Iguazú

Parque Nacional - Misiones
 

Fauna

La selva misionera, en comparación con otras regiones biogeográficas de nuestro país, es la que posee mayor biodiversidad de fauna y de endemismos regionales (animales o vegetales que viven exclusivamente en un ecosistema o en una zona determinada). Sólo el primero de los grandes grupos en que se divide el reino animal, es decir los invertebrados, nos ocuparía centenares de páginas.

Es habitual, principalmente por la complejidad del grupo, que en este tipo de trabajos no se haga mención a la fauna invertebrada. Por tratarse del Parque Nacional que posee mayor riqueza biológica de la Argentina y por ello ocupa un lugar relevante, haremos muy someros comentarios sobre la fauna no vertebrada.

En un relevamiento de arácnidos (arañas), Martín Ramírez (1995, inf. inéd.) identificó hasta ese momento 210 especies para el Parque Nacional Iguazú. Un inventario de mariposas realizado por Tricio et al. en el marco de un convenio entre la Universidad Nacional de Misiones y la Administración de Parques Nacionales dio como resultado la presencia, para todo Misiones, de 13 familias, de las cuales 11 se encuentran en el Parque con algo más de 130 especies diurnas. Otro relevamiento importante (Klimaitis, 2001) arrojó un número aún mayor de lepidópteros. Esta abundancia se debe fundamentalmente –esto vale también para el resto de la fauna- a la cantidad de nichos (función que realiza una especie en un ecosistema) existentes en microambientes como las altas copas de los árboles emergentes, el enmarañado sotobosque, los infinitos recovecos que existen en las pendientes abruptas del río Iguazú, distintas especies de plantas como las bromelias, que albergan en la base de sus hojas pequeños depósitos permanentes de agua, y muchos otros espacios de vida que crea la naturaleza.

En 1994, Oliva y Trucco relevaron insectos acuáticos presentes sólo en el área Cataratas, concluyendo en que esta fauna es abundante e interesante, dado que se detectaron especies nuevas y otras descriptas muy poco tiempo antes.

Como se advierte, el taxón de la fauna invertebrada requiere muchos estudios. Pero insistimos en lo ya dicho: el mundo de los invertebrados es casi infinito. Si un orden de vertebrados puede estar integrado por centenares de especies, uno de invertebrados obligaría a mencionar, en algunos casos, cientos de miles. La diferencia, en cuanto a cantidad se refiere, es abismal, lo cual, obviamente, hace de la entomología una disciplina muy ardua.

Los mamíferos, generalmente, son el grupo faunístico que más curiosidad despierta en el hombre, tal vez debido a nuestro parentesco. El P. N. Iguazú, en este aspecto, satisface cabalmente a los visitantes con inquietud por la observación, la fotografía o la filmación de la fauna. Con paciencia y buscando lugares adecuados, podrán obtener buenas tomas de algunas especies no tan huidizas.

Para describir la mastofauna de este Parque tomaremos como referencia el trabajo de Heinonen Fortabat y Chebez, (1997). Es importante señalar que un estudio realizado en el área Cataratas (Heinonen Fortabat y Schiaffino, 1994), dio como resultado que un 83,9 %, de las especies de mamíferos conocidas para el Parque lo frecuentaban. Este estudio también determinó que presenta la diversidad más alta de marsupiales carnívoros del país. Este orden es poco conocido por el común de la gente, hasta que se descubre su “sofisticado” y maravilloso sistema de reproducción y se le comienza a prestar más atención. Se mencionarán las especies presentes en el Parque Nacional Iguazú. Son de costumbres arborícolas con cola prensil, aunque también los hay de hábitos terrestres y acuáticos. Los embriones se trasladan al marsupio (bolsa abdominal) y completan en él su desarrollo prendidos de los pezones. En Iguazú encontramos sólo un orden de marsupiales –Didelphimorphii- y una sola familia del mismo: Didelphidae (algunos taxónomos incluyen a la especie Caluromys lanatus en una familia distinta: Caluromyidae). Esta familia incluye a la cuica de agua (Chironectes minimus), también llamada comadreja acuática o yapó en lengua guaraní, de unos 35 cm de longitud; a Caluromys lanatus o cuica lanosa, chucha o mbicuré viyú; a la comadreja picaza y a la comadreja común, overa o mbicuré–eté (Didelphis albiventris), la más común, de mayor tamaño y distribución más amplia en la Argentina. También incluye a Didelphis aurita, que algunos llaman comadreja de orejas negras o mbicuré–hú; a Metachirus nudicaudatus, también llamada comúnmente yupatí o comadra de anteojos, por las dos manchas blancuzcas circulares que luce sobre el hocico, predominantemente oscuro (posee un tamaño que supera los 30 cm.); a la marmosa cenicienta o guaikí (Micoureus demerarae); a Monodelphis iheringi, llamada vulgarmente colicorto de tres rayas o, en lengua guaraní, anguyá; al colicorto cabeza rojiza, catita, anguyá o mbicuré-í, cuyo nombre científico es Monodelphis scalops; al colicorto selvático, musaraña o anguyá, científicamente denominado Monodelphis sorex (M. henseli sería un sinónimo junior de esta especie) y Philander opossum o guaiquica en el vocabulario popular.

