Los Glaciares

Parque Nacional - Santa Cruz
 

Flora

La vegetación del parque pertenece a tres formaciones diferentes: el bosque subantártico, que ocupa una franja de norte a sur en el sector occidental a lo largo de todo el parque, la formación altoandina en los sectores de mayor altitud, y la zona de transición con la estepa (ecotono bosque– estepa) en la franja oriental (3, 2).

En el bosque predominan tres árboles típicos, los tres del mismo género (Nothofagus): el coihue magallánico o guindo (Nothofagus betuloides), la lenga (Nothofagus pumilio) y el ñire (Nothofagus antarctica). El guindo alcanza una gran altura (llega a medir más de 35 m) y es perennifolio (no pierde sus hojas durante el otoño) por lo cual mantiene su verdor continuamente. Reemplaza al coihue (Nothofagus dombeyi) en el bosque subantártico, aproximadamente a partir de los 48† de latitud S hacia el sur. Ocupa los sectores más occidentales del lago Argentino, donde el bosque se dispone como anchos cinturones verdes. Suele estar acompañado por dos especies leñosas, el canelo (Drimys winteri) y el saúco (Pseudopanax laetevirens) hasta una altitud de 500 m aproximadamente. Su tolerancia a las variaciones térmicas es baja, por lo que se lo encuentra únicamente hasta los 850 a 900 m, donde adquiere forma achaparrada.

La lenga, en cambio, tolera mayores amplitudes térmicas, y es el árbol de distribución más amplia de los tres. Su menor sensibilidad al frío le permite crecer cerca del hielo y extender sus retoños hasta los sectores de mayor altitud del bosque, donde también adopta forma de arbusto. Como esta especie es caducifolia, (pierde las hojas durante el invierno), le da al bosque diferentes colores, según las estaciones del año. El ñire es el árbol más frecuente en los fondos de los valles del parque. Su distribución es más restringida que la de la lenga, pero ocupa el lugar de la misma en los sitios donde el drenaje es pobre. Al parecer, la lenga no tolera esas condiciones ambientales (3).

En los lugares con drenaje restringido, como por ejemplo cerca del lago Roca, es posible encontrar aún al ciprés de las guaitecas (Pilgerodendron uviferum). En estos sectores se forman lo que se denomina turberas, que son ecosistemas de gran importancia para la conservación de la biodiversidad (3). Cerca del lago Roca se logró la recuperación de renovales de este ciprés en sitios de difícil acceso. La especie había sido diezmada por la degradación de los ambientes, pero principalmente por el consumo de renovales por parte del ganado introducido en el parque.

En el estrato arbustivo del bosque se distingue una especie de bellísimas flores rojas, el notro (Embothrium coccineum) y una de pequeñas flores amarillas solitarias y un fruto violeta, llamado calafate o cheu–cheu (Berberis buxifolia). Triturando su dulce baya y dejándola macerar, los tehuelches la utilizaban para preparar una bebida, pero, a diferencia de los mapuches, no dejaban que el preparado fermentara (entre estos nativos no era frecuente el uso de la fermentación para la preparación de sus bebidas) (4). En este mismo estrato, pero asociada a los sectores más húmedos del bosque, puede encontrarse otra especie de frutos llamativos: el saúco del diablo (Pseudopanax laetevirens) (2).

La variada vegetación de los bosques incluye no sólo estas leñosas sino también gran cantidad de líquenes, como el usnea o barba de viejo (Usnea spp.), que recubre gran parte de los troncos de los árboles, musgos, y una amplia variedad de hongos. Entre las herbáceas presentes se distinguen orquídeas (Gavilea lutea) y el topa-topa (Calceolaria sp.) cuya belleza decora el bosque salpicándolo con el color de sus flores. Una de las enredaderas que se destacan en este parque es la llamada arvejilla (Vicia nigricans), que reviste de azul las inmediaciones de los glaciares (2, 3).

Por otro lado, en el lago Viedma los bosques se presentan como manchones en una matriz de estepa. Hacia el este, las condiciones climáticas son muy diferentes a las que encontramos en el bosque, por lo que la vegetación está adaptada a la escasez de humedad. Estas adaptaciones incluyen capas más gruesas que cubren la superficie de las plantas para una mayor protección contra la pérdida de humedad, hojas mucho más delegadas y espinosas y órganos de reserva de agua y nutrientes. La forma de estas plantas varía desde arbustos altos hasta matas, que se tornan cada vez más achatadas y redondeadas en las zonas donde los vientos y el déficit de humedad son mayores, para finalmente formar verdaderos cojines, duros y espinosos, en los suelos de la estepa (estepa xerófila).

Al acercarnos hacia la estepa desde el bosque, las plantas con estas características se tornan abundantes; esa zona constituye el ecotono bosque–estepa. Entonces vemos aparecer con mayor frecuencia plantas como los coirones (Stipa spp.), que son gramíneas de diferente palatabilidad, típicas de la estepa patagónica, y el neneo (Mulinum spinosum), un arbusto espinoso adaptado a la sequía (xerófilo) de forma circular o semilunar (3).

Las condiciones de aridez no se limitan a los sectores orientales. En las altas cumbres, el agua se halla la mayor parte del año en estado sólido, por lo cual no es aprovechable por las plantas. Además, en estos sectores las condiciones incluyen fuertes vientos que provocan una alta tasa de evaporación, lo cual implica un desafío para los vegetales que allí crecen. Por estas razones, el bosque llega hasta un límite de altitud de 1000 a 1100 m, por encima del cual aparece el semidesierto de altura con la flora altoandina asociada. La vegetación altoandina está representada casi exclusivamente por gramíneas adaptadas a estas condiciones extremas, y dicotiledóneas con adaptaciones parecidas a las que se observan en la estepa, formando arbustos en cojín. Los géneros más comunes en este sector son Azorella y Bolax.

 

Investigación y Textos: Ana Laura Monserrat
Supervisión Técnica: Juan Carlos Chebez


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