Esteros del Iberá

Sitio Ramsar - Corrientes
 

Recursos Culturales

Los lugareños

El nombre de Aguas brillantes, significado de la palabra Iberá en lengua guaraní, resume en sí la majestuosidad de uno de los biomas más ricos de la región neotropical. Pareciera que ese derroche de recursos naturales hace olvidar muchas veces, cuando se habla del Iberá, los recursos culturales que posee esta región indómita a la que sólo desafió por mucho tiempo el mariscador, denominación que recibe el cazador furtivo que se somete a una vida dura para cazar al yacaré, al lobito de río, al ciervo de los pantanos, al carpincho y a cuanto animal demandara el circuito clandestino del tráfico de fauna. En contraposición a éste, está el chacapí, que es el hombre que tiene trabajo y si bien también caza, lo hace en una escala mucho menor. Cerca de la laguna levanta su rancho de techo de “capií”(paja) y paredes de tuyutí, la tierra blanca del lago. El cachapí es el protagonista principal de esta tierra de leyendas y santuario de una riqueza floklórica inmensa.

Hoy día, muchos mariscadores fueron ingresados al circuito laboral utilizando para su subsistencia el mismo elemento: la fauna. Pero en lugar de cazarla la muestran a los turistas que llegan de los lugares más remotos del planeta para ver esta naturaleza virgen que el europeo, por ejemplo, sólo puede ver a través de la televisión o de un libro. Usan canoas que impulsan por medios de una gran pérgola o botador que hace base en el fondo y permite el desplazamiento silencioso de la embarcación para poder ver a pocos metros animales como el yacaré que, con una velocidad que sorprende, se zambulle en el agua para poner distancia a nuestra intromisión en su hábitat.

Primitivos habitantes

Los que precedieron a estos hombres en tiempos no muy lejanos, allá por el siglo XVI., fueron los aborígenes llamados caracarás, una parcialidad de los cáingang, descendientes directos de las poblaciones más antiguas de la Mesopotamia, es decir toda la región ubicada entre los ríos Paraná y Uruguay. Aunque es oportuno aclarar que las denominaciones, ubicación y ascendencia de las distintas culturas aborígenes de ésta región, fueron y lo siguen siendo, motivo de largas controversias entre los distintos estudiosos del tema.

La gran cantidad de testimonios dejados por los cronistas, si bien aportan datos importantes para el conocimiento de los pobladores de la región a la llegada del europeo, son a la vez, fuente de confusión por la variedad de nombres, características y costumbres que les atribuyen a los distintos pueblos que son, no pocas veces, contradictorias. No obstante el aporte de los cronistas es positivo y permitió conocer muchos detalles de la historia del hombre prehispánico, sin cuyo aporte se hubieran desconocido. Respecto al territorio que hoy ocupa la provincia de Corrientes conocemos con certeza que en la parte norte se asentaron los guaraníes y desplazaron a los cáingang hacia la región palustre del Iberá, e influyeron notoriamente sobre ellos. No debemos, empero, esperar que todas las coincidencias que encontremos entre cáingang y guaraníes procedan de influjos de éstos sobre aquéllos. ( Canals Frau, 1.986 ). Además de los mencionados caracarás, las parcialidades cáingang que ocuparon partes del territorio correntino se conocieron con los nombres de mepenes y capesales. Estas poblaciones, incluidos los caracarás, vivían de la recolección, de la caza y de la pesca. Se habían iniciado en alfarería y no utilizaban pinturas. Mas adelante incursionaron en la construcción de piezas en cerámica con guardas con triángulos, curvas y otros adornos influenciados por la cultura guaraní. En la cuenca alta del Iberá se encontraron varios de éstos utensilios, aunque debido a las crecidas y la presión de los embalses sobre las islas e islotes no se ha encontrado ningún recipiente sano.

El Iberá fue su último refugio y es de destacar el hallazgo de urnas funerarias decoradas en los bordes con diferentes dibujos geométricos. Los aborígenes sacaban el barro de las costas de la laguna, amasaban largos rollizos con los que formaban las vasijas y las cocían al aire libre, a fuego abierto, y con la arcilla aún húmeda marcaban las guardas.

Dada la resistencia que éstas tribus opusieron al conquistador se organizaron expediciones con la intención de diezmarlos. Así fue como en el año 1.639, Don Cristóbal Garay y Saavedra - nieto de Juan de Garay y sobrino de Hernandarias- fue encomendado a escarmentar a los caracarás, mepenes, capesales y algunos guayquirarós. La expedición estaba compuesta por doscientos treinta indios y unos cien españoles. Partieron desde el río Corrientes y lo remontaron hasta la laguna Itatí y luego por tierra hasta lo que es hoy las inmediaciones de la laguna Trim, de la que pasó a la Medina, encontrándose muy pocos indios; sólo un grupo de ancianas mujeres los recibieron oponiéndoles gran resistencia. Los caracarás nunca pudieron ser alcanzados. Se habían internado en lo más profundo de los esteros al verse obligados a desplazarse y con el paso de los años se extinguió la raza. No obstante se cree en la leyenda que existan todavía en lo más intrincado de los embalsados de las islas del centro del sistema. De allí el nombre de Laguna Misteriosa a la ubicada en el centro, e incluso los mariscadores temían acercarse.

El origen guaraní ha dejado en Corrientes mucho de su antigua cultura; son supervivencias que aún están permanentemente vigentes. Basta referirse a la lengua que se mantiene en todo el pueblo de la región y que en el vecino Paraguay es idioma oficial. La población de estas provincias, mestiza en general, nos muestra su rico folklore musical donde el arpa y el acordeón dan fondo a estrofas españolas que alternan con estrofas guaraníes de gran riqueza lírica.

Célebres viajeros

Es importante destacar los testimonios que dejaron plasmados en sus relatos dos importantes naturalistas como lo fueron don Félix de Azara y Alcides D’Orbigny quienes en distintos momentos históricos, fueron hondamente impresionados por la magnitud de éste gran complejo de esteros. "He aquí un estero grandísimo, origen de muchos ríos caudalosos… que quizás es el único de esta especie en el mundo", nos dejó escrito el primero de ellos. Y, en 1.828, el peregrinar científico llevó a D’Orbigny al pleno corazón del Iberá y en una parte de su relato escribió " … Un silencio hosco caía sobre los enormes pantanos, refugio de los ciervos y demás mamíferos que huyen del hombre…Con varios troperos, salí al galope delante de las carretas, unos de los primeros levantó un jaguar acostado en el pasto; el animal huyó con rapidez y todo el grupo se lanzó en su seguimiento; alcanzó un estero y se precipitó al agua, tras eludir dos lazos que le echaron…" Estas citas son sólo una muestra de las varias páginas que cada una de ellos dedica a trasmitir sus vivencias de su paso por estas latitudes.

Investigación y Textos: Gabriel Omar Rodriguez


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