Fauna
La selva
misionera,
en comparación
con otras
regiones
biogeográficas
de nuestro
país,
es la
que posee
mayor
biodiversidad
de fauna
y de endemismos
regionales
(animales
o vegetales
que viven
exclusivamente
en un
ecosistema
o en una
zona determinada).
Sólo
el primero
de los
grandes
grupos
en que
se divide
el reino
animal,
es decir
los invertebrados,
nos ocuparía
centenares
de páginas.
Es habitual,
principalmente
por la
complejidad
del grupo,
que en
este tipo
de trabajos
no se
haga mención
a la fauna
invertebrada.
Por tratarse
del Parque
Nacional
que posee
mayor
riqueza
biológica
de la
Argentina
y por
ello ocupa
un lugar
relevante,
haremos
muy someros
comentarios
sobre
la fauna
no vertebrada.
En
un relevamiento
de arácnidos
(arañas),
Martín
Ramírez
(1995,
inf. inéd.)
identificó
hasta
ese momento
210 especies
para el
Parque
Nacional
Iguazú.
Un inventario
de mariposas
realizado
por Tricio
et al.
en el
marco
de un
convenio
entre
la Universidad
Nacional
de Misiones
y la Administración
de Parques
Nacionales
dio como
resultado
la presencia,
para todo
Misiones,
de 13
familias,
de las
cuales
11 se
encuentran
en el
Parque
con algo
más
de 130
especies
diurnas.
Otro relevamiento
importante
(Klimaitis,
2001)
arrojó
un número
aún
mayor
de lepidópteros.
Esta abundancia
se debe
fundamentalmente
–esto
vale también
para el
resto
de la
fauna-
a la cantidad
de nichos
(función
que realiza
una especie
en un
ecosistema)
existentes
en microambientes
como las
altas
copas
de los
árboles
emergentes,
el enmarañado
sotobosque,
los infinitos
recovecos
que existen
en las
pendientes
abruptas
del río
Iguazú,
distintas
especies
de plantas
como las
bromelias,
que albergan
en la
base de
sus hojas
pequeños
depósitos
permanentes
de agua,
y muchos
otros
espacios
de vida
que crea
la naturaleza.
En 1994,
Oliva
y Trucco
relevaron
insectos
acuáticos
presentes
sólo
en el
área
Cataratas,
concluyendo
en que
esta fauna
es abundante
e interesante,
dado que
se detectaron
especies
nuevas
y otras
descriptas
muy poco
tiempo
antes.
Como se
advierte,
el taxón
de la
fauna
invertebrada
requiere
muchos
estudios.
Pero insistimos
en lo
ya dicho:
el mundo
de los
invertebrados
es casi
infinito.
Si un
orden
de vertebrados
puede
estar
integrado
por centenares
de especies,
uno de
invertebrados
obligaría
a mencionar,
en algunos
casos,
cientos
de miles.
La diferencia,
en cuanto
a cantidad
se refiere,
es abismal,
lo cual,
obviamente,
hace de
la entomología
una disciplina
muy ardua.
Los mamíferos,
generalmente,
son el
grupo
faunístico
que más
curiosidad
despierta
en el
hombre,
tal vez
debido
a nuestro
parentesco.
El P.
N. Iguazú,
en este
aspecto,
satisface
cabalmente
a los
visitantes
con inquietud
por la
observación,
la fotografía
o la filmación
de la
fauna.
Con paciencia
y buscando
lugares
adecuados,
podrán
obtener
buenas
tomas
de algunas
especies
no tan
huidizas.
Para describir
la mastofauna
de este
Parque
tomaremos
como referencia
el trabajo
de Heinonen
Fortabat
y Chebez,
(1997).
Es importante
señalar
que un
estudio
realizado
en el
área
Cataratas
(Heinonen
Fortabat
y Schiaffino,
1994),
dio como
resultado
que un
83,9 %,
de las
especies
de mamíferos
conocidas
para el
Parque
lo frecuentaban.
Este estudio
también
determinó
que presenta
la diversidad
más
alta de
marsupiales
carnívoros
del país.
Este
orden
es poco
conocido
por el
común
de la
gente,
hasta
que se
descubre
su “sofisticado”
y maravilloso
sistema
de reproducción
y se le
comienza
a prestar
más
atención.
Se mencionarán
las especies
presentes
en el
Parque
Nacional
Iguazú.
Son de
costumbres
arborícolas
con cola
prensil,
aunque
también
los hay
de hábitos
terrestres
y acuáticos.