Ahora pasamos a comentar aspectos del orden Xenartha, (o, según la anterior clasificación, orden Cingulata) donde se ubica la familia Dasypodidae, que incluye a los “acorazados” peludos, mulitas, armadillos y pichis, entre otros nombres comunes que reciben. Este grupo es exclusivo de la región austral sudamericana y la principal característica que los hace inconfundibles es una caparazón de gran dureza, provista de pelos aislados, también duros, y patas cortas con gruesas uñas cavadoras. Viven en cuevas, su alimentación es omnívora e insectívora y sus dientes son poco diferenciados. Las especies de esta familia que están presentes en el Parque son Cabassous tatouay o, vulgarmente, tatú-aí, rabo mole o cabasú grande; Dasypus novemcinctus o mulita grande; y el tatú-poyú, gualacate o tatú peludo (Euphractus sexcinctus).

La familia Myrmecophagidae – siempre dentro del orden Xenarthra- comprende al extraño oso hormiguero o yurumí (Myrmecophaga tridactyla), a veces utilizado como símbolo de la fauna sudamericana, y al oso melero o kaaguaré, curioso por sus hábitos alimentarios, cuyo nombre científico es Tamandua tetradactyla.

Los murciélagos, únicos mamíferos voladores, abundan en el Parque. En el orden Chiroptera (quirópteros) varias especies se caracterizan por tener una visión sumamente limitada, lo cual las obliga a orientarse mediante un sistema que se desarrolló evolutivamente. Este sistema se asemeja a un radar, ya que ubica los objetos mediante la emisión de ondas que, al chocar contra ellos y volver, le indican al animal dónde están. Sus alas están constituidas por una membrana que une las extremidades superiores con las inferiores. Son nocturnos en su inmensa mayoría, gregarios y se ocultan durante el día. En el Parque están representados por tres familias. La Phyllostomidae es exclusiva de las selvas tropicales y subtropicales del Neotrópico. De este grupo se encuentran ocho especies aproximadamente, dado que el orden Chiroptera no ha sido suficientemente estudiado aún en el Parque Nacional Iguazú. La familia Vespertilionidae está presente en el Parque con seis especies que son pequeñas y mayoritariamente insectívoras. Por último, la familia de los molosos –Molossidae- tiene tres especies presentes en el área protegida.

Los monos y lemures integran el orden de los Primates con una sola familia en el Parque – Cebidae– , que incluye al carayá o mono aullador, conocido por la emisión de fuertes sonidos que se escuchan a bastante distancia, cuyo nombre científico es Alouatta caraya, hoy más numeroso que hace unos años en Iguazú y el Cebus apella (mono caí o caí), que resulta el más abundante y conspicuo.

