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Iberá

Area Protegida - Corrientes
 
Flora

Flora

De las distintas divisiones biográficos que se realizaron del territorio argentino, por extensión aplicables a la provincia de Corrientes, desarrollaremos las realizadas por Burkart y otros (1999) y la de Cabrera (1976). Según la primera la superficie de Corrientes se divide en cinco eco-regiones:

CHACO HUMEDO: extremo noroeste de la provincia;

CAMPOS Y MALEZALES: ocupa una ancha franja paralela a la costa del río Uruguay, que se extiende desde el extremo noreste (abarcando aquí toda la longitud del territorio provincial), ensanchándose hacia el sureste hasta aproximadamente los 30º 20´ de latitud sur;

ESPINAL : es una cuña que penetra en el territorio correntino por el sur hasta el centro de la provincia. La misma limita al este con la Eco-región Campos y Malezales y al oeste con la eco-región Esteros de Iberá;

DELTA e ISLAS del PARANÁ: una angosta franja que margina el río Paraná a lo largo de su paso por la provincia.

ESTEROS del IBERÁ: penetra en una angosta lonja por el suroeste y en su ascenso hacia el norte se ensancha hasta ocupar más de la mitad de la provincia.

Según la clasificación de Cabrera (1976) en la provincia de Corrientes se sitúan tres provincias fitogeográficas:

DEL ESPINAL: cubre desde el sur todo el ancho del territorio y con esa misma dimensión la franja se desplaza hacia el noreste hasta ocupar dos tercios del límite sudeste.

CHAQUEÑA ORIENTAL: un amplio sector noroeste limitando al sureste con la provincia fitogeográfica anterior y al norte con la paranaense.

PROVINCIA PARANAENSE : se desarrolla por el norte de la provincia y una franja relativamente angosta que limita por el norte a las otras dos provincias fitogeográficas mencionadas Los biomas enunciados ocupan determinados sectores, pudiéndose diferenciar según la vegetación predominante.

En primer lugar debemos considerar la vegetación acuática por ser la Reserva Natural del Iberá una unidad en la que la superficie cubierta por agua representa un porcentaje considerable sobre el total, y los esteros se definen justamente por ser cuerpos de aguas estancadas, con poca profundidad y mucha vegetación. Se puede distinguir entre la que se desarrolla en los bordes con aguas someras y la que ocupa aguas más profundas donde generalmente crece la vegetación flotante. La formación más típica es el camalotal, formado por bellas plantas de flores azules (Eichhornia azurea) que cubren extensas superficies, el helecho de agua (Salvinia biloba), el aguapé (Eichhornia crassipes) que luce una hermosa flor de pétalos violetas con parte de los órganos amarillos, la muy conspicua lenteja de agua con al menos tres especies que se las conoce con ese nombre vulgar que son Wolffia brasiliensis, Lemna minuta y Spirodela intermedia, que cubren también grandes superficies con su forma de “botoncitos” de distintas tonalidades de verde, y el repollo de agua (Pistia stratiotes) cuyo apodo común deriva de su parecido con la hortaliza del mismo nombre, el camalotillo o estrella de agua (Nymphoides indica) que de octubre a abril luce una vistosa flor con pétalos blancos y el tubo amarillo, la cucharita de agua (Limnobium spongia) con una hoja flotante perfectamente redondeada y otras especies menos comunes.

Una mención especial merece el irupé (Victoriana cruziata) con curioso aspecto de un enorme plato flotante que puede superar el metro y medio de diámetro y sus flores blancas de gran tamaño aparecen sobre la superficie del agua en lugares alejados de las hojas. El irupé es utilizado por mucha aves acuáticas como apostadero. En cuanto a la flora palustre o hidrófila que crece en las zonas de aguas poco profundas- generalmente el contorno del estero o laguna- o en zonas anegadizas, se hace mención de la abundante saeta, sagitaria o flecha de agua (Sagitaria montevidensis) cuya dispersión abarca casi todo el continente americano, y en Argentina ocupa el norte húmedo hasta el sur de la provincia de Buenos Aires. La hoja tiene forma sagitada y llega a medir hasta 30 centímetros de largo y otro tanto de ancho y su llamativa flor posee pétalos blancos (a veces amarillentas) con una notable mancha púrpura en su base.