Los embriones
se trasladan
al marsupio
(bolsa
abdominal)
y completan
en él
su desarrollo
prendidos
de los
pezones.
En Iguazú
encontramos
sólo
un orden
de marsupiales
–Didelphimorphii-
y una
sola familia
del mismo:
Didelphidae
(algunos
taxónomos
incluyen
a la especie
Caluromys
lanatus
en una
familia
distinta:
Caluromyidae).
Esta familia
incluye
a la cuica
de agua
(Chironectes
minimus),
también
llamada
comadreja
acuática
o yapó
en lengua
guaraní,
de unos
35 cm
de longitud;
a Caluromys
lanatus
o cuica
lanosa,
chucha
o mbicuré
viyú;
a la comadreja
picaza
y a la
comadreja
común,
overa
o mbicuré–eté
(Didelphis
albiventris),
la más
común,
de mayor
tamaño
y distribución
más
amplia
en la
Argentina.
También
incluye
a Didelphis
aurita,
que algunos
llaman
comadreja
de orejas
negras
o mbicuré–hú;
a Metachirus
nudicaudatus,
también
llamada
comúnmente
yupatí
o comadra
de anteojos,
por las
dos manchas
blancuzcas
circulares
que luce
sobre
el hocico,
predominantemente
oscuro
(posee
un tamaño
que supera
los 30
cm.);
a la marmosa
cenicienta
o guaikí
(Micoureus
demerarae);
a Monodelphis
iheringi,
llamada
vulgarmente
colicorto
de tres
rayas
o, en
lengua
guaraní,
anguyá;
al colicorto
cabeza
rojiza,
catita,
anguyá
o mbicuré-í,
cuyo nombre
científico
es Monodelphis
scalops;
al colicorto
selvático,
musaraña
o anguyá,
científicamente
denominado
Monodelphis
sorex
(M. henseli
sería
un sinónimo
junior
de esta
especie)
y Philander
opossum
o guaiquica
en el
vocabulario
popular.
Ahora
pasamos
a comentar
aspectos
del orden
Xenartha,
(o, según
la anterior
clasificación,
orden
Cingulata)
donde
se ubica
la familia
Dasypodidae,
que incluye
a los
“acorazados”
peludos,
mulitas,
armadillos
y pichis,
entre
otros
nombres
comunes
que reciben.
Este grupo
es exclusivo
de la
región
austral
sudamericana
y la principal
característica
que los
hace inconfundibles
es una
caparazón
de gran
dureza,
provista
de pelos
aislados,
también
duros,
y patas
cortas
con gruesas
uñas
cavadoras.
Viven
en cuevas,
su alimentación
es omnívora
e insectívora
y sus
dientes
son poco
diferenciados.
Las especies
de esta
familia
que están
presentes
en el
Parque
son Cabassous
tatouay
o, vulgarmente,
tatú-aí,
rabo mole
o cabasú
grande;
Dasypus
novemcinctus
o mulita
grande;
y el tatú-poyú,
gualacate
o tatú
peludo
(Euphractus
sexcinctus).
La familia
Myrmecophagidae
–
siempre
dentro
del orden
Xenarthra-
comprende
al extraño
oso hormiguero
o yurumí
(Myrmecophaga
tridactyla),
a veces
utilizado
como símbolo
de la
fauna
sudamericana,
y al oso
melero
o kaaguaré,
curioso
por sus
hábitos
alimentarios,
cuyo nombre
científico
es Tamandua
tetradactyla.

Los murciélagos,
únicos
mamíferos
voladores,
abundan
en el
Parque.
En el
orden
Chiroptera
(quirópteros)
varias
especies
se caracterizan
por tener
una visión
sumamente
limitada,
lo cual
las obliga
a orientarse
mediante
un sistema
que se
desarrolló
evolutivamente.
Este sistema
se asemeja
a un radar,
ya que
ubica
los objetos
mediante
la emisión
de ondas
que, al
chocar
contra
ellos
y volver,
le indican
al animal
dónde
están.
Sus alas
están
constituidas
por una
membrana
que une
las extremidades
superiores
con las
inferiores.
Son nocturnos
en su
inmensa
mayoría,
gregarios
y se ocultan
durante
el día.
En el
Parque
están
representados
por tres
familias.
La Phyllostomidae
es exclusiva
de las
selvas
tropicales
y subtropicales
del Neotrópico.
