Talampaya

Patrimonio de la Humanidad - La Rioja
 

Relieve

La región está conformada por un sistema de sierras que se extienden de norte a sur. El paisaje se caracteriza por las llanuras arenosas, los bolsones y las mesetas (2). En el Parque se levantan la Sierra de los Tarjados, la Sierra Morada hacia el oeste (sobre el límite entre las provincias de San Juan y La Rioja) y hacia el este las sierras de Vilgo, de Paganzo y la Sierra de Sañogasta. Esta última se sitúa frente al Parque, y es una prolongación de la Sierra de Famatina (ubicada al norte), perteneciente al sistema de las Sierras Pampeanas. Entre la Sierra Morada y la Sierra de Sañogasta se abre un valle, interrumpido por la Sierra de los Tarjados (1). La mayor altura de la Sierra Morada, que se halla en su sector norte, es el Cerro Rajado, de 2000 metros (2).

La Sierra de los Tarjados tiene un largo aproximado de 20 km. Está constituida por areniscas y las arcillas del período triásico. Los factores climáticos como los fuertes vientos, las lluvias y las diferencias bruscas de temperatura, ejercen una pronunciada acción erosiva sobre estos materiales, produciendo diferentes geoformas que caracterizan al paisaje de la región, como acantilados, farallones que pueden superar los 100 m de altura, obeliscos, columnas y estrías, entre otras. Los cauces esporádicos de los ríos enriquecen más esta geomorfología, dando origen a cañones y gargantas (1). Algunas de las esculturas naturales que han sido modeladas por los factores climáticos reciben nombres particulares según lo que le sugieran la imaginación humana, por ejemplo, “El Rey Mago”, “La Catedral” y “El Monje” (2).

Los suelos son semidesérticos grises (5), carentes casi por completo de materia orgánica, producto de las condiciones áridas de la zona, que dificultan la humificación. Debido a esto, el suelo está formado directamente por la roca madre, sobre la cual actúan el viento y el agua, desprendiendo y transportando partículas de diferentes tamaños. Abundan los cantos rodados y otros materiales pedregosos. Este tipo de suelo suelto, poco desarrollado, es altamente susceptible a la acción de las lluvias, cuyo efecto es relevante en cuanto al modelado del paisaje.

Las lluvias, que se caracterizan por ser torrenciales, aunque muy esporádicas, descargan abundante cantidad de agua en cortos períodos de tiempo. Durante estos episodios, el agua se encauza siguiendo la pendiente natural del terreno y formando corrientes esporádicas lo suficientemente caudalosas como para producir surcos y canaletas sobre un suelo pobre, de escaso desarrollo. Los procesos de erosión, a los cuales estos suelos son altamente susceptibles, se ven acentuados por otros factores climáticos, tales como las diferencias de temperatura diarias y estacionales, el viento y la alta insolación (3). Como resultado, aparecen sobre el terreno surcos de entre 7 y 8 metros de ancho (1, 5). Además, la acción de las corrientes de agua sobre las laderas genera el arrastre de partículas rocosas de diferente tamaño, dejándolas esparcidas al pie de las montañas. Sobre estas acumulaciones de escombros actúa luego el viento como agente de selección. Las partículas más finas, como las arenas, son levantadas y transportadas, acumulándose posteriormente en los valles y dando origen a los médanos (3).

Este tipo de suelo, en asociación directa con el tipo de clima dominante, sustenta una vegetación pobre, de características xerófilas, espinosa y de hojas pequeñas. La escasa cobertura vegetal deja un alto porcentaje de suelo desnudo, expuesto a los factores erosivos (5).

Investigación y Textos: Cintia Celsi
Supervisión Técnica Honoraria: Juan Carlos Chebez


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