Iguazu

Reserva Provincial - Mendoza
 

Flora

Según la clasificación en eco-regiones de la Argentina efectuadas por Burkart et al. en el trabajo titulado “Eco-regiones de la Aargentina”, elaborado por la Secretaría de Recursos Naturales y Desarrollo Sustentable junto con la Administración de Parques Nacionales a través del Programa de Desarrollo Institucional Ambiental (PRODIA) (1999), el Parque Nacional Iguazú se encuentra en la eco-región denominada Selva Paranaense, estrechamente vinculada con la Provincia Atlántica del sur de Brasil y también con la provincia de las Yungas (Cabrera, 1976).

La selva clímax es la principal expresión florística de esta eco-región. En la zonas selváticas, el estudio de la botánica resulta muy arduo. las plantas, muy próximas entre sí, forman un vallado casi impenetrable, y son escasísimas las oportunidades para obtener una visión de conjunto. Por tal motivo, la flora de este Parque es conocida sólo parcialmente, a pesar de la visita de numerosos botánicos que han relevado la zona. Cabrera (1976) diferenció varias comunidades que citaremos a continuación por el interés que revisten.

Selva de laurel y guatambú: esta asociación es la que ocupa la mayor superficie en el Parque. Está integrada aproximadamente por un centenar de especies arbóreas entre las que se observan con mayor frecuencia el guatambú blanco (Balfourodendron riedelianum), el laurel negro (Nectandra megapotamica) que da nombre a la unidad, la cancharana (Cabralea cangerana), el rabo-itá (Lonchocarpus leucanthus), la maria preta (Diatenopteryx sorbifolia), el anchico colorado (Parapiptadenia rigida) y el incienso (Myrocarpus frondosus), entre otras muchas especies.

Selva de laurel, guatambú y palo rosa: esta agrupación ocupa las zonas más altas del Parque. Al laurel y el guatambú se agregan el palo rosa (Aspidosperma polyneuron), declarado monumento natural provincial de Misiones, el palmito (Euterpe edulis) y el alecrín (Holocalyx balansae).

Por otra parte, en 1970 la Administración de Parques Nacionales firmó un convenio con la Universidad Nacional de la Plata para realizar un estudio florístico del Parque Nacional Iguazú, dirigido por el prestigioso botánico Milán Dimitri.

En 1991, investigadores de la Argentina y del exterior realizaron estudios de flora que revelaron la importancia del palmito como especie clave dentro del ecosistema por la gran cantidad de frutos comestibles que produce, situación que se da concomitantemente con la escasez de otros recursos (Placci et al. /1991)

Por convenio entre el Instituto de Botánica del Nordeste y la Administración de Parques Nacionales, en 1991 se llevó a cabo otro estudio del cual surgieron listas inéditas de colecciones, especies nuevas para el país, e incluso citas de algunas presentes solamente en esta área natural. Johnson (1995) complementó este estudio relevando las orquídeas del Parque, que totalizaron 78 especies, de las cuales 52 son epífitas y las restantes 26, terrestres. Posteriores estudios agregaron 6 especies más a la lista de orquídeas.

Una de las características de la selva es que concentra gran variedad de especies en un espacio determinado, en contraposición a un monte, donde puede haber muchos ejemplares de pocas especies. Las selvas también se distinguen por la multiplicidad de estratos vegetales que se extienden desde el suelo hasta más de 30 metros de altura. En el nivel más alto, denominado comúnmente “estrato de los emergentes” o “de los gigantes”, encontramos los ya mencionados laurel negro, guatambú blanco, que posee una madera de gran dureza (su peso específico es de 0,820 kg.), la cancharana y el incienso, cuya madera es muy resistente a la intemperie por su contenido de resinas y gomorresinas. También sobresalen de la masa boscosa el ybirá pitá (Peltophorum dubium), el anchico colorado (Parapiptadenia rigida), el rabo molle (Lonchocarpus muehlbergianus), el alecrín, que tiene la característica de poseer en la parte basal del tronco unas salientes denominadas “pencas” y el timbó, pacará u oreja de negro (uno de los de mayor altura, cuyo nombre científico es Enterolobium contoatisiliquum). Otros de los gigantes son el cedro misionero (Cedrela fissilis), muy utilizado en la industria maderera, cuya altura supera a veces los 35 m y su tronco llega a los 130 cm de diámetro; el guayaibí (Patagonula americana); el canelón guazú (Rapanea lorentziana); el azota caballo (Luehea divaricata) y el ybirá-peré (Apuleia laiocarpa).