De este
grupo
se encuentran
ocho especies
aproximadamente,
dado que
el orden
Chiroptera
no ha
sido suficientemente
estudiado
aún
en el
Parque
Nacional
Iguazú.
La familia
Vespertilionidae
está
presente
en el
Parque
con seis
especies
que son
pequeñas
y mayoritariamente
insectívoras.
Por último,
la familia
de los
molosos
–Molossidae-
tiene
tres especies
presentes
en el
área
protegida.
Los monos
y lemures
integran
el orden
de los
Primates
con una
sola familia
en el
Parque
–
Cebidae–
, que
incluye
al carayá
o mono
aullador,
conocido
por la
emisión
de fuertes
sonidos
que se
escuchan
a bastante
distancia,
cuyo nombre
científico
es Alouatta
caraya,
hoy más
numeroso
que hace
unos años
en Iguazú
y el Cebus
apella
(mono
caí
o caí),
que resulta
el más
abundante
y conspicuo.
Los felinos
(orden
Carnivora)
son el
sueño
de muchos
naturalistas
y amantes
del safari
fotográfico
que recorren
incesantemente
distintos
lugares
con la
ilusión
de que
se cruce
en su
camino
algún
yaguareté
(Leo onça),
un puma
(Puma
concolor)
o tal
vez un
ocelote
o gato
onza (Leopardus
pardalis).
En el
Parque
Nacional
Iguazú
pueden
realizar
ese sueño,
aunque
la probabilidad,
por la
poca abundancia
y por
la distancia
que toman
del hombre,
es remota.
Tampoco
sería
extraño
que se
encontraran
con algunos
de los
muy ágiles
gatos
salvajes
que acompañan
a los
mencionados
anteriormente
en la
ardua
tarea
de cazar:
el gato
moro o
yaguarundi
(Herpailurus
yaguarondi);
el Margay
tigrina
o tirica,
gato tigre
común,
gato pintado
o yaguá–tiricá
en guaraní,
entre
muchos
otros
nombres,
y el margay
(Margay
wiedii).
Esta especie,
como el
tirica,
está
categorizada
como “en
peligro”
en el
ámbito
nacional
y la CITES
lo incluye
en su
Apéndice
I, lo
cual significa
que su
comercialización
está
absolutamente
prohibida.
Continuando
con los
carnívoros,
es oportuno
comentar
la presencia
de los
Cánidos
(Canidae)
dentro
del área
protegida.
Sólo
se encuentran
dos representantes
de esta
familia:
el zorro
de monte
(Cerdocyon
thous)
y el zorro
pitoco
(Speothos
venaticus),
también
llamado
zorro
vinagre,
de aspecto
bastante
distinto
al del
resto
de los
zorros
que integran
el grupo.
Las patas
del zorro
vinagre
son cortas,
su hocico
no es
aguzado,
el pelo
es relativamente
corto
y carece
de la
típica
cola larga
de los
zorros.
Es marrón
oscuro
con tinte
rojizo
y la parte
superior
del dorso
y la cabeza
son parduzcos,
también
con algún
tinte
rojizo.
Está
categorizado
como “vulnerable”
en el
orden
nacional
e internacional
y figura
en el
Apéndice
I de la
CITES.
Durante
mucho
tiempo
se lo
consideró
casi extinguido
en el
territorio
argentino,
pero paulatinamente,
los avistajes
fueron
dando
indicios
de que
no era
tan así.
Por ejemplo:
en 1977,
Andrés
Giai y
Mario
Batiston
vieron
un ejemplar
en el
arroyo
Yacuy
del Parque
Nacional
Iguazú
y recientemente
fue avistado
un grupo
cerca
de la
seccional
El Timbó.
Entre
los mustélidos
(Mustelidae),
están
presentes
el lobito
de río
(Lontra
longicaudis)
y el lobo
gargantilla
o ariraña
(Pteronura
brasiliensis).
La presencia
de esta
última
especie
requiere
confirmación,
a pesar
de que
hay suficientes
datos
como para
asegurarla,
al menos
en zonas
aledañas
al Alto
Iguazú.
De suceder
así,
sería
alentador,
ya que
se trata
de una
especie
declarada
en peligro
a escala
nacional
y vulnerable
internacionalmente.
El hurón
menor
(Galictis
cuja)
y el irará
o hurón
mayor
(Eira
barbara)
integran
esta nómina
de carnívoros
del Parque
junto
con dos
representantes
de la
familia
Procyonidae
que son
el coatí,
muy abundante,
cuyo nombre
científico
es Nasua
nasua
y el osito
lavador
o aguará-popé
(Porción
cancrivorus).