Los felinos (orden Carnivora) son el sueño de muchos naturalistas y amantes del safari fotográfico que recorren incesantemente distintos lugares con la ilusión de que se cruce en su camino algún yaguareté (Leo onça), un puma (Puma concolor) o tal vez un ocelote o gato onza (Leopardus pardalis). En el Parque Nacional Iguazú pueden realizar ese sueño, aunque la probabilidad, por la poca abundancia y por la distancia que toman del hombre, es remota. Tampoco sería extraño que se encontraran con algunos de los muy ágiles gatos salvajes que acompañan a los mencionados anteriormente en la ardua tarea de cazar: el gato moro o yaguarundi (Herpailurus yaguarondi); el Margay tigrina o tirica, gato tigre común, gato pintado o yaguá–tiricá en guaraní, entre muchos otros nombres, y el margay (Margay wiedii). Esta especie, como el tirica, está categorizada como “en peligro” en el ámbito nacional y la CITES lo incluye en su Apéndice I, lo cual significa que su comercialización está absolutamente prohibida.

Continuando con los carnívoros, es oportuno comentar la presencia de los Cánidos (Canidae) dentro del área protegida. Sólo se encuentran dos representantes de esta familia: el zorro de monte (Cerdocyon thous) y el zorro pitoco (Speothos venaticus), también llamado zorro vinagre, de aspecto bastante distinto al del resto de los zorros que integran el grupo. Las patas del zorro vinagre son cortas, su hocico no es aguzado, el pelo es relativamente corto y carece de la típica cola larga de los zorros. Es marrón oscuro con tinte rojizo y la parte superior del dorso y la cabeza son parduzcos, también con algún tinte rojizo. Está categorizado como “vulnerable” en el orden nacional e internacional y figura en el Apéndice I de la CITES. Durante mucho tiempo se lo consideró casi extinguido en el territorio argentino, pero paulatinamente, los avistajes fueron dando indicios de que no era tan así. Por ejemplo: en 1977, Andrés Giai y Mario Batiston vieron un ejemplar en el arroyo Yacuy del Parque Nacional Iguazú y recientemente fue avistado un grupo cerca de la seccional El Timbó.

Entre los mustélidos (Mustelidae), están presentes el lobito de río (Lontra longicaudis) y el lobo gargantilla o ariraña (Pteronura brasiliensis). La presencia de esta última especie requiere confirmación, a pesar de que hay suficientes datos como para asegurarla, al menos en zonas aledañas al Alto Iguazú. De suceder así, sería alentador, ya que se trata de una especie declarada en peligro a escala nacional y vulnerable internacionalmente.

El hurón menor (Galictis cuja) y el irará o hurón mayor (Eira barbara) integran esta nómina de carnívoros del Parque junto con dos representantes de la familia Procyonidae que son el coatí, muy abundante, cuyo nombre científico es Nasua nasua y el osito lavador o aguará-popé (Porción cancrivorus). El coatí es, sin duda, el mamífero más conspicuo del Parque Nacional y resulta casi imposible no hallarlo en una caminata por las pasarelas.

El tapir o anta (Tapirus terrestris), un coloso sudamericano cuyo peso lo convierte en el mamífero terrestre más pesado de Sudamérica, integra un selecto gurpo de la mastofauna del Parque Nacional Iguazú. Es el único representante del orden Perissodactyla que es ungulado (dedos envueltos en una cobertura córnea) y que se apoya sobre el dedo central de cada pata.

Debemos mencionar al orden Artiodactyla, cuyos integrantes son ungulados también, pero, en lugar de apoyar el dedo central al caminar, lo hacen en dos de sus dedos. Estos detalles se aprecian claramente en la huellas de ambos grupos. Pertenecen al orden Artiodactyla el pecarí de collar (Pecari tajacu) y su pariente, el pecarí labiado (Tayassu pecari). Entre los cérvidos se encuentra la corzuela colorada (Mazama americana) y la corzuela enana o paca (Mazama nana).

El orden Lagomorpha, similar al de los roedores pero con diferencias craneanas y dentales, está presente en la Argentina con una sola especie autóctona que es el tapetí (Sylvilagus brasiliensis), de aspecto similar al de un conejo, de color marrón con matices rojizos y negros y una zona notoria de color rojizo en la nuca.

