Copo

Parque Nacional - Santiago del Estero
 
Fauna

Fauna

Viuda Negra
Yaguareté
Loro Hablador
Tortuga Terrestre Común
Pecarí de Collar

La fauna que alberga el Parque Nacional Copo es muy valiosa tanto por la cantidad de especies como por el estado de conservación de las mismas, ya que muchas de ellas están amenazadas, una en estado crítico y otras se encuentran en muy pocas áreas protegidas nacionales.

Es importante señalar la riqueza de insectos herbívoros, termites y hormigas que cumplen diversas funciones dentro de la intrincada trama de las relaciones ecológicas. Muchas de estas especies utilizan las cavidades de los grandes árboles como nido y otras lo construyen bajo tierra, dejando en la superficie enormes montículos. Estas hormigas son alimento de algunos edentados de la familia Dasypodidae, como los piches, pichiciegos o armadillos, mientras que otras lo son de avispas, reptiles y aves.

En situación de especie amenazada, dentro de los mamíferos, está el emblemático yaguareté, jaguar, yaguareté-hú en guaraní o simplemente tigre, como lo llamaron los primeros europeos (Leo onça en nomenclatura científica), cuyas poblaciones en territorio argentino son exiguas. En él, la especie busca hoy refugio en la nuboselva salteña y jujeña, en algunos sectores del distrito chaqueño occidental y en la selva misionera, y frecuenta una gran variedad de ambientes (Chebez, l994). Por su escasez, un lugar muy destacado dentro de las mastofauna del P.N. Copo, lo ocupa el chancho quimilero, que está categorizado como “En Peligro” en el ámbito nacional y figura en el apéndice I de la CITES (Convención Internacional sobre Tráfico de Especies de Fauna y Flora Silvestres). En nuestro territorio, la presencia del taguá (como se lo llama en lengua guaraní y cuyo nombre científico es Parachoerus wagneri) tiene una historia de la que bien vale la pena transcribir lo expresado por Chebez (1994): “descrito en 1930 como fósil o subfósil por el paleontólogo argentino Carlos Rusconi, quien se asombró al analizar sus restos en excelente estado de conservación en los túmulos de la “civilización” Chaco-Santiagueña en Santiago del Estero; hizo falta que transcurrieran 44 años para que se lo redescubriera formando parte de la fauna actual en el chaco paraguayo. Pese a los indicios importantes (como dos cráneos que había desde 1930 en el Museo Argentino de Ciencias Naturales) y la referencia concreta que hace el doctor Esteban Maradona en su libro "A través de la Selva" sobre la especie aludiendo a su costumbre de comer la tuna del quimil y muchos indicios más, hasta 1975 se desconocía la presencia de esta especie en territorio argentino”. Actualmente, su distribución llega a la zona de “El Impenetrable”, en la provincia del Chaco, y a algunos departamentos de las provincias de Salta, Formosa, probablemente Tucumán y Santiago del Estero (en esta última provincia, no sólo en el departamento Copo, donde se ubica el Parque Nacional homónimo, sino también en Pellegrini). Hasta el momento, la Reserva Natural Formosa y el Parque Copo serían las únicas unidades de conservación bajo jurisdicción nacional que hospedan poblaciones de chancho quimilero.

Una mención muy especial la merece el tatú carreta (o tatú guazú en guaraní) denominado por la zoología Priodontes maximus, que también estaría sólo presente en la Reserva Natural Formosa y en el Parque Nacional Copo. El tatú-assú, como lo llaman en Brasil, figura en el apéndice I de la CITES y está considerado “En Peligro” en el nivel nacional y “Vulnerable” internacionalmente. Esta especie es una de las pocas cuyo considerable retroceso numérico puede atribuirse más a la captura por el hombre que a la destrucción de los hábitats. En efecto, este animal siempre fue muy buscado porque se lo considera una “rareza”, lo cual hace que se cotice muy alto en el mercado de fauna. Además, sirve como alimento y su enorme caparazón es materia prima para muy diversos usos.

En el Parque hay una cuarta especie de mamífero de escasa distribución, cuyo estatus internacional es el de “Vulnerable” y el de “En Peligro” en el orden nacional (Apéndice II de la CITES). Se trata del renombrado oso hormiguero, yurumí, tamanduá u oso bandera, entre otros nombres vulgares, científicamente denominado Myrmecophaga tridactyla (Myrmecophaga tridactyla tridactyla es la subespecie que habita territorio argentino). La distribución de esta especie en la Argentina también es limitada, como ocurre con los tres mamíferos mencionados anteriormente. Se lo puede citar para las provincias de Misiones, Formosa, Chaco, Salta, Santiago del Estero, norte de Corrientes y Santa Fe.

Entre la mastofauna es destacable la presencia de la corzuela o corzuela parda (Mazama guazoupira), del pecarí de collar o gargantilla (Pecari tajacu), del pecarí labiado o majano (Tayassu pecari) y del mataco, majano o tatú bola (Tolypeutes matacus). Dentro de la familia Dasypodidae, podría estar presente el gualacate, tatú podyú o quirquincho de seis bandas (Euphractus sexcinctus) según varias referencias de pobladores. Entre los felinos, aparte del mencionado Leo onça, están presentes el gato moro o yaguarundí (Herpailurus yaguarondi), el gato montés común (Oncifelis geoffroyi) y el puma (Puma concolor). Dentro de los cánidos se avistaron los zorros pampa (Dusicyon gymnocercus) y el zorro de monte (Cerdocyon thous). El conspicuo zorrino común (Conepatus chinga) y el hurón menor (Galictis cuja) son, hasta el momento, los mustélidos registrados en el Parque. Hay que tener en cuenta que, si bien el área estaba protegida por la provincia de Santiago del Estero desde hace muchos años y, por ende, fue recorrida, su superficie es suficientemente grande como para que exista la posibilidad de descubrir la presencia de alguna especie de tamaño pequeño (de cualquier orden) y cuyos hábitos la hagan huidiza ante la presencia humana.