Algo más abajo del nivel de los emergentes aparece lo que se denomina “dosel”, formado por árboles grandes y medianos cuyas alturas rondan los 10 y 20 m. Este estrato, junto con el intermedio, es el ámbito más abundante en avifauna, y como es lógico suponer, se encuentran en él muchas de las especies que, de adultas, habitan en el estrato superior, pero cuyo estadio de crecimiento aún no supera este nivel. En este estrato se destacan la palmera pindó (Arecastrum romanzoffianum), cuyo tronco esbelto supera los 15 metros de altura; la guaycá (Ocotea pulchella); el aguay (Chrysophyllum gonocarpum); el laurel amarillo (Nectandra lanceolata); el peteribí (Cordia trichotoma); el loro blanco (Bastardiopsis densiflora), característico por su fruto con forma de araña; el persigueiro (Prunus subcoriacea); el canela de venado (Helietta apiculata); el carne de vaca (Stirax leprosus); el lapacho negro (Tabebuia heptaphylla) y la mora blanca (Alchornea iricurana)

Por debajo del dosel, el estrato se denomina “intermedio” y está integrado por árboles que van de los 3 a los 10 metros de altura. Se destacan en este sector los helechos arborescentes como el chachí (Trichipteris atrovirens), cuya altura no sobrepasa los 5 metros y la emblemática yerba mate (Ilex paraguariensis). En este mismo nivel encontramos el cocú (Alliophylius edulis), el maricá (Mimosa bimucronata) y el guatatumba (Casearia sylvestris), entre muchos otros.

Continuando el descenso de niveles llegamos al sotobosque o estrato arbustivo, donde la vegetación aumenta en variedad y cantidad, por lo que sería muy complicado efectuar una lista que tan siquiera se aproxime a la mención de la flora en su totalidad. Algunas de las especies que se destacan son los abundantes helechos, las piperáceas, las mirtáceas y rubiáceas, entre otras muchas familias. En el sotobosque no pasa inadvertida la urticante ortiga brava (Urera baccifera), como tampoco, en algunas partes, los impenetrables cañaverales de bambúes o tacuaras (Bambúseas) como el tacuarembó (Chusquea ramosissina), el tacuapí (Merostachys clausseni), la espinosa yatevó (Guadua trinii), el tacuaruzú (Guadua angustifolia) y el mboreví-caá (Faramea cyanea), que descuella por sus flores azules.

En el último nivel se ubica el estrato herbáceo de tipo umbrófilo (adaptado a vivir en la sombra) y lo que sería el piso de la selva. En este sector, al que llega muy poca luz, encontramos algunas gramíneas de hojas anchas, gran cantidad de helechos y hierbas no leñosas entre las que se destaca el grupo de las begonias (Fam. Begoniáceas), muy vistosas por sus flores. En la parte basal hay gran número de trepadoras (o “enredaderas”, como se denomina vulgarmente al tipo de plantas que utilizan a los árboles como soporte para alcanzar altura). Algunas sólo ascienden pocos metros, como la yaguá-pindá (Pisonia aculeata), cuyas enormes espinas hacen impenetrable el sotobosque. Otro grupo vegetal que invade no sólo el estrato más bajo sino todo los demás es el de las lianas, que se abrazan a los árboles enganchándose a ellos mediante garfios y así llegan a las ramas superiores pendiendo luego de ellas. Además, enlazan hierbas, arbustos y troncos unos con otros, formando una gran maraña.

No menos abundantes son las epífitas (plantas que usan a otras sólo como soporte, sin parasitarlas). La familia de las Bromeliáceas es muy particular: las plantas se aferran a troncos y ramas a través de sus raíces, que sólo cumplen esa función, y poseen largas y angostas hojas con una hendidura central por la que se desliza el agua hasta su base, donde se acumula y constituye el hábitat preferido de una gran variedad de insectos, en particular varias especies de mosquitos, y hasta de vertebrados, como algunas especies de ranas que desarrollan su vida allí. Entre las bromeliáceas son muy comunes los caraguatáes (Aechmea calyculata) y varias especies de claveles del aire que tapizan troncos y ramas, y les dan, con sus flores, un vistoso colorido. Además, hay algunos representantes de la familia de las cactáceas, sin espinas, como las pertenecientes al género Epiphyllum, que se adaptan a esta forma de vida colgando de las ramas. Líquenes y musgos cubren ramas y troncos, a tal punto que a veces dificultan el reconocimiento de los árboles y obligan a identificarlos sólo por el diseño de su corteza.

