Flora
La gran superficie de la unidad de conservación hace que haya una
variada representación de la flora de la selva misionera en general, aunque de
acuerdo a la clasificación de Cabrera (1976), el extremo este de Misiones estaría
dominado por la comunidad clímax que menciona como Selvas de Laurel,
Guatambú y Pino. En la Reserva de la Biosfera Yaboty el pino
misionero o paraná (Araucaria angustifolia) es escaso, con la lógica
influencia que sobre este fenómeno debe tener la tala específica de la especie.
Son árboles conspicuos del dosel, entre muchos otros, el laurel negro (Nectandra salign), guatambú blanco (Balfourodendron
riedelianum), yerba mate (Ilex paraguariensis), guayubira (Patagonula
americana), camboatá blanco (Matayba eleagnoides), cañafistola (Peltophorum
dubium), lapacho (Tabebuia impetiginosa), ingá (Inga marginata), marmelero (Ruprechtia laxiflora), guabirá (Campomanesia
xanthocarpa), María preta (Diatenopteryx sorbifolia), cancharana (Cabralea
oblongifolia), cerella (Eugenia involucrata) anchico blanco (Albizzia
hassleri), loro blanco (Bastardiopsis densiflora) y cacheta (Didymopanax
morototoni). El estrato
intermedio o arbustivo está ocupado principalmente por el helecho arborescente
o chachí bravo (Trichipteris sp.), el canelón (Rapanea lorentziana),
el parí paroba (Piper geniculatum), la ortiga brava (Urera baccifera), el tacuapí (Morostachys clausennii) y el tacuarembó (Chusquea ramossisima).
Las últimas dos especies mencionadas se han propagado muchísimo debido a las
talas. El nivel herbáceo es muy abundante en especies y no menos numerosas son
las epífitas como las bromelias con gran cantidad de representantes,
piperaceas, cactus y enredaderas de diversas especies, siendo las más
conspicuas la llamada escalera de mono (Bahuimia mycrostachys) yenredadera de San Juan (Pyrostegia venusta). El desarrollo de la flora
para todo el territorio Misionero, permitirá ampliar el panorama respecto a la
vegetación de esta Reserva de la Biosfera.
Se presentará un panorama más o menos exhaustivo de la
flora de toda la provincia, teniendo en cuenta que los distintos sectores
ocupados por la selva misionera comparten en buena medida una enorme cantidad
de especies en cada uno de los estratos, lo que facilita enormemente la confección
y la lectura de las monografías de cada una de las más de sesenta áreas
naturales protegidas que posee Misiones. Al final de esta descripción se
efectuará un análisis de las peculiaridades de esta reserva.
De las clasificaciones en regiones fitogeográficas que se
realizaron del territorio argentino desde el año 1950 en adelante, todas
concuerdan, a excepción de una, en considerar a Misiones en su conjunto como un
único distrito con distintos nombres: Cabrera (1976) la denomina
provincia Paranaense, antes para este mismo autor (1951, 1953 y 1958), era provincia Subtropical Oriental, Morello (1988) la llama unidad biogeográfica de las Selvas Misioneras, y
la realizada por Burkart et. al.(1999), dentro del Programa Institucional Ambiental
promovido por la Secretaría de Recursos Naturales de la Nación y la A.P.N.,
llama eco-región de las Selva Paranaense a toda la provincia a excepción de las
llanuras del extremo sur que las incluye en una categorización que llama
eco-región de Campos y Malezales que se extiende hasta la provincia de
Corrientes.
La vegetación presenta aquí una riqueza florística
que es única en todo el país y se desarrolla en una trama laberíntica que cubre
todo espacio disponible, formando cinco estratos distinguibles los cuales están
unidos entre sí por una extensa red de lianas y enredaderas. Cabe acotar que en
los distintos niveles bajos podemos encontrar cualquier especie juvenil,
perteneciente a niveles más altos, que esté en su estadio de crecimiento. Esto
expone con claridad que esta cuestión de la división en estratos sólo tiene por
fin ordenar y, por ende facilitar, la descripción de los componentes de porte
arbóreo de la selva. El número de
especies de plantas vasculares identificadas supera las 2.000 y la característica
más notoria entre la selva y el bosque o monte cerrado, radica en que la
primera presenta una gran diversidad de especies leñosas por unidad de medición,
es decir, muchos árboles de distintas especies, mientras que en las formaciones
mencionadas en segundo lugar hay
también gran cantidad de árboles pero muchos de ellos pertenecen a la misma
especie. Se han contado más de ciento cincuenta especies distintas en una sóla
hectárea de selva (Margalot, 1975).
