del transcurso de un período de tiempo, según una tercera capa de elementos arqueológicos, hubo una cultura similar a la más antigua, dado que se encontraron puntas de flechas, raspadores y piedras de boleadoras. Cuando la cultura anterior  hubo desaparecido, entró en escena otra más nueva que es la que perdura hasta el período de la conquista española y comprende a los tehuelches históricos (Rex González y Pérez, 1993).

La zona comprendida entre los ríos Deseado  y Santa Cruz constituye para la  arqueología un lugar de irradiación cultural por la cantidad y calidad de instrumentos y armas de piedra que se hallaron así como también por la riqueza de sus pinturas.  El arte rupestre encontrado está representado principalmente por pinturas  que muestran pequeños guanacos atados con una cuerda y también guanacos en movimiento; lo que revelan la importancia de este animal como pieza de caza, recurso alimenticio y proveedor de cueros ( Rovina, 1999).

Las pinturas halladas poseen colores diversos, como el rojo, negro, blanco y amarillo y, en menor cantidad,  verde y azul.  Uno de los ejemplos más atractivos del arte rupestre patagónico son los “negativos de manos” de las cuevas del Río Pinturas. Este circula por el noroeste santacruceño y se desliza por un cañadón de 170 metros de profundidad. En 1972 un grupo de arqueólogos exploró la caverna y halló un trozo de carbón vegetal que sometido al análisis del carbono 14 fijó la antigüedad en 7.350 años a.C. Estos frescos representan impresiones de manos en negativo y en positivo, en colores rojos, ocres, amarillos, verdes, blancos y negros, así como variados dibujos.

Otros sitios relevados con representaciones rupestres se ubican en el sector del Lago Belgrano, en un extenso alero de unos 250 m de largo, que se encuentra en un cerro de baja altura, muy próximo a las casas de los guardaparques del Parque Nacional Perito Moreno. Allí se hallaron yacimientos arqueológicos con importantes pinturas fechadas radiocarbónicamente  entre los 890 años AP y hasta los 7000 años AP (Torres, 2004).

Pueblos Indígenas encontrados por los conquistadores españoles.

Los pueblos indígenas que habitaron el actual territorio de la Provincia de Santa Cruz a la llegada de los españoles fueron los “patagones o chónecas”. Su  área de dispersión comprendía toda la Patagonia al sur de los “Guénaken” - los que se extendían hasta, aproximadamente, la mitad de la provincia del Chubut -  hasta el estrecho de Magallanes, cuyas costas compartían con los “onas”, sus hermanos de raza, idioma y hasta cierto punto cultura (Serrano, 2000).

Antonio de Pigafetta, navegante de la expedición de Magallanes (1520), fue el primero en publicar un relato sobre lo sucedido en esa expedición  y califica a estos indios con el nombre de Gigantes por su alta estatura y además dice que el propio Magallanes los llamó “Patagones”  debido a los pies enormes que estos  gigantes le parecieron tener. De esto resultaría que es el término “Patagón” el que habría dado  nombre a la Patagonia. En la actualidad el nombre se aplica a todos los indígenas de la  Patagonia

Con el mejor conocimiento etnológico que se va logrando de la Patagonia la denominación de patagones y la de chónecas que era como ellos mismos se llamaban, quedaron en desuso.
En su lugar se emplean más bien los nombres particulares correspondientes a cada una de las agrupaciones étnicas en que se dividían estos indios. El principal y más conocidos de los pueblos, aquel que en  tiempos históricos ocupaban la mayor área de la Patagonia desde el río Chubut hasta el estrecho de Magallanes, es el de los llamados “tehuelches”. Es este el grupo de Patagones que viera y describiera Pigafetta.

La vivienda de estos aborígenes consistía en un gran toldo formado  de cueros de guanaco cosidos entre sí y colocados sobre una serie de palos verticales dispuestos de mayor a menor llamados en su idioma “kau” (Serrano, 2000).

Su  vestido consistía en un típico manto cuadrangular de pieles de guanaco y de otros animales. Las mujeres llevaban además un pequeño delantal también de cuero. Los mantos se usaban con el pelo hacia adentro, la parte externa la decoraban con motivos geométricos de colores rojo, amarillo y verde. Calzaban una especie de mocasín de cuero  y  en la cabeza se ponían una vincha (Serrano, 2000). Según Pigafetta la vincha era de algodón y de ella colgaban las flechas cuando salían de caza. Las mujeres se tatuaban el pecho y los brazos con rayas cruzadas o paralelas  y en forma de círculos pintadas de color azul. Además tanto hombres  como mujeres pintaban su cuerpo de distintos colores según las circunstancias  de regocijo, duelo o guerra (Ravina, 1999).

Según algunos autores el idioma de estos indios poseía tres dialectos pero esta   opinión no ha sido suficientemente demostrada. Según A. Serrano, por ejemplo,  todos los “tehuelches” hablaban la misma lengua.

Eran esencialmente nómades, se dedicaban  a la caza, cuyas presas principales eran el guanaco, el ñandú, la mara y el zorro  y  a la recolección de frutos y raíces silvestres. Cada tribu tenía su territorio para cazar, cuya violación por otras tribus era causa de guerras entre ellas.

En su desplazamiento trazaron una red de sendas , caminos o veredas, simples huellas dejadas por el tránsito continuos con dos direcciones definidas, unas con sentido longitudinal utilizada sobre todo para  comunicarse entre las distintas tribus y otras en sentido latitudinal paralelas a los ríos que comunicaban los valles cordilleranos con las costas (Chiozza  y  Figueira, 1982). Muchos de estos caminos fueron respetados por las actuales rutas.
En invierno vivían cerca de la costa por ser más templado y en verano hacia la cordillera libre de nieve.

Sus creencias religiosas se basaban en adorar a un ser supremo y   enterraban  a sus muertos en cuevas o en las colinas y cubrían sus cuerpos con piedras   ( Ravina, 1999).

Investigación y Textos: Gabriel O. Rodriguez


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