San Guillermo

Parque Nacional - San Juan
 

Recursos Culturales

La zona cuenta con importantes manifestaciones de culturas aborígenes. Se destacan los asentamientos prehispánicos dedicados al aprovechamiento de los camélidos silvestres y la traza del Camino del Inca, que une una serie de “tambos” o “postas”.

La historia de esta zona se remonta a 6.500 años a.C., con la presencia de tribus cazadoras. Luego, durante los primeros mil años de nuestra era, vivieron aquí pueblos agricultores, relacionados con la cultura de La Aguada: los diaguitas, los calchaquíes y los pulares.

Al finalizar el siglo XV, los incas se establecieron en el área, en torno de los principales hábitats de vicuñas. Protegieron a estos animales cuya lana, muy apreciada, estaba reservada a la confección de la vestimenta de las clases sociales más altas del Imperio Incaico .

En 1963 fue descubierta en el cerro Toro, a 6100 metros de altura, una momia inca, posiblemente relacionada con la práctica religiosa de sacrificios humanos, con los cuales eran homenajeadas las cumbres sin nieve.

Los cacanos o diaguitas-calchaquíes

Diversos estudios han llegado a la conclusión de que las tres ramas (pulares, calchaquíes y diaguitas) hablaban la misma lengua, llamada “cacá” o “cacano”. En consecuencia, nos referiremos al conjunto de estos tres pueblos como cacanos.

Los pulares estaban en el valle de Salta; más abajo, los calchaquíes, -en el valle Calchaquí-, y más al sur aún, en Catamarca, La Rioja y norte de San Juan, los diaguitas.

Los cacanos o diaguitas pertenecían al grupo de pueblos andinos y su cultura era una de las más elevadas del territorio argentino. Cultivaban la tierra, en especial el maíz -su principal alimento-, pero también porotos, zapallo y quinua, en andenes que construían en las laderas. Debido al clima y a la aridez del suelo, era necesario el riego artificial, motivo por el cual construían canales y acequias que después fueron utilizados por las poblaciones mestizas y que, en parte, aún perduran. Hay indicios de que realizaban la siembra haciendo pequeños hoyos con el palo de cavar. Las estacas puntiagudas encontradas por Ambrosetti han de haber tenido esta misma función.

Fueron criadores de llamas, que utilizaban como animales de carga y productores de lana, en tanto que su carne, en cambio, era de poco consumo. Según las viejas fuentes, los cacanos creían que si comían mucha carne envejecerían pronto. La algarroba también fue importante. Una vez realizada la recolección, la almacenaban en silos subterráneos. Con este fruto elaboraban el patay y la aloja. La época de recolección era la más alegre del año y los descendientes de los antiguos cacanos mantienen viva esta tradición hasta el día de hoy.

Las viviendas se construían con piedra seca y techo de paja. También aparecen construcciones de quincha que, posiblemente, hayan sobrevivido de culturas anteriores.

La vestimenta de estos aborígenes consistía en la llamada camiseta, que era una prenda suelta desde los hombros hasta los pies, ojotas como calzado y los cabellos largos trenzados. Los adornos eran de hueso, piedra o metal, especialmente de cobre y bronce. Se han encontrado brazaletes, aros, prendedores y placas pectorales generalmente decoradas. Las armas más usadas fueron el arco y la flecha.

Construyeron fortificaciones para defenderse de la invasión española. Para levantar el espíritu combativo o para amedrentar al enemigo antes de la lucha, hacían sonar cornetas y pingollos. Esto, según fuentes históricas, era muy común en todos los pueblos indígenas.

Los cacanos eran sedentarios. Los poblados fijos en que vivían tenían, en ciertos casos, grandes dimensiones (como los de La Paya, Quilmes, Tolombón, etc.) por lo cual han sido llamados ciudades. Cada pueblo tenía cerca su “pucará” o recinto fortificado, siempre bastante escondido, donde sus habitantes se refugiaban en caso de ataque enemigo.

Por medio de los jesuitas que estuvieron por estas zonas, sabemos que los cacanos adoraban al sol y tenían lugares sagrados llamados “mochaderos”, donde había varillas revestidas con plumas que los misioneros llamaban “idolillos” y a los que solían destruir con todo fervor.

Los cacanos enterraban a sus muertos de distintas formas: en tierra, en cámaras sepulcrales, en posición decúbito, en cuclillas, etc. En lo único en que coinciden todos estos pueblos es en el entierro de los niños, que se hacía en urnas, por lo general decoradas con una estilización de cara humana pintada y modelada.

Además de trabajar los metales, sabían extraerlos y mejorarlos. Utilizaban los llamados “marayes”, grandes piedras labradas que servían para machacar el mineral, que luego se fundía en las “buayras”, artefactos similares a grandes hornallas que se colocaban en la cumbre de un cerro donde era posible utilizar la acción directa del viento para avivar el fuego. Los metales más usados eran el cobre, el bronce, el oro y la plata.

Investigación y Textos: Gabriel Omar Rodriguez
Supervisión Técnica Honoraria: Juan Carlos Cebez


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