Continúa la nómina con la no menos común achira o pehuajó (Thalia geniculata) de una distribución similar a la de la especie anterior; el también llamado camalote o aguapey (Pontederia cordata) con flores azules y violáceas que se desarrollan en espigas que llegan a tener hasta 15 centímetros; el lirio amarillo (Cypella herbertii) con una hermosísima flor del color que indica su nombre común; el catay amargo (Polygonum stelligerum); la achira colorada (Canna indica) con hojas elípticas verdes y una llamativa flor roja; la renombrada totora (Typha domingensis); el pirí (Cyperus giganteus) y muchas especies más de este grupo de plantas palustres que se caracterizan por atravesar con su tallo el agua y en el medio aéreo desarrollan sus hojas, flores y frutos.

También hay plantas hidrófilas que son más comunes de ver en los embalsados como ocurre con la flor de nácar o begonia (Begonia cucullata) con tallos rojizos y flores blancas –rosadas, el zaino (Fuirena robusta), la cortadera (Rhynchospora corymbosa), la sombrilla (Rhynchospora velutina), la llamada yerba de burro (Senna pendula), el cucharero (Echinodorus grandiflorus), la rosa de bañado (Hibiscus striatus), la dama de noche (Ipomoea alba), la rosa del estero (Rhabdenia ragonesei) y muchas más. También en los embalsados grandes puede observarse flora de porte arbóreo como el ceibo (Eritrina crista-galli), el laurel blanco (Nectandra angustifolia) y el conspicuo curupí (Sapium haematospermun), entre otros. Es interesante destacar la presencia en el área de plantas carnívoras que se desarrollan en ambientes acuáticos: hay dos géneros en el área prospectada que son Drosera y Utricularia, siendo dos especies de este último relativamente comunes.

En los sectores más elevados se forman selvas con abundancia de flora de la paranaense, aunque algunas especies de árboles alcanzan un porte menor que en la selva misionera. El lapacho negro (Tabebuia heptaphyla), el ibirá pitá (Peltophorum dubium) con su llamativa floración amarilla, el azota caballo (Luehea divaricata), el guayaibí (Patagonula americana) que puede alcanzar los treinta metros de altura y 80 centímetros de diámetro en el tronco, el ambaí (Cecropia pachystachya) cuya corteza tiene puntuaciones y líquenes frecuentemente, el timbó u oreja de negro (Enterolbium contortisiliquun), guaraniná (Sideroxylon obtusifolium) y muchos más. La palmera pindó (Sydgrus romanzoffianum), la caranday (Copernica alba) y la yatay (Butia yatay) están presentes en la Reserva Provincial Iberá. Estos bosques están compuestos también por estrato arbustivo en el que son comunes el jazmín de Paraguay o azucena de noche (Brufelsia australis), la amorera (Byttneria urticifolia), la malva – una de las tantas especies que llevan ese nombre- (Pavonia sepium), la ortiga brava (Urera baccifera) y otros más. Varias enredaderas se encargan de enlazar las ramas de los árboles y arbustos y con los helechos y epífitas contribuyen a dar el aspecto enmarañado que presenta esta formación vegetal.

Entre las epífitas se destacan por su abundancia las conspicuos claveles del aire de distintas especies del género Tillandsia, helechos como Micrograma squamulosa, varias cactáceas del género Rhipsalis, la orquídea blanca (Brassavola tuberculata), la flor de patito (Oncidium bifolium) y varias de las familias Bromeliaceae y Orchidaceae, entre otras. Hay espacios donde se forman bosquecillos de ñandubay (Prosopis affinis), de aromito o espinillo -nombres que recibe según la región- (Acacia caven) y el algarrobo negro (Prosopis nigra) como representantes de la flora del espinal. E

n la parte sur del sistema del Iberá abunda la vegetación herbácea con predominancia de espartillares de Elyonorus muticus. La masa vegetal que albergan los esteros, lagunas y bañados retiene agua en proporciones considerables, estimándose que sólo una cuarta parte del producto de las precipitaciones se escurre hacia el río Paraná, a través del único desague superficial del sistema, el río Corrientes. De lo demás se encarga la alfombra vegetal por transpiración metabólica y evaporación directa (Bolsón, 2003).

 

Investigación y Textos:Gabriel Omar Rodriguez

 


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