El orden de los roedores, denominado Rodentia , incluye a las familias Sciuridae, a la que pertenece la ardilla gris o serelepe (Sciurus aestuans) y Muridae, que incluye a varios ratones como el escaso ratón espinoso (Abrawayaomys ruschii) y el abundante ratón de monte (Akodon cursor), entre otros que se conocen con el nombre de colilargos y hocicudos.

Un curioso animal habita nuestra selva paranaense y también se lo ve en el Parque Nacional Iguazú; es el coendú misionero (Sphiggurus spinosus) –Erethizontida – cuyo cuerpo está provisto de punzantes espinas que constituyen un fantástico medio de defensa. Continuando con el orden de los roedores, es oportuno mencionar a la familia Caviidae, en la que se encuentra el cuis grande o apereá (Cavia aperea) y también el mayor roedor que existe, el Hydrochaeris hydrochaeris, comúnmente llamado carpincho o capibara en muchas partes de América del Sur, donde forma una familia aparte. De hábitos también acuáticos, está presente en el Parque el coipo, quiyá o nutria (Myocastor coypus), que integra la familia denominada Myocastoridae.

Para finalizar la nómina de los mamíferos, debemos mencionar el acutí bayo (Dasyprocta azarae) y al paca (Agouti paca), que pertenece a la familia Aguntidae. Mide unos 80 cm de largo y su color es rojizo con notables manchas blancas.

El tapir, el yaguareté y el yurumí u oso hormiguero fueron declarados Monumentos Naturales de la provincia de Misiones por la ley provincial N† 2589.

Entre los mamíferos exóticos existen gatos y perros domésticos y las infaltables rata europea (Rattus rattus) y la laucha común (Mus musculus).

En lo que respecta a la ictiofauna, no es menos rica que ninguno de los otros grupos animales. De las 222 especies mencionadas para Misiones, 33 fueron halladas en el Parque nacional Iguazú, de las cuales 31 corresponden a ejemplares capturados sobre el río Iguazú. Es importante destacar la alta singularidad que presenta el alto río Iguazú respecto de la ictiofauna del Paraná (Gómez y Somay, 1985 a y 1989 b,)

La Universidad Nacional del Litoral está llevando a cabo un importante trabajo de inventario de peces de este río. Se han colectado 330 peces que corresponderían a 43 especies diferentes y, de éstas, 35 serían nuevas citas para el río Iguazú y dos nuevas para la Argentina.

Con respecto a los anfibios, no se han hecho estudios de gran relevancia durante períodos largos como lo requeriría la complejidad de ambientes y la gran biodiversidad faunística del área. El estudio realizado en el sector Cataratas (Bosso, 1994) dio como resultado que el total de anfibios del área recorrida suma 18 especies de 10 géneros y 4 familias, lo que representa el 36% de las especies conocidas para la Provincia. Además, señala que la familia Hylidae es la más numerosa, ya que constituyó el 59% del material colectado.

La provincia de Misiones posee endemismos en su batracofauna. Tal es el caso de Limnomedussa macroglosa (rana de las correderas), propia de los rápidos de ríos y arroyos, y Aplastodiscus perviridis (rana tacuarera), que habita los tacuarales de yatevo (Chebez, 1996).

Un lugar predilecto para los batracios son los troncos caídos donde se junta humedad o la base de las hojas de los caraguatáes u otras bromelias. En estos sitios podemos encontrar a la Scinax nasica, la Scinax fuscovaria y la Hyla minuta, conocidas todas con el nombre común de ranitas trepadoras por su habilidad para subir por cualquier superficie, por más lisa que sea; o la Phrynohyas venulosa, que segrega una sustancia tóxica al ser agarrada. Esta rana emite un canto fuerte y su sistema de reproducción consiste en construir, antes del cortejo, un dique más o menos circular donde luego pondrá los huevos y crecerán los renacuajos. Leptodactylus labyrinthicus se destaca por su tamaño (20 cm); en la Argentina sólo se encuentra en la selva misionera. También encontramos a Bufo crucifer, llamado sapo misionero.

