El Leoncito

Parque Nacional - San Juan
 

Recursos Culturales

ESTANCIA EL LEONCITO - CAMINO DEL INCA

El casco de este establecimiento se encuentra dentro del Parque Nacional, en el faldeo occidental de la sierra del Tontal, departamento de Calingasta. Por el frente de este casco de adobe, sobre el valle de Calingasta, corre el antiguo ”Camino del Inca”. Fue en esta estancia donde el general San Martín se instaló para ajustar los últimos detalles de la epopeya de los Andes y, entre 1814 y 1818, fue un puesto militar de avanzada.

Al este de este lugar, en el Valle de Calingasta, se encuentra El Alcázar, una serranía de singular belleza, dueña de una fuerte leyenda según la cual la montaña fue refugio de un cacique lugareño y su mujer, rebeldes al dominio español, que permanecieron allí muchos años hasta ser emboscados y abatidos. Esta historia, con un poco de reivindicación indígena y otro tanto de romanticismo, dio pie a la costumbre lugareña de oficiar y festejar casamientos en ese lugar.

También forma parte del Parque la senda que unió la ciudad de San Juan con el Valle de Calingasta, llamada ”Camino del Tontal”.

El Leoncito resguarda tres yacimientos paleontológicos y varios testimonios arqueológicos, como pinturas rupestres y tramos del “Camino del Inca”.

INDIOS DE LA “CULTURA CALINGASTA”

En la zona de Calingasta, Jáchal, valle del Zonda e Iglesia, a comienzos de la era cristiana, vivía un pueblo de la denominada “Cultura Calingasta”. Fabricaba una cerámica tosca y gris incisa, pequeñas puntas de proyectil y cuchillos de bordes dentados en pizarra, utilizaba conanas y conocía algunas sustancias colorantes. Cultivaba maíz y calabaza, criaba llamas, recogía frutos de chañar y cazaba guanacos y otros animales menores.

Estos aborígenes tejían empleando lana de alpaca, llama o guanaco, con la que confeccionaban ponchos, túnicas, vinchas y manteletas. Vivían tanto en grutas como en viviendas construídas con caña y tierra apelmazada.

Sus muertos, envueltos en ponchos y mantas, eran colocados sobre angarillas de troncos y juncos para ser luego enterrados en tumbas colectivas ubicadas en grutas. Es probable que hayan recibido influencia de otros pueblos ubicados más al norte.

Hacia principios del segundo milenio de nuestra era, aparece una cultura agroalfarera, distinta de la Calingasta, llamada “Cultura Angualasto” o “Sanagasta”. No se sabe exactamente cuándo se produjo el cambio entre una y otra cultura, ni tampoco si hubo entre ambas alguna otra distinta. Estos pueblos ocupaban casi la totalidad del territorio sanjuanino. Eran agricultores y recolectores: cazaban guanacos y ñandúes con flechas y boleadoras y criaban llamas. Las viviendas eran de tipo semiaglomerado laxo. Construían graneros y corrales de quincha y hornos semisubterráneos.

Utilizaban la cerámica para fabricar los más diversos utensilios. La alfarería Angualasto, con impresión de cestería en el exterior y decoración pintada en el interior, era más elaborada que la de la Cultura Calingasta. La cestería tenía forma de espiral y el tejido era de fibras vegetales o lana de camélidos, con la que confeccionaban todo tipo de prendas de vestir, como ponchos, mantas, casquetes, cinturones, etc.

La piedra siguió siendo indispensable para la fabricación de puntas de proyectil, perforadores, elaboración de sierras, cuchillos, hachas, conanas, morteros, etc. Desarrollaron una técnica muy elaborada para la confección, con cuero y pieles, de productos muy especiales, lo que los hace muy distintos a las culturas anteriores.

También utilizaban madera, calabaza, conchas y objetos de cobre y bronce, que son indicio de la riqueza del patrimonio cultural de los “Angualasto”. Sobre su lengua se conocen distintas hipótesis: un dialecto del cacano, una lengua independiente, o bien el huarpe.
Alrededor de 1473 los incas se expandieron hacia el sur, llegando a la zona cuyana que sufrió un proceso de aculturación. Sin embargo, la influencia incaica fue bastante débil y muchas poblaciones autóctonas no tuvieron casi contacto con los conquistadores.

Los incas aseguraron el control de su extenso imperio mediante un sistema de asentamientos político-militares, articulado por una red de comunicaciones de gran eficacia. Tenían un amplio conjunto de caminos jalonado de tambos y puestos o refugios de pirca (construcciones de piedra sin argamasa), mientras que las construcciones de los pobladores de Cuyo seguían realizándose en tapia y quincha. No obstante, la influencia cultural incaica no tuvo tiempo de ser intensa. Aparece, sí, una alfarería con derivados locales que adoptaban la forma de aribaloides, platospatos y jarras.

A la llegada de los españoles, los habitantes de Cuyo eran los huarpes, que no tenían nada que ver con los angualastos, que eran de una cultura de tipo andino.

Investigación y Textos: Gabriel Omar Rodriguez
Supervisión Técnica Honoraria: Juan Carlos Cebez


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