En el Parque se han realizado varios avistajes de tapetí (Sylvilagus brasiliensis) y, pasando a una familia totalmente distinta, la Tapiridae, es probable la presencia de uno de sus integrantes, el imponente tapir o anta (Tapirus terrestris), aunque sus poblaciones son muy escasas. De los mamíferos de porte mediano registrados en el área en cuestión falta nombrar a la comadreja común u overa (Didelphis albiventris). Entre la microfauna mamífera hay varias especies de ratones y ratas de la numerosa familia Muridae (o Cricetidae según otros autores), así como algunos marsupiales de la familia Didelphidae, generalmente conocidos como comadrejitas y colicortos, y especies del orden Chiroptera, que incluye a una gran cantidad de murciélagos, molosos y vampiros, entre otros nombres comunes que reciben.

Contrariamente a lo que ocurre con los mamíferos, la batracofauna registrada en el Parque Nacional Copo es escasa. Con respecto a los reptiles, es importante señalar que hay registros de la tan perseguida tortuga terrestre común (Chelonoidis chilensis), convertida por estos tiempos en la mascota casi preferida de muchos hogares. También los hay de iguana colorada (Tupinambis rufescens), de chelco (Tropidurus etheridgei) y de amberé liso (Mabuya frenata). La boa de las vizcacheras o lampalagua (Boa constrictor), la culebra musurana (Boiruna maculata) y la yarará chica (Bothrops neuwiedii diporus) son algunas especies que aumentan la nómina de reptiles.

Como se señaló precedentemente, el déficit hídrico que sufre la zona durante varios meses del año (la mayor merma se produce entre abril y septiembre) ocasiona la escasez de algunas aves que no recurren a la estrategia migratoria. Hecha esta salvedad, se puede decir que el Parque Nacional Copo cuenta con una variada y rica avifauna. La lista completa sería larga, por lo que nombraremos sólo una o dos de cada una de las principales familias presentes en el área en forma permanente o estacional. En primer lugar, hay que mencionar al ñandú (Rhea americana), cuyo hábitat son las praderas, sabanas y bosques abiertos de gran parte del norte del país hasta la provincia de Río Negro. Los catártidos están presentes con dos especies de jotes muy conspicuos: el de cabeza colorada (Cathartes aura) el y el de cabeza negra (Coragyps atratus). De las rapaces (Familia Accipitridae), es oportuno citar al gavilán de patas largas (Geranospiza caerulescens), cuya distribución se limita al norte de la Argentina, y al águila coronada (Harpyhaliaetus coronatus), también escasa (“Vulnerable” en el ámbito nacional) y la única rapaz que figura como amenazada en el Libro Rojo de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). De la familia Cracidae (pavas de monte, muitú) integra la nómina la charata (Ortalis canicollis), y de la Columbidae (palomas), se observan al menos cuatro especies. Los psitácidos hacen gala de su presencia con el loro hablador (Amazona aestiva), una de las especies más perseguidas de las de su grupo y también del resto de la fauna. Su cautiverio como mascota pasó a ser algo común en viviendas urbanas, casas de campo y prácticamente en cualquier lugar donde haya un asentamiento humano, comercializándose en cantidades tanto a escala local como para exportar, especialmente a países del hemisferio norte. Dentro de los vencejos (Apodidae) hay que nombrar al vencejo de tormenta (Chaetura meirdionalis), que nidifica en el norte de la Argentina y en invierno migra hacia zonas más septentrionales. Atajacaminos, picaflores, lechuzas, carpinteros, entre los que cabe mencionar al carpintero negro (Dryocopus schulzi), con estatus nacional de “Vulnerable”. Muchas otras familias del grupo de los no passeriformes distraen la vista del observador, ya sea neófito o avezado. Los passeriformes, con familias que superan varias decenas de especies, son muy numerosos y variados en su morfología y colorido. Tanto es así que la familia Furnariidae, o sea los llamados vulgarmente horneros, curutíes, crestudos, pijuíes, espineros y otros, son de una coloración general parda, rojiza y blancuzca, con raras excepciones en las que presentan un matiz más vistoso. Los presentes en.Copo superan la docena de especies. La familia Emberizidae, también con representantes que superan la docena de especies, agrupa vistosos pájaros como el naranjero (Thraupis bonariensis), de tonos celestes violáceos, amarillos y negros, el brasita de fuego (Coryphospingus cucullatus), casi enteramente rojizo oscuro y la cabeza escarlata o el conspicuo cardenal común (Paroaria coronata), de dorso gris plomizo, cuyo copete rojo intenso se extiende hasta el pecho. Los de la familia Icteridae contribuyen notoriamente a la diversidad que presenta el gran orden de los passeriformes, con ejemplares que superan en tamaño a la mayoría de los que integran el grupo y que presentan, en muchos casos, largos picos agudos y colores muy marcados como los negros, amarillos y rojos.

Como expresaron Bertonatti y Corcuera (2000) con respecto a la gran biodiversidad de la región chaqueña, “tanto el chaco húmedo como el seco y el serrano necesitan la creación e instrumentación de una gran superficie de áreas protegidas”. La concreción de esta unidad de conservación en pleno corazón chaqueño satisface, aunque modestamente, esa necesidad.

 

Investigación y Textos: Gabriel Omar Rodríguez
Supervisión Técnica Honoraria: Juan Carlos Chebez

 


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