Los reptiles son abundantes en la misma proporción que el resto de la fauna. Hay aproximadamente 38 especies, de las cuales 26 son ofidios y el resto se reparte entre saurios, tortugas y caimanes. Con respecto a estos últimos, se efectuó un primer estudio pormenorizado (Fitch y Nadeau, 1980) sobre las poblaciones de yacaré overo (Caiman latirostris) del Parque. En aquel momento había 380 ejemplares censados a lo largo del río Iguazú superior. A partir de 1996, el estudio continúa con el monitoreo mensual de las poblaciones, a fin de obtener la densidad relativa de la especie en toda el área.

Entre los ofidios se destaca la familia Viperidae, todos cuyos integrantes poseen venenos poderosos. Están la cascabel (el género Crotalus es más común en América del Norte) o Crotalus durissus científicamente, y la yarará chica (Bothops neuwiedii), la yararaca (Bothrops jararaca) y la yararacusú (Bothops jararacussu).

De la familia Elapidae, a la que pertenecen las corales, están presentes Micrurus frontalis y Micrurus corallinus. De la familia Colubridae hay muchas especies, como la culebra verde (Phylodryas olfersii), de hábitos trepadores y que se alimenta de huevos de aves; la falsa coral (Erythrolampus aesculapii), la ñacaniná-hú (Spilotes pullatus), la ñacaniná de monte (Mastigodryas biffosatus) y muchas otras. Entre las boas –familia Boidae-, aunque existen dudas sobre su presencia actual, cabe mencionar a la boa arco iris (Epicrates cenchria), de vistosa coloración,.

Con respecto a los saurios, se debe mencionar al lagarto overo (Tupinambis merianae), que puede llegar a medir hasta 1,5 m, aunque en general no supera el metro. Varias lagartijas trepadoras del género Tropidurus son abundantes y se mimetizan sorprendentemente con troncos y rocas. Son comunes también el lagarto arborícola (Tropidurus torouatus) y la lagartija que trepa por las cañas: Mabuya frenata.

En cuanto a las tortugas, encontramos las acuáticas más comunes, como Phrynops williamsi o tortuga de arroyo misionera, y la tortuga de cuello de serpiente (Hydromedusa tectifera).

El mundo de las aves, si es majestuoso en lugares donde la floresta es mucho más pobre y los cursos de agua mucho más escasos, cuánto más lo será en lugares donde estos elementos son muy abundantes como ocurre en Iguazú. Se censaron 448 especies, pero esa cantidad puede incrementarse con el paso del tiempo, dado que el área no es pequeña y la vegetación tan intrincada hace posible siempre la aparición de alguna especie nueva.

Para comentar la avifauna del Parque Nacional Iguazú nos ceñiremos al trabajo de Chebez, Rey, Barbaskas y Di Giacomo, (1998). Comenzaremos mencionando a las aves más representativas por el espacio que ocupan. En el suelo de la zona selvática abundan los tinámidos (Tinamidae) como el macuco (Tinamus solitarius), el tataupá rojizo (Crypturellus obsoletus), con aspecto de gallina, los urúes como Odontophorus capueira, muy similares a las codornices y que pertenecen a la familia Phasianidae, el saracura (Aramides saracura), de la familia Rallidae y el ampliamente disperso ypacaá (Aramides ypecaha). El suelo también es frecuentado por los formicáridos (Formicariidae ) –chororós, bataráes y chocas- que acompañan a las enormes hormigas “corrección”, como las llaman en el lugar, que son carnívoras y que, al alimentarse de otros insectos, de alguna forma facilitan la tarea de localización de los mismos por parte de este grupo de aves. Tres bataráes se ven en este ambiente: el batará goteado, llamado así por sus notorias manchas blancas sobre fondo oscuro (Hypoedaleus guttatus), el batará copetón (Mackenziaena severa), que luce cuando es macho un gran copete colorado muy llamativo, y el batará punteado (Mackenziaena leachii). Otro grupo de aves muy llamativas por su colorido plumaje, que suele frecuentar el suelo selvático y el estrato bajo, es el de la familia Pipridae, llamados comúnmente bailarines, como por ejemplo el bailarín azul (Chiroxiphia caudata ) y el bailarín anaranjado (Pipra fascilicauda) cuya conspicua “gorra” roja lo torna muy llamativo.