Las “vedettes” son, sin lugar a dudas, las orquídeas, que con sus raíces aéreas captan la humedad del aire y poseen en la base de sus hojas, al menos la mayoría de ellas, un engrosamiento donde también almacenan humedad y nutrientes. Sus vistosísimas flores y un pétalo inferior más desarrollado, que es utilizado como punto de apoyo por los polinizadores, garantizan su reproducción. En el Parque se censaron 84 especies, de las que son comunes Brassavola tuberculata, Catasetum fimbriatu, Corymborchis flava y Miltonia flavescens.

El suelo está cubierto por materia orgánica en descomposición, producto de ramas, hojas, frutos y flores caídas de la flora superior, lo cual favorece el desarrollo de gran variedad de hongos.

En las numerosas islas y en las márgenes del río Iguazú, antes de las cataratas, encontramos plantas higrófilas (necesitadas de humedad) como el curupay (Adenanthera colubrina); el cupay (Copaifera langsdorfi); el mborebí caá-guazú (Roupala cataractarum); el ceibo (Erythrina cristagalli), cuya inflorescencia fue declarada flor nacional argentina; el laurel de río o laurel blanco (Nectandra falcifolia); el aguay-guazú (Pouteria gardneriana) y dos especies de ingáes (Inga urugüensis e Inga marginata). Se ven también especies de enredaderas que no se hallan en otras partes del Parque, como Arrabidaea samydoides y Arrabidaea triplinervia. En las islas próximas a los saltos continúa la presencia de especies singulares como Xilopia brasiliensis; Coussarea brasiliensis; Schoepfia brasiliensis y orquídeas como Epidendrum rigidum; Pleurothallis tripterantha; Oncidium longipes y Maxillaria chrysantha
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En algunas correderas se forman islas donde abundan el sarandí blanco (Phyllanthus sellowianus); el sarandí colorado (Cephalanthus glabratus); el mataojos (Pouteria salicifolia) y el palo de leche (Sebastiania brasiliensis). Estas especies estás adaptadas a las inundaciones.

En el sector donde el río se encajona en barrancas formadas por paredes de piedra de gran altura, las costas tienen características muy particulares donde aparece flora de tipo chaqueño, muy rara en la zona selvática. Por ejemplo: Pisonia zapallo (zapallo caspi), Achatocarpus praecox (ybyrá-jhú), Gleditsia amorphoides (espina de corona), Pseudananas sagenarius (ananá silvestre), Cereus peruvianus (cardón), Brasiliopuntia schulzii (cactus arboriforme de hasta 5 m) y Coutarea hexandra.

En otra parte de la costa del río Iguazú se detectó la presencia de un género de árbol, nuevo para la Argentina, perteneciente a la familia de las Rubiáceas (Simira sampaioana). Los géneros Aristolochia, Bignonia y otros parecerían localizarse sólo en este ambiente.

La familia de las Podostemaceas, característica del Parque, es otra de las adaptadas al ambiente acuático, dado que permanece próxima a las caídas de agua adquiriendo aspecto de alga o de musgo. Ejemplos de ella son: Podostemon aguirensis y Podostemon comata.

Debido a que en las inmediaciones de lo que hoy es el área protegida hubo y hay asentamientos humanos -como el ex Aeródromo Iguazú, el personal del Hotel Cataratas, la Escuela de Frontera N† 609 - también hay plantas exóticas traídas por el hombre. Se efectuó un relevamiento de las mismas por parte del personal de la Delegación Técnica Regional del Noreste Argentino (Herrera y Malmierca, 1995), que las clasificó y detectó sus puntos de concentración y capacidad de expansión. Como consecuencia de este informe se elaboró un plan de acción para erradicarlas.

Investigación y Textos: Gabriel O. Rodriguez
Supervisión Técnica Honoraria: Juan Carlos Chebez


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