Rafael de Aguiar

Parque Forestal y Botánico - Buenos Aires
 

Alternativas turísticas

Bien merece ser visitada esta hermosa ciudad bonaerense – San Nicolás de los Arorros- muy próxima al Parque Regional Rafael de Aguiar y al límite con la provincia de Santa Fe. Posee infraestructura para alojar al visitante que decida orientar su periplo hacia estos pagos, con restaurantes, cines, teatros, una calle peatonal muy pintoresca y últimamente se convirtió en un importantísimo centro de devoción mariana. El 25 de septiembre de 1983, Gladys es la persona elegida para la primera aparición de la imagen de la Santísima Virgen, pero no existió ningún diálogo. El 28 de septiembre de ese año, por segunda vez se le aparece con los mismos colores que tiene ahora la Virgen del Rosario. El 7 de octubre cuando se aparece, Gladys le pregunta cuál es su deseo, entonces se borra la imagen y aparece un templo, por lo que se supone que María quería estar entre nosotros.

Ella concurre a comunicarle los hechos al Padre Carlos Antonio Pérez, que la escuchó con atención y prudencia y la invitó a esperar que los acontecimientos se encargaran de demostrar la autenticidad de los hechos. Al poco tiempo se decide la construcción del templo y hoy se convirtió en una de los centros de peregrinaje para honrar a la Santísima Virgen más importante del país.

Muchos acontecimientos históricos hacen de San Nicolás también “la Meca” del turismo de esta naturaleza. A continuación se hace una pequeña reseña de los mismos.
En 1819 el Congreso de Tucumán le otorga categoría de ciudad, al poblado de San Nicolás de los Arroyos, que allá por 1748 un comerciante santafesino, don Rafael de Aguiar, había dado lo primeros pasos para fundarlo. Adquirió gradualmente importancia y en un período fue cabecera del “Pago de los Arroyos”, que incluía un amplio distrito ocupado hoy por varios Partidos. Muchos acontecimientos históricos tuvieron como escenario a esta pujante ciudad. Uno de ellos fue el haber sido el lugar desde donde el General Manuel Belgrano, en 1810, partió con un reducido número de tropas a su campaña al Paraguay. Un año después, en 1811, se libra en sus costas un combate naval entre fuerzas criollas- al mando de Juan Bautista Azopardo- y los realistas al mando del capitán Jacinto Romarate. Después fue saqueada por los españoles y el 1820 presenció el enfrentamiento entre los caudillos Estanislao López de Santa Fe junto al entrerriano Francisco Ramírez contra las tropas del Directo Supremo Rondeau en la cañada de Cepeda, muy cerca de San Nicolás. En 1852 el General Justo José de Urquiza reunió a todos los gobernadores de la confederación – 14 provincias- y se firmó el célebre Tratado de San Nicolás que sentó las bases de la Constitución Nacional de 1853.

Muchos matices de su pasado le dan prestigio de ciudad histórica por antonomasia. Fue cuna de progreso, porque aquí funcionó el primer saladero de cueros del país, de aquí salieron por primera vez, allá por 1883 las primeras carnes congeladas desde el frigorífico La Elisa, del francés Eugenio Terrason. Fue la primera ciudad del interior que tuvo iluminación a gas, los primeros tranvías a caballo y el primer Colegio Salesiano de América, dado que San Juan Bosco, el fundador de esa institución, tuvo un anuncio de que debería instalar una base de su congregación en estas latitudes sudamericanas. La batalla de Pavón tuvo para San Nicolás especial repercusión, ya que luego de aquel combate librado el 17 de septiembre de 1861 y general Mitre ingresó a la ciudad con sus tropas, denomino calle de La Nación a una de sus arterias. Y muchos otros episodios históricos de distinta trascendencia no le permitieron pasar desapercibida y se convirtió en una pujante ciudad, de unos 140.000 habitantes con su puerto, importantes comercios, en una época no muy lejana fue un importantísimo centro siderúrgico del país.

Hay un hermoso balneario, lugares para practicar la pesca deportiva y la Reserva Regional Rafael de Aguiar, un predio para vincularse íntimamente con la naturaleza y practicar el trakking, la observación de las aves valiéndonos de binoculares -este hobby que hoy gana adeptos día a día - el contacto con la brisa que proviene del río Paraná, que tramite una frescura que renueva, una cámara fotográfica que detenga por un instante el paso de una cigüeña, el taladrar de un pájaro carpintero o esa puesta de sol que parece mágica, y toda otra actividad que nuestra mente receptiva de sensaciones pueda “robarle” a la naturaleza. Esta área natural protegida pretende amparar esos encantos para que muchos que pasen después que nosotros puedan seguir viéndolos, filmando o fotografiando, tal cual lo hicimos nosotros.

Investigación y Textos: Gabriel O. Rodriguez


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