El coatí
es, sin
duda,
el mamífero
más
conspicuo
del Parque
Nacional
y resulta
casi imposible
no hallarlo
en una
caminata
por las
pasarelas.
El tapir
o anta
(Tapirus
terrestris),
un coloso
sudamericano
cuyo peso
lo convierte
en el
mamífero
terrestre
más
pesado
de Sudamérica,
integra
un selecto
gurpo
de la
mastofauna
del Parque
Nacional
Iguazú.
Es el
único
representante
del orden
Perissodactyla
que es
ungulado
(dedos
envueltos
en una
cobertura
córnea)
y que
se apoya
sobre
el dedo
central
de cada
pata.
Debemos
mencionar
al orden
Artiodactyla,
cuyos
integrantes
son ungulados
también,
pero,
en lugar
de apoyar
el dedo
central
al caminar,
lo hacen
en dos
de sus
dedos.
Estos
detalles
se aprecian
claramente
en la
huellas
de ambos
grupos.
Pertenecen
al orden
Artiodactyla
el pecarí
de collar
(Pecari
tajacu)
y su pariente,
el pecarí
labiado
(Tayassu
pecari).
Entre
los cérvidos
se encuentra
la corzuela
colorada
(Mazama
americana)
y la corzuela
enana
o paca
(Mazama
nana).
El orden
Lagomorpha,
similar
al de
los roedores
pero con
diferencias
craneanas
y dentales,
está
presente
en la
Argentina
con una
sola especie
autóctona
que es
el tapetí
(Sylvilagus
brasiliensis),
de aspecto
similar
al de
un conejo,
de color
marrón
con matices
rojizos
y negros
y una
zona notoria
de color
rojizo
en la
nuca.
El orden
de los
roedores,
denominado
Rodentia
, incluye
a las
familias
Sciuridae,
a la que
pertenece
la ardilla
gris o
serelepe
(Sciurus
aestuans)
y Muridae,
que incluye
a varios
ratones
como el
escaso
ratón
espinoso
(Abrawayaomys
ruschii)
y el abundante
ratón
de monte
(Akodon
cursor),
entre
otros
que se
conocen
con el
nombre
de colilargos
y hocicudos.
Un curioso
animal
habita
nuestra
selva
paranaense
y también
se lo
ve en
el Parque
Nacional
Iguazú;
es el
coendú
misionero
(Sphiggurus
spinosus)
–Erethizontida
–
cuyo cuerpo
está
provisto
de punzantes
espinas
que constituyen
un fantástico
medio
de defensa.
Continuando
con el
orden
de los
roedores,
es oportuno
mencionar
a la familia
Caviidae,
en la
que se
encuentra
el cuis
grande
o apereá
(Cavia
aperea)
y también
el mayor
roedor
que existe,
el Hydrochaeris
hydrochaeris,
comúnmente
llamado
carpincho
o capibara
en muchas
partes
de América
del Sur,
donde
forma
una familia
aparte.
De hábitos
también
acuáticos,
está
presente
en el
Parque
el coipo,
quiyá
o nutria
(Myocastor
coypus),
que integra
la familia
denominada
Myocastoridae.
Para finalizar
la nómina
de los
mamíferos,
debemos
mencionar
el acutí
bayo (Dasyprocta
azarae)
y al paca
(Agouti
paca),
que pertenece
a la familia
Aguntidae.
Mide unos
80 cm
de largo
y su color
es rojizo
con notables
manchas
blancas.
El tapir,
el yaguareté
y el yurumí
u oso
hormiguero
fueron
declarados
Monumentos
Naturales
de la
provincia
de Misiones
por la
ley provincial
N† 2589.
Entre
los mamíferos
exóticos
existen
gatos
y perros
domésticos
y las
infaltables
rata europea
(Rattus
rattus)
y la laucha
común
(Mus musculus).
En lo
que respecta
a la ictiofauna,
no es
menos
rica que
ninguno
de los
otros
grupos
animales.
De las
222 especies
mencionadas
para Misiones,
33 fueron
halladas
en el
Parque
nacional
Iguazú,
de las
cuales
31 corresponden
a ejemplares
capturados
sobre
el río
Iguazú.
Es importante
destacar
la alta
singularidad
que presenta
el alto
río
Iguazú
respecto
de la
ictiofauna
del Paraná
(Gómez
y Somay,
1985 a
y 1989
b,)
La Universidad
Nacional
del Litoral
está
llevando
a cabo
un importante
trabajo
de inventario
de peces
de este
río.
