Fauna
La fauna
más
avistada
en la
región
corresponde,
como es
común
en la
naturaleza,
a las
aves.
En los
sectores
de mayor
aridez
es fácil
distinguir
los mallines
(también
llamados
vegas
en el
norte
del país),
zonas
de acumulación
de agua
que suelen
formarse
en los
fondos
de los
valles
y en las
cercanías
de los
manantiales
naturales.
En los
mallines
germinan
con facilidad
diversas
semillas,
los colores
de las
plantas
son más
vivos
por la
alta productividad
local
y es donde
se reúne
la fauna
en busca
de refugio
y alimento.
Para las
aves constituyen
verdaderos
oasis,
ya que
gran variedad
y abundancia
de especies
se acercan
a ellos
para beber
y alimentarse.
En
estos
ambientes
pueden
verse
cauquenes
comunes
(Chloephaga
picta)
caminando
tranquilamente,
indiferentes
al vuelo
rasante
de las
bandurrias
bayas
(Theristicus
melanopis)
que anuncian
su presencia
con un
trompeteo
característico.
Pero tal
vez la
mayor
abundancia
de aves
se observe
en las
lagunitas
situadas
cerca
de Punta
Bandera,
que son
visitadas
por el
inconfundible
cisne
cuello
negro
(Cygnus
melancoryphus)
y gran
variedad
de patos,
algunas
de cuyas
especies
son difíciles
de avistar.
El pato
zambullidor
grande
(Oxyura
ferruginea)
puede
observarse
levantando
las plumas
de la
cola mientras
nada en
los lagos
del parque,
y si se
es cuidadoso,
resulta
posible
aproximarse
a él.
Otros
patos
de indudable
belleza
y comportamientos
llamativos
viven
en los
ríos,
como el
pato de
los torrentes
(Merganetta
armata),
que nada
y se sumerge
sin dificultad
aparente
incluso
en los
rápidos,
donde
se alimenta
de larvas
de insectos
acuáticos
que captura
con su
pico blando
tomándolos
de entre
las rocas
del lecho
del río.
Además,
a orillas
de los
lagos
y lagunas
está
presente
y nidifica
el ostrero
austral
u overo
(Haematopus
leucopodus),
comúnmente
asociado
a ambientes
marinos
(14).
La
avifauna
del parque
es muy
rica en
especies
(hasta
hoy se
contabilizaron
alrededor
de 100)
no sólo
gracias
a sus
cuerpos
de agua,
sino debido
a la variedad
de ambientes
que ofrece
(3). Desde
las cumbres
desciende
el cóndor
andino
(Vultur
gryphus),
que limpia
de carroña
las planicies
y laderas
y aprovecha
las corrientes
de aire
ascendente
para recorrer
enormes
distancias
en pocos
minutos
sin mover
las alas.
El cóndor
abre los
cuerpos
de los
animales
que mueren
en la
zona y
consume
su carne
hasta
llenar
su buche
con hasta
4 kg de
alimento.
Luego,
al abandonar
las carcasas,
otros
carroñeros,
como los
jotes
cabeza
colorada
(Cathartes
aura),
pueden
llevarse
su parte.
Estos
jotes
tienen
un olfato
muy desarrollado,
por lo
cual les
resulta
relativamente
fácil
encontrar
alimento,
pero si
el cóndor
no abrirera
los gruesos
cueros
en primer
lugar,
deberían
esperar
tal vez
días
hasta
que la
piel de
la presa
se adelgace
naturalmente
para poder
consumir
la carne.
La majestuosidad
no es
exclusiva,
sin embargo,
del cóndor.
El águila
mora (Geranoaetus
melanoleucus)
también
vive en
la región,
solitaria,
en búsqueda
de presas
vivas,
volando
a veces
en pareja
y girando
por el
cielo
como un
veloz
triángulo
blanco
con un
escudo
gris en
el pecho.
En el
bosque,
si se
escucha
una voz
con una
serie
de notas
descendentes,
lo más
probable
es que
se esté
cerca
de un
huet-huet
(Pteroptochos
tarnii),
que no
suele
verse
pero sí
escucharse.
Se trata
de un
ave de
colores
oscuros
que corre
de a trechos
y emite
un sonido
similar
al que
su nombre
intenta
reproducir.
En el
mismo
ambiente
es posible
encontrar
también
varios
carpinteros,
como el
gigante
(Campephilus
magellanicus)
y tal
vez, en
un claro,
el pitío
(Colaptes
pitus)
y hasta
un picaflor
de considerable
tamaño:
el picaflor
rubí
(Sephanoides
sephaniodes),
asociado
muchas
veces
a los
poblados.
El borde
de los
bosques
también
es frecuentado
por aves
características
de esa
franja,
como el
zorzal
patagónico
(Turdus
falcklandii),
de colores
más
llamativos
que los
de los
zorzales
del noreste
de la
Argentina
y muy
fácil
de avistar
(2, 5).
Entre
las aves
también
se encuentra
una corredora
de gran
tamaño,
típica
de la
estepa
argentina,
a la que
los nativos
llaman
choique
(Pterocnemia
pennata).
Este ave
también
es conocida
como ñandú
petiso
por su
semejanza
con el
ñandú
(orden
Rheiforme),
tanto
por su
aspecto
general
como por
su comportamiento,
pero este
último
es de
mayor
tamaño
y habita
hacia
el norte
y este
de Argentina
(5).
En el
Parque
Nacional
hay 18
especies
autóctonas
de mamíferos
y dos
exóticas.
La estepa
alberga
varios
predadores
conocidos.
Entre
los mamíferos
se destaca
uno de
los grandes
felinos
americanos,
el puma
(Puma
concolor),
que se
esconde
en cuevas
durante
el día
y es habitual
que salga
de cacería
nocturna.