Ya en el sotobosque o estrato arbustivo, que es también un espacio donde se ve la parte basal de los troncos de los árboles, habitan aves vinculadas a ellos desde el punto de vista alimenticio y por nidificación, como es el caso de los carpinteros –familia Picidae– y los trepadores -familia Dendrocolaptidae-. También están presentes en este estrato especies de la gran familia Furnaridae, como el ticotico ojo blanco (Automolus leucophthalmus), el curutié oliváceo (Cranioleuca obsoleta), el pijuí corona rojiza (Synallaxis ruficapilla), y, de la familia Emberizidae, el pepitero negro (Pitylus fuliginosus), el pepitero verdoso (Saltator similis), el fruterito dorado (Hemithraupis guira) y el saíra arco iris (Tangara seledon), este último de la familia Thraupidae. Otra familia, la Tersinidae, presenta interesantes aves como la tersina (Tersina viridis) y la familia Momotidae el yeruvá (Baryphthengus ruficapilus), de casi 40 cm de largo, con una corona rojiza y cara lateral negra, dorso verdoso y pecho anaranjado, es decir, una multiplicidad de colores sorprendente. Obviamente, en este sector de la vegetación selvática hay muchísimas especies más, cuya enumeración detallada omitiremos.

En el sector denominado dosel, ocupado por árboles cuya altura oscila entre los 10 y 20 metros, y en la parte alta del estrato intermedio es donde más aves hay. Allí merodean los picaflores –Trochilidae- como el corona azul (Thalurania glaucopis), de casi 10 cm, o el de garganta blanca (Leucochloris albicolis); la paloma colorada (Columba cayennensis); integrantes de la familia Coccyzidae, como el cuclillo ceniciento (Coccyzus euleri) o el extraño yasiyateré grande (Dromococcyx phasianellus) de la la familia Neomorphidae, de unos 35 centímetros de la cabeza al extremo de la cola, que es llamativamente ancha. Esta ave es exclusiva de esta zona y muy difícil de ver. También lo es su congénere, el yasiyateré chico (Dromococcyx pavoninus). En este estrato abundan los integrantes de la familia Psittacidae, con especies como el loro hablador (Amazona aestiva) y el loro vinoso (Amazona vinacea), que se ha avistado esporádicamente (Saibene et al., 1996) por lo cual se supone que no estaría presente en forma permanente; el loro maitaca (Pionus maximiliani), el calacante ala roja (Aratinga leucophthalma), el chiripepé cabeza verde (Pyrrhura frontalis), la catita chirirí (Brotogeris versicolurus) y también hay citas de Ara chloroptera, el guacamayo rojo, pero es probable que se trate de ejemplares escapados del cautiverio (Chebez, et al. 1998). Los mismos autores suponen idéntica situación para la cita del Aratinga solstitialis (llamado también “jandaya”) que sería la primera para la Argentina

El grupo de los búhos cuenta con varias especies que se desarrollan en este espacio intermedio superior y el dosel. De la familia Strigidae se observan el alicuco común (Otus choliba) y el Otus atricapillus (especie sobre la que existe una discusión taxonómica). También hay ejemplares de la familia Trogonidae, que incluye a aves de mucho colorido, como el surucuá amarillo (Trogon rufus) y el surucuá común (Trogon surrucura). Los ictéridos (Icteridae) ocupan distintos lugares en las alturas de la masa boscosa, pero algunas especies se sitúan en el dosel. Algunos de los más conspicuos dentro de este grupo son Cacicus haemorrhous, vulgarmente llamado cacique, el tordo pico corto (Molothrus rufoaxillaris) y el boyero negro (Cacicus solitarius). También son comunes en este estrato las familias Corvidae, integrada por las llamadas urracas, y la Vireonidae, que incluye al juan chiviro y los chivíes.