Se han
colectado
330 peces
que corresponderían
a 43 especies
diferentes
y, de
éstas,
35 serían
nuevas
citas
para el
río
Iguazú
y dos
nuevas
para la
Argentina.
Con respecto
a los
anfibios,
no se
han hecho
estudios
de gran
relevancia
durante
períodos
largos
como lo
requeriría
la complejidad
de ambientes
y la gran
biodiversidad
faunística
del área.
El estudio
realizado
en el
sector
Cataratas
(Bosso,
1994)
dio como
resultado
que el
total
de anfibios
del área
recorrida
suma 18
especies
de 10
géneros
y 4 familias,
lo que
representa
el 36%
de las
especies
conocidas
para la
Provincia.
Además,
señala
que la
familia
Hylidae
es la
más
numerosa,
ya que
constituyó
el 59%
del material
colectado.
La provincia
de Misiones
posee
endemismos
en su
batracofauna.
Tal es
el caso
de Limnomedussa
macroglosa
(rana
de las
correderas),
propia
de los
rápidos
de ríos
y arroyos,
y Aplastodiscus
perviridis
(rana
tacuarera),
que habita
los tacuarales
de yatevo
(Chebez,
1996).
Un lugar
predilecto
para los
batracios
son los
troncos
caídos
donde
se junta
humedad
o la base
de las
hojas
de los
caraguatáes
u otras
bromelias.
En estos
sitios
podemos
encontrar
a la Scinax
nasica,
la Scinax
fuscovaria
y la Hyla
minuta,
conocidas
todas
con el
nombre
común
de ranitas
trepadoras
por su
habilidad
para subir
por cualquier
superficie,
por más
lisa que
sea; o
la Phrynohyas
venulosa,
que segrega
una sustancia
tóxica
al ser
agarrada.
Esta rana
emite
un canto
fuerte
y su sistema
de reproducción
consiste
en construir,
antes
del cortejo,
un dique
más
o menos
circular
donde
luego
pondrá
los huevos
y crecerán
los renacuajos.
Leptodactylus
labyrinthicus
se destaca
por su
tamaño
(20 cm);
en la
Argentina
sólo
se encuentra
en la
selva
misionera.
También
encontramos
a Bufo
crucifer,
llamado
sapo misionero.
Los reptiles
son abundantes
en la
misma
proporción
que el
resto
de la
fauna.
Hay aproximadamente
38 especies,
de las
cuales
26 son
ofidios
y el resto
se reparte
entre
saurios,
tortugas
y caimanes.
Con respecto
a estos
últimos,
se efectuó
un primer
estudio
pormenorizado
(Fitch
y Nadeau,
1980)
sobre
las poblaciones
de yacaré
overo
(Caiman
latirostris)
del Parque.
En aquel
momento
había
380 ejemplares
censados
a lo largo
del río
Iguazú
superior.
A partir
de 1996,
el estudio
continúa
con el
monitoreo
mensual
de las
poblaciones,
a fin
de obtener
la densidad
relativa
de la
especie
en toda
el área.

Entre
los ofidios
se destaca
la familia
Viperidae,
todos
cuyos
integrantes
poseen
venenos
poderosos.
Están
la cascabel
(el género
Crotalus
es más
común
en América
del Norte)
o Crotalus
durissus
científicamente,
y la yarará
chica
(Bothops
neuwiedii),
la yararaca
(Bothrops
jararaca)
y la yararacusú
(Bothops
jararacussu).
De la
familia
Elapidae,
a la que
pertenecen
las corales,
están
presentes
Micrurus
frontalis
y Micrurus
corallinus.
De la
familia
Colubridae
hay muchas
especies,
como la
culebra
verde
(Phylodryas
olfersii),
de hábitos
trepadores
y que
se alimenta
de huevos
de aves;
la falsa
coral
(Erythrolampus
aesculapii),
la ñacaniná-hú
(Spilotes
pullatus),
la ñacaniná
de monte
(Mastigodryas
biffosatus)
y muchas
otras.
Entre
las boas
–familia
Boidae-,
aunque
existen
dudas
sobre
su presencia
actual,
cabe mencionar
a la boa
arco iris
(Epicrates
cenchria),
de vistosa
coloración,.
Con respecto
a los
saurios,
se debe
mencionar
al lagarto
overo
(Tupinambis
merianae),
que puede
llegar
a medir
hasta
1,5 m,
aunque
en general
no supera
el metro.
