S. de las Quijadas

Parque Nacional - San Luis
 
Cultura

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Los huarpes

Fueron la antigua población aborigen de la zona cuyana. Estaban divididos en tres grandes grupos lingüísticos, pero eran muy afines entre sí. De la lengua de los huarpes puntanos es de la que menos información se tiene. Todos desaparecieron.

Ocuparon la parte central de los territorios que hoy corresponden a las provincias de San Juan, San Luis y Mendoza. Al norte vivían los huarpes Allentiac (San Juan), al sur los Millcayac (Mendoza) y al este los huarpes puntanos (San Luis).

De esta etnia indígena se sabe que eran de talla relativamente alta, cabeza alargada, pilosidad más desarrollada y piel más oscura que la de otros aborígenes vecinos (P. Lizarraga, siglo XVI, Mendoza). Estos datos coinciden con los aportados por otro visitante, P. Ovalle.

En el momento de la conquista española los huarpes se encontraban en pleno proceso de aculturación. Llevaban una vida sedentaria, cultivaban el suelo (maíz y quinoa) y cosechaban algarroba, con la que elaboraban patay y chicha o aloja. Se alimentaban de peces y de patos y también cazaban venados, siguiéndolos a pie y al trote. Las viviendas eran de piedra en la montaña o de quincha en la llanura. Fabricaban cestería apta para contener agua y cerámica polícroma.

Adoraban a una divinidad llamada Hunuc Huar, que suponían moraba en la cordillera. Temida y respetada, era invocada para satisfacer sus necesidades. El panteón huarpe tenía genios menores como el sol, la luna, el lucero del alba, los ríos y los cerros.

Los muertos se enterraban en posición extendida y con la cabeza orientada hacia la cordillera, rodeados de sus objetos personales y provisiones para el viaje al más allá. Además, según Canals Frau, los parientes se pintaban la cara durante un tiempo en señal de duelo.

Los huarpes puntanos

Junto a la entrada al Potrero de la Aguada, desde Hualtarán, llaman la atención unos pozos que se usaban para hacer comida, por lo cual sus paredes se cocían debido a las altas temperaturas. Son los “hornillos”, algunos de los cuales fueron destruidos al ensancharse el camino. La presencia de estos hornillos, también llamados “botijas” o “tinajas”, es muy frecuente.

En Las Quijadas, la erosión superficial del terreno puso al descubierto las partes superiores de los bordes cocidos de los hornillos. El primer investigador que trabajó sobre ellos interpretó que se trataba de simples hornos para trabajar la cerámica; otro opinó que los usaron otras civilizaciones pampeanas para cocinar y, por último, hay quienes sostienen que, ante la falta de evidencias de que hayan cumplido una función específica, no se puede afirmar que se los utilizara para juntar agua, inhumar cadáveres, cocinar o cocer alfarería.

No obstante, investigaciones posteriores establecieron que hay un gran número de ellos en una superficie pequeña, lo que indica que era un lugar muy poblado. También se descubrió que están construídos sobre sedimentos pleistocénicos y cabe la posibilidad de que fueran previamente excavados. El diámetro medio es de 90 cm, si bien el único intacto tiene un diámetro de 30 cm y huellas de dedos por la aplicación de barro a la pared del pozo. Otros son solamente piedras acumuladas en el contorno, y están asociados a otros restos líticos dispersos alrededor, sobre una superficie de suelo postglacial y, por lo tanto más recientes.

Uno de los hornillos ha sido acondicionado para la visita del público, con guías habilitados al efecto.

Estos restos son testimonio de un antiguo pueblo del área, representado hasta el momento por esta sola manifestación cultural.

Es indudable que la cultura huarpe es antiquísima, como lo demuestran la caza a pie del venado, la caza de patos, los hornos de tierra, la división del territorio en distritos grupos de caza y las balsas de totora.

Diversos indicios señalan la influencia de los incas sobre la evolución cultural de los huarpes. Se ha encontrado en Uspallata un asentamiento de indios en calidad de mitimaes, costumbre incaica en las zonas conquistadas, cuya finalidad era servir de núcleos positivos y permanentes de incanización. Hay ruinas de tambos a lo largo del Camino del Inca y los caracteres de la mayoría de los restos antropológicos descubiertos en la región huarpe delatan dicha influencia.

Se estima que la instalación de los incas no hubo de ser anterior a la segunda mitad del sigo XV. La tradición cuyana atribuye a los incas la construcción de canales de riego en las proximidades de Mendoza y San Juan. Por otra parte, la existencia de un fuerte incaico en Guaymallén, la difusión de la lengua quichua entre los indígenas cuyanos y su influencia sobre las lenguas huarpes, como así también la similitud entre la cerámica polícroma de los huarpes y la de los incas, son otras manifestaciones de esta influencia.

 

Investigación y Textos: Gabriel Omar Rodríguez
Supervisión Técnica Honoraria: Juan Carlos Chebez

 


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