El primer estrato se denomina Emergente y es el que ocupan la parte más elevada - como lo insinúa su nombre- sobresaliendo especies de
alturas que pueden alcanzar los 40 metros.
En este nivel encontramos varias especies de
leguminosas que se caracterizan, en primer término como lo indica su nombre por
tener fruto con forma de legumbre o vaina, casi todas con hojas caedizas y
compuestas. Entre estas son habituales el incienso (Myrocarpus frondosus);
el ibirá pitá (Peltophorum dubium) - no demasiado común- que
puede tener un tronco de casi dos metros de diámetro; el anchico colorado (Parapiptadenia rigida); el palo rosa (Aspidosperma polyneuron),
que podría considerarse en de amyor porte de la selva misionera, el rabo
molle (Lonchocarpus muhelbergianus); el alecrín (Holocalyx balansae); el timbó (Emterobium contoritsiliquum) otra de las
especies de mayor porte de la selva misionera; hay un ejemplar identificado en
un área protegida que ostenta cuarenta y dos metros de alto y seis de circunferencia. La nómina
continúa con el renombrado cedro misionero, también llamado cedro
paraguayo o ingarí (Cedrela fissilis o Cedrela tubiflora, según los autores), originario
de América tropical y subtropical, cuyo nombre común de cedro le viene por la
fragancia de la madera que es muy similar al cedro del viejo mundo; el guayaibí o lanza blanca, entre muchos otros nombres comunes (Patagonula americana),
aunque son excepcionales los ejemplares que llegan a los treinta metros de
altura por lo podría ocupar también el estrato inferior; el azota caballos ( Luechea divaricata), también llamado árbol de San Francisco e ivatinguí
en guaraní, cuya dispersión llega hasta el Delta del Paraná con menor porte que
el que desarrolla en la selva misionera donde la competencia por la luz lo
obliga a alcanzar más altura, el laurel negro (Nectandra saligna),
género que tiene tres especies más que lo acompañan en su distribución
paranaense, el cancharana o acaraya (Cabralea canjerana) que
llega a los treinta y cinco metros. Dispersa dentro de la selva , abunda una grácil
palmera con elevados estípites y hojas pinadas: el pindó (Syagrus
romanzoffiana) y cuando se realizan desmontes es frecuente que esta palmera
no sea talada, haciéndose entonces muy conspicua (Cabrera, 1976). Puede exceder
los veinticinco metros de alto cuando crece en el interior de la selva
(Dimitri, 1997). La nómina de “los gigantes” finaliza con el renombrado lapacho
amarillo (Tabebuia pulcherrima) que puede llegar a los treinta y
cinco metros de altura y comparte el hábitat misionero con otra especie del
mismo género (Tabebuia alba), exclusiva de la selva misionera y
vulgarmente se le da el mismo nombre por ser muy parecidas.
Descendiendo del nivel de los emergentes continúa lo que
se denomina Dosel, que comprende árboles grandes y medianos cuyas
alturas rondan entre los 10 y 20 m. Este estrato, junto con el intermedio, es el ámbito más abundante en avifauna,
y como es lógico suponer, encontramos muchas de las especies mencionadas en el
estrato superior cuyo estadio de
crecimiento aún no supera este nivel. En el dosel se destaca la palmera pindó (Arecastrum romanzoffianum) con un tronco esbelto que supera los 15 metros de altura y que en algunos casos
–como ya se dijo- llega al estrato máximo; también son comunes la guaycá (Ocotea pulchella); el aguay (Chrysophyllum gonocarpu); el laurel amarillo (Nectandra lanceolata); el peteribí (Cordia trichotoma); el loro
blanco (Bastardiopsis densiflora)
que es característico por su fruto con forma de araña; el persigueiro (Prunus subcoriacea); el canela de
venado (Helietta apiculata); el carne
de vaca (Stirax leprosus); el lapacho
negro (Tabebuia heptaphylla); la mora
blanca (Alchornea iricurana), el alecrín
o ibirá-pepé (Holocalyx
balansae) que excepcionalmente puede llegar a los 30 metros y suele
distinguirse por vérselo habitualmente aislado, el sabuguero o caroba blanca (Pentapanax warmingiana);
el María preta (Diatenopteryx sorbifolia); el guatambú amarillo u
guatambú –saiyú (Aspidosperma australae) en el que la mención del color
amarillo en su nombre común no hace referencia a las flores como ocurre comúnmente
sino al color de su madera, y otras especies de gran variedad de familias.