Varias
lagartijas
trepadoras
del género
Tropidurus
son abundantes
y se mimetizan
sorprendentemente
con troncos
y rocas.
Son comunes
también
el lagarto
arborícola
(Tropidurus
torouatus)
y la lagartija
que trepa
por las
cañas:
Mabuya
frenata.
En cuanto
a las
tortugas,
encontramos
las acuáticas
más
comunes,
como Phrynops
williamsi
o tortuga
de arroyo
misionera,
y la tortuga
de cuello
de serpiente
(Hydromedusa
tectifera).
El
mundo
de las
aves,
si es
majestuoso
en lugares
donde
la floresta
es mucho
más
pobre
y los
cursos
de agua
mucho
más
escasos,
cuánto
más
lo será
en lugares
donde
estos
elementos
son muy
abundantes
como ocurre
en Iguazú.
Se censaron
448 especies,
pero esa
cantidad
puede
incrementarse
con el
paso del
tiempo,
dado que
el área
no es
pequeña
y la vegetación
tan intrincada
hace posible
siempre
la aparición
de alguna
especie
nueva.
Para comentar
la avifauna
del Parque
Nacional
Iguazú
nos ceñiremos
al trabajo
de Chebez,
Rey, Barbaskas
y Di Giacomo,
(1998).
Comenzaremos
mencionando
a las
aves más
representativas
por el
espacio
que ocupan.
En el
suelo
de la
zona selvática
abundan
los tinámidos
(Tinamidae)
como el
macuco
(Tinamus
solitarius),
el tataupá
rojizo
(Crypturellus
obsoletus),
con aspecto
de gallina,
los urúes
como Odontophorus
capueira,
muy similares
a las
codornices
y que
pertenecen
a la familia
Phasianidae,
el saracura
(Aramides
saracura),
de la
familia
Rallidae
y el ampliamente
disperso
ypacaá
(Aramides
ypecaha).
El suelo
también
es frecuentado
por los
formicáridos
(Formicariidae
) –chororós,
bataráes
y chocas-
que acompañan
a las
enormes
hormigas
“corrección”,
como las
llaman
en el
lugar,
que son
carnívoras
y que,
al alimentarse
de otros
insectos,
de alguna
forma
facilitan
la tarea
de localización
de los
mismos
por parte
de este
grupo
de aves.
Tres bataráes
se ven
en este
ambiente:
el batará
goteado,
llamado
así
por sus
notorias
manchas
blancas
sobre
fondo
oscuro
(Hypoedaleus
guttatus),
el batará
copetón
(Mackenziaena
severa),
que luce
cuando
es macho
un gran
copete
colorado
muy llamativo,
y el batará
punteado
(Mackenziaena
leachii).
Otro grupo
de aves
muy llamativas
por su
colorido
plumaje,
que suele
frecuentar
el suelo
selvático
y el estrato
bajo,
es el
de la
familia
Pipridae,
llamados
comúnmente
bailarines,
como por
ejemplo
el bailarín
azul (Chiroxiphia
caudata
) y el
bailarín
anaranjado
(Pipra
fascilicauda)
cuya conspicua
“gorra”
roja lo
torna
muy llamativo.
Ya
en el
sotobosque
o estrato
arbustivo,
que es
también
un espacio
donde
se ve
la parte
basal
de los
troncos
de los
árboles,
habitan
aves vinculadas
a ellos
desde
el punto
de vista
alimenticio
y por
nidificación,
como es
el caso
de los
carpinteros
–familia
Picidae–
y los
trepadores
-familia
Dendrocolaptidae-.
También
están
presentes
en este
estrato
especies
de la
gran familia
Furnaridae,
como el
ticotico
ojo blanco
(Automolus
leucophthalmus),
el curutié
oliváceo
(Cranioleuca
obsoleta),
el pijuí
corona
rojiza
(Synallaxis
ruficapilla),
y, de
la familia
Emberizidae,
el pepitero
negro
(Pitylus
fuliginosus),
el pepitero
verdoso
(Saltator
similis),
el fruterito
dorado
(Hemithraupis
guira)
y el saíra
arco iris
(Tangara
seledon),
este último
de la
familia
Thraupidae.
Otra familia,
la Tersinidae,
presenta
interesantes
aves como
la tersina
(Tersina
viridis)
y la familia
Momotidae
el yeruvá
(Baryphthengus
ruficapilus),
de casi
40 cm
de largo,
con una
corona
rojiza
y cara
lateral
negra,
dorso
verdoso
y pecho
anaranjado,
es decir,
una multiplicidad
de colores
sorprendente.