Como todos
los felinos,
es difícil
de ver,
pero pueden
hallarse
sus rastros
en las
cercanías
de las
guaridas.
Mucho
más
fácil
es avistar
a los
zorros
colorados
(Dusicyon
culpaeus).
Como
el nombre
indígena
lo indica,
culpeo,
que significa
tonto
o confiado
en lengua
araucana,
el zorro
colorado
se acerca
a los
humanos
hasta
distancias
poco prudentes,
poniendo
en riesgo
su vida
cuando
las intenciones
de los
visitantes
no son
las mejores.
Un pariente
cercano
del culpeo,
el zorro
gris,
también
habita
este parque.
Se diferencia
del colorado
por ser
más
chico
y de pelaje
grisáceo.
Cuentan
los pobladores
que, hacia
1926,
se introdujo
en la
región
la liebre
europea
(Lepus
europaeus)
y que,
al parecer,
esto atrajo
al zorro
colorado.
Cabe mencionar
que el
culpeo
posee
una amplia
distribución
y es común
en el
sector
patagónico
cordillerano,
por lo
que este
hecho
sería
local.
Consecuentemente,
el zorro
gris podría
encontrarse
compitiendo
con su
pariente
de mayor
tamaño
y podría
estar
siendo
desplazado
del área.
Sin embargo,
debemos
señalar
que se
trata
de apreciaciones
subjetivas
de algunos
informantes,
que requieren
confirmación
(3).
En
la estepa
también
son habituales
las manadas
de guanacos
(Lama
guanicoe).
Es fácil
diferenciarlos
de los
demás
camélidos
sudamericanos
porque
tienen
la cara
más
oscura.
Es muy
probable
que estos
animales,
en épocas
remotas,
consumieran
las hierbas
tiernas
de los
mallines.
Actualmente,
estos
“oasis”
sufren
un severo
deterioro
a lo largo
de la
Patagonia
a causa
de la
invasión
de especies
exóticas
que también
se alimentan
de sus
hierbas.
Cuando
los animales
introducidos
ocuparon
su lugar,
los grandes
herbívoros
de la
estepa
muy posiblemente
tuvieron
que replegarse
a espacios
con alimentos
de menor
calidad,
lo que
hace indispensable
un constante
manejo
de las
áreas
naturales
protegidas
para mantener
a las
especies
nativas
a salvo.
Un cérvido
que sufrió
este problema
al extremo
es el
amenazado
huemul
(Hippocamelus
bisulcus),
del cual,
afortunadamente,
aún
se conservan
algunas
poblaciones
en el
interior
del parque
(2, 3).
Durante
el invierno,
cuando
la nieve
aumenta
su extensión,
cambia
el pelaje
desde
una tonalidad
café
oscuro
hacia
un color
más
claro.
Entonces
su hábitat
disponible
se reduce
severamente
y este
ciervo
baja de
las praderas
de altura
a los
bosques
de lenga
achaparrada
en busca
de refugio
y alimento,
y allí
se queda,
debajo
del límite
de las
nieves,
aunque
parece
preferir
el ecotono.
Sólo
en invierno
es posible
encontrar
grupos
de varios
individuos,
pues durante
el resto
del año
es principalmente
solitario.
El registro
del mayor
número
de individuos
en la
historia
se obtuvo
en el
lago Argentino
a principios
del siglo
XX, cuando
se afirma
haber
avistado
una tropa
de casi
un centenar
de ejemplares.
Sin embargo,
en la
actualidad
su situación
es crítica,
debido,
entre
otras
causas,
a la competencia
de especies
exóticas
introducidas.
Además,
el huemul
posee
un carácter
pasivo,
totalmente
confiado,
lo cual
facilitó
su captura
por cazadores
y la consecuente
reducción
de su
población
(6). Actualmente,
la población
del parque
es pequeña,
y se encuentra
restringida
a sitios
muy puntuales
(2). El
futuro
de esta
especie
requiere
de un
profundo
y dedicado
análisis,
por ejemplo,
de cuánto
compite
realmente
con el
ciervo
colorado
introducido
(9).
Otro
mamífero
característico
de la
Patagonia
que habita
en el
parque
es el
piche
(Zaedyus
pichy),
un pequeño
y escurridizo
armadillo
que prefiere
los sectores
de ecotono
donde
cava sus
cuevas.
También
hay otros
mamíferos
carnívoros
de escasa
envergadura
como el
zorrino
patagónico
(Conepatus
humboldtii)
y el amenazado
huroncito
patagónico
(Lyncodon
patagonicus).
Un trampeo
de pequeños
roedores
realizado
durante
1990 reveló
la presencia
únicamente
del pequeño
ratón
de campo
(Abrothrix
xanthorhinus)
y, en
posteriores
análisis
de excrementos
de zorro,
se encontró
también
al ratón
colilargo
(Oligoryzomys
longicaudatus)
(3).
Los peces
nativos
cuya presencia
se registró
en los
lagos
son el
puyén
(Galaxias
maculatus),
en el
Argentino,
y la perca
(Percichthys
sp.) en
el Argentino
y el Viedma.
Además,
se han
introducido
dos especies
exóticas
en ambos
lagos:
la trucha
arco iris
(Onchorhynchus
mikiss)
y la trucha
de lago
(Christivomer
namaycush)
(2, 3).
Investigación
y Textos:
Ana Laura
Monserrat
Supervisión
Técnica
Honoraria:
Juan Carlos
Chebez
Copyright
© Patrimonionatural.com
Prohibida
su reproducción
por cualquier
medio para
fines comerciales,
sin la autorización
expresa
del editor.
Las fotografías
son propiedad
de sus autores.
Prohibida
su reproducción
por cualquier
medio sin
autorización
expresa
de los mismos.
|