En el estrato superior, es decir en las copas de los árboles emergentes del resto de la floresta, que alcanzan entre 20 y 30 m de altura o más, encuentran su hábitat muchas aves, también vistosas y llamativas. Con estos atributos podemos mencionar a la familia Ramphastidae, que muestra cinco especies como el tucán grande (Ramphastos toco); el tucán pico verde (Ramphastos dicolorus); el arasarí banana (Baillonius bailloni); el arasarí fajado (Pteroglossus castanotis) y el arasarí chico (Selenidera maculirostris). Si bien ocupan también estratos intermedios, mencionamos como habitantes del superior a las pavas de monte porque muchas de ellas frecuentan este último nivel. La familia que las agrupa se denomina Cracidae. Son aves de gran tamaño, que recuerdan a pavos y presentan la zona gular y la cara desnudas, generalmente con colores rojizos. Se destaca por su escasez la yacutinga (Aburria jacutinga), de más de 60 cm de largo y el yacupoí (Penelope superciliaris).

Otro importantísimo grupo cuyos integrantes ocupan las copas de los árboles que emergen, es el de las rapaces de la familia Falconidae, Accipitridae y Cathartidae (jotes) Estos últimos no son cazadores sino carroñeros, y están presentes con cuatro especies. Entre éstas, el jote real (Sarcoramphus papa) llama la atención por su gran porte y su silueta blanquinegra.

En cuanto a las águilas, se puede mencionar al águila monera (Morphnus guianensis) cuya presencia en el área no está definitivamente descartada. Es de destacar que se trata de un ave de gran porte (70 cm aproximadamente) y poderosísimas patas que le permiten cazar, entre otras presas, monos pequeños. Pueden verse también el águila viuda (Spizastua melanoleucus); el águila crestuda real (Spizaetus ornatus) y el águila crestuda negra (Spizaetus tyrannus), que está protegida en el ámbito nacional sólo por el Parque Nacional Iguazú. En esta misma situación se encuentra el aguilucho blanco (Leucopternis polionota), ya sin registros desde mediados de la década de 1980, y el esparvero grande (Accipiter poliogaster), que está protegido en una sola área (la Reserva Natural Estricta San Antonio) además de este parque.

Fuera de la zona selvática hay muchísimas especies de varias familias que no han sido mencionadas por razones de espacio. En los ambientes acuáticos habitan cuatro especies de la familia Alcedinidae (los martín pescador) que se distribuyen en el territorio argentino y todas están presentes en el Parque. Una de ellas, Chloroceryle aemea, sólo está protegida a nivel nacional por el Parque Nacional Iguazú. La familia Anatidae –patos- está representada por aproximadamente ocho especies.

La familia de las garzas también se hace presente en el Parque con gran parte de las especies que se encuentran en el territorio argentino. Una de ellas, la garza real (Pilherodius pileatus), es exclusiva de Misiones y Formosa, y el Parque Nacional Iguazú es el único que la protege.

Cualquier descripción de las aves de este Parque que omita la mención de la familia Apodidae, que incluye a los llamados comúnmente vencejos, sería más que incompleta debido al protagonismo que tienen, al menos en el sector Cataratas. Su vuelo incesante recuerda al de las golondrinas, al igual que su fisonomía. Es realmente sorprendente cómo entran y salen de las caídas de agua como si esa fuerza arrolladora no existiera. Uno de los más comunes es el vencejo de cascada (Cypseloides senex), pero también están el vencejo de collar (Streptoprocte zonaris) y dos especies a las cuales la única área protegida nacional que permite verlos es el Parque Nacional Iguazú: el vencejo de nuca blanca (Streptoprocne biscutata) y el vencejo chico (Chaetura cinereiventris)

Es muy importante señalar que 58 especies de aves encuentran protección exclusiva en el Parque Nacional Iguazú. La contracara de este dato es que, así como este Parque tiene el récord en especies exclusivas, también lo tiene en cuanto a las amenazadas, que son 35, seguido por la Reserva San Antonio, con 14.

Las aves han merecido una atención especial y cuentan con un folleto específico, un inventario publicado (Saibene et al., 1996) y una guía que ilustra las especies más comunes y conspicuas (Narosky y Chebez, 2002).

Investigación y Textos: Gabriel O. Rodriguez
Supervisión Técnica Honoraria: Juan Carlos Chebez


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