Obviamente,
en este
sector
de la
vegetación
selvática
hay muchísimas
especies
más,
cuya enumeración
detallada
omitiremos.
En
el sector
denominado
dosel,
ocupado
por árboles
cuya altura
oscila
entre
los 10
y 20 metros,
y en la
parte
alta del
estrato
intermedio
es donde
más
aves hay.
Allí
merodean
los picaflores
–Trochilidae-
como el
corona
azul (Thalurania
glaucopis),
de casi
10 cm,
o el de
garganta
blanca
(Leucochloris
albicolis);
la paloma
colorada
(Columba
cayennensis);
integrantes
de la
familia
Coccyzidae,
como el
cuclillo
ceniciento
(Coccyzus
euleri)
o el extraño
yasiyateré
grande
(Dromococcyx
phasianellus)
de la
la familia
Neomorphidae,
de unos
35 centímetros
de la
cabeza
al extremo
de la
cola,
que es
llamativamente
ancha.
Esta ave
es exclusiva
de esta
zona y
muy difícil
de ver.
También
lo es
su congénere,
el yasiyateré
chico
(Dromococcyx
pavoninus).
En este
estrato
abundan
los integrantes
de la
familia
Psittacidae,
con especies
como el
loro hablador
(Amazona
aestiva)
y el loro
vinoso
(Amazona
vinacea),
que se
ha avistado
esporádicamente
(Saibene
et al.,
1996)
por lo
cual se
supone
que no
estaría
presente
en forma
permanente;
el loro
maitaca
(Pionus
maximiliani),
el calacante
ala roja
(Aratinga
leucophthalma),
el chiripepé
cabeza
verde
(Pyrrhura
frontalis),
la catita
chirirí
(Brotogeris
versicolurus)
y también
hay citas
de Ara
chloroptera,
el guacamayo
rojo,
pero es
probable
que se
trate
de ejemplares
escapados
del cautiverio
(Chebez,
et al.
1998).
Los mismos
autores
suponen
idéntica
situación
para la
cita del
Aratinga
solstitialis
(llamado
también
“jandaya”)
que sería
la primera
para la
Argentina
El grupo
de los
búhos
cuenta
con varias
especies
que se
desarrollan
en este
espacio
intermedio
superior
y el dosel.
De la
familia
Strigidae
se observan
el alicuco
común
(Otus
choliba)
y el Otus
atricapillus
(especie
sobre
la que
existe
una discusión
taxonómica).
También
hay ejemplares
de la
familia
Trogonidae,
que incluye
a aves
de mucho
colorido,
como el
surucuá
amarillo
(Trogon
rufus)
y el surucuá
común
(Trogon
surrucura).
Los ictéridos
(Icteridae)
ocupan
distintos
lugares
en las
alturas
de la
masa boscosa,
pero algunas
especies
se sitúan
en el
dosel.
Algunos
de los
más
conspicuos
dentro
de este
grupo
son Cacicus
haemorrhous,
vulgarmente
llamado
cacique,
el tordo
pico corto
(Molothrus
rufoaxillaris)
y el boyero
negro
(Cacicus
solitarius).
También
son comunes
en este
estrato
las familias
Corvidae,
integrada
por las
llamadas
urracas,
y la Vireonidae,
que incluye
al juan
chiviro
y los
chivíes.
En el
estrato
superior,
es decir
en las
copas
de los
árboles
emergentes
del resto
de la
floresta,
que alcanzan
entre
20 y 30
m de altura
o más,
encuentran
su hábitat
muchas
aves,
también
vistosas
y llamativas.
Con estos
atributos
podemos
mencionar
a la familia
Ramphastidae,
que muestra
cinco
especies
como el
tucán
grande
(Ramphastos
toco);
el tucán
pico verde
(Ramphastos
dicolorus);
el arasarí
banana
(Baillonius
bailloni);
el arasarí
fajado
(Pteroglossus
castanotis)
y el arasarí
chico
(Selenidera
maculirostris).
Si bien
ocupan
también
estratos
intermedios,
mencionamos
como habitantes
del superior
a las
pavas
de monte
porque
muchas
de ellas
frecuentan
este último
nivel.
La familia
que las
agrupa
se denomina
Cracidae.
Son aves
de gran
tamaño,
que recuerdan
a pavos
y presentan
la zona
gular
y la cara
desnudas,
generalmente
con colores
rojizos.
Se destaca
por su
escasez
la yacutinga
(Aburria
jacutinga),
de más
de 60
cm de
largo
y el yacupoí
(Penelope
superciliaris).
Otro importantísimo
grupo
cuyos
integrantes
ocupan
las copas
de los
árboles
que emergen,
es el
de las
rapaces
de la
familia
Falconidae,
Accipitridae
y Cathartidae
(jotes)
Estos
últimos
no son
cazadores
sino carroñeros,
y están
presentes
con cuatro
especies.
Entre
éstas,
el jote
real (Sarcoramphus
papa)
llama
la atención
por su
gran porte
y su silueta
blanquinegra.
En cuanto
a las
águilas,
se puede
mencionar
al águila
monera
(Morphnus
guianensis)
cuya presencia
en el
área
no está
definitivamente
descartada.
Es de
destacar
que se
trata
de un
ave de
gran porte
(70 cm
aproximadamente)
y poderosísimas
patas
que le
permiten
cazar,
entre
otras
presas,
monos
pequeños.
Pueden
verse
también
el águila
viuda
(Spizastua
melanoleucus);
el águila
crestuda
real (Spizaetus
ornatus)
y el águila
crestuda
negra
(Spizaetus
tyrannus),
que está
protegida
en el
ámbito
nacional
sólo
por el
Parque
Nacional
Iguazú.
En esta
misma
situación
se encuentra
el aguilucho
blanco
(Leucopternis
polionota),
ya sin
registros
desde
mediados
de la
década
de 1980,
y el esparvero
grande
(Accipiter
poliogaster),
que está
protegido
en una
sola área
(la Reserva
Natural
Estricta
San Antonio)
además
de este
parque.
Fuera
de la
zona selvática
hay muchísimas
especies
de varias
familias
que no
han sido
mencionadas
por razones
de espacio.
En los
ambientes
acuáticos
habitan
cuatro
especies
de la
familia
Alcedinidae
(los martín
pescador)
que se
distribuyen
en el
territorio
argentino
y todas
están
presentes
en el
Parque.
Una de
ellas,
Chloroceryle
aemea,
sólo
está
protegida
a nivel
nacional
por el
Parque
Nacional
Iguazú.
La familia
Anatidae
–patos-
está
representada
por aproximadamente
ocho especies.

La familia
de las
garzas
también
se hace
presente
en el
Parque
con gran
parte
de las
especies
que se
encuentran
en el
territorio
argentino.
Una de
ellas,
la garza
real (Pilherodius
pileatus),
es exclusiva
de Misiones
y Formosa,
y el Parque
Nacional
Iguazú
es el
único
que la
protege.
Cualquier
descripción
de las
aves de
este Parque
que omita
la mención
de la
familia
Apodidae,
que incluye
a los
llamados
comúnmente
vencejos,
sería
más
que incompleta
debido
al protagonismo
que tienen,
al menos
en el
sector
Cataratas.
Su vuelo
incesante
recuerda
al de
las golondrinas,
al igual
que su
fisonomía.
Es realmente
sorprendente
cómo
entran
y salen
de las
caídas
de agua
como si
esa fuerza
arrolladora
no existiera.
Uno de
los más
comunes
es el
vencejo
de cascada
(Cypseloides
senex),
pero también
están
el vencejo
de collar
(Streptoprocte
zonaris)
y dos
especies
a las
cuales
la única
área
protegida
nacional
que permite
verlos
es el
Parque
Nacional
Iguazú:
el vencejo
de nuca
blanca
(Streptoprocne
biscutata)
y el vencejo
chico
(Chaetura
cinereiventris)
Es muy
importante
señalar
que 58
especies
de aves
encuentran
protección
exclusiva
en el
Parque
Nacional
Iguazú.
La contracara
de este
dato es
que, así
como este
Parque
tiene
el récord
en especies
exclusivas,
también
lo tiene
en cuanto
a las
amenazadas,
que son
35, seguido
por la
Reserva
San Antonio,
con 14.
Las aves
han merecido
una atención
especial
y cuentan
con un
folleto
específico,
un inventario
publicado
(Saibene
et al.,
1996)
y una
guía
que ilustra
las especies
más
comunes
y conspicuas
(Narosky
y Chebez,
2002).
Investigación
y Textos:
Gabriel
O. Rodriguez
Supervisión
Técnica
Honoraria:
Juan Carlos
Chebez
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