Pasando al estrato intermedio llaman la atención los helechos arborescentes, típicos
de regiones tropicales (Erize, et.al., 1993). Uno de los típicos es el cachí
(Alsophila atrovirens) que busca la sombra que existe a esa altura, otro
arbolito conspicuo es el parparoba o pari-paroa (Piper geniculatum), el ñandipá
(Sorocea ilicifolia). Este nivel se desarrollan muchos árboles pequeños productores
de frutos carnosos. Quizá la planta más famosa en este estamento sea la yerba
mate (Ilex paraguariensis). Sus hojas secas y machacadas proporcionan el mate,
una infusióm muy popular en todo el cono sur sudamericano (Erize, et. al.
1993). También bajo el dosel son comunes varias especies de cañas bambúseas,
como el tacuaruzú (Guadua angustifolia), tacuara (Guadua trinii) o la picanilla
(Guadua paraguayana), cuyas características principales son ser cañas leñosas,
huecas o macizas, con hojas caducas, pecioladas y forma lanceolada.
Debajo de los tres estratos compuestos mayormente por árboles
de distintos tamaños se encuentra lo que se conoce como el sotobosque o
estrato arbustivo, donde la luz escasea y se desarrollan gran variedad de
arbustos, cañas, renovales de árboles, siendo todas plantas de tipo umbrófilo,
cuya cantidad de especies hace muy
difícil una enumeración detallada. Sólo a título de ejemplo se pueden mencionar
algunas especies muy conspicuas como Pharus glaber, Loira latofolia y el helecho de
extraña forma Adiantopsis radiata. En el anteúltimo estrato antes del piso, denominado herbáceo, crecen plantas que sólo se alejan del piso pocos centímetros – menos de un metro de altura- y
está constituido principalmente por helechos y pastos de muy diversas especies.
Por último está el piso de la selva, sobre el que se acumulan hojas,
ramas y troncos caídos: un
material orgánico en descomposición que permite el desarrollo de hongos, musgos
y líquenes (Erize, 1993). Para finalizar de descripción del ambiente selvático
hay que hacer mención de la flora que más propicia la intricada malla vegetal: las epífitas –
plantas que usan de soporte las ramas de otras-, enredaderas y lianas que
trepan por los árboles, muchas veces perjudicando al hospedador, enlazando
ramas de árboles, de arbustos, de hierbas y de otras trepadores y así crean ese ambiente de verdor tan particular
que produce la admiración de muchas personas: la selva subtropical.
Tal vez merezcan un apartado especial por la riqueza que representa su
variedad las Bromeliáceas, grupo que incluye a unas 2.000 especies exclusivas
de América, de las cuales muchas son epífitas y un gran número de ellas se las
conoce como caraguatáes, presentando gran variedad en la forma y tamaño de sus
hojas como en sus flores y en la
misma condición, por su diversidad y la belleza de sus flores, están las orquídeas,
de las cuales se citan para Argentina algo más de 250 especies, de las que se censaron sólo para el
Parque Iguazú 85 especies, lo que muestra que un altísimo porcentaje del total
mencionado para el país está en Misiones.
En un
catálogo preliminar se registraron
727 especies de plantas vasculares, distribuidas en 121 familias. En otro
inventario (Daviña et al, 1994 y
1999) se detectó un nuevo género para la Argentina, Lafoensia, y también una nueva especie denominada Calyptranthes tricona. En las inmediaciones área prospectada de encontraron ejemplares de Dyckia brevifolia , una
especie con registros muy escasos,
entre los que cuentan los del vecino Parque Estadual do Turvo. En el estrato más alto son comunes el ibirá –pitá (Peltophorum dubium), el
anchico colorado (Parapiptadenia rigida), el cedro (Cederla fissilis ) y la grapia (Apuleia leiocarpa). En el estrato del dosel del Parque
Moconá son conspicuos el rabo-itá (Lonchocarpus leucanthus), el
cancharana (Cabralea canjerana), el rabo-molle(Lonchocarpus
muehlbergianus), el peteribí morotí (Bastardiopsis densiflora), el
ambay guazú (Didymopanax morototonii) y el guayaibí (Patagonula americana). El nivel arbóreo está ocupado principalmente por el yacaratiá (Jacaratia dodecaphylla), la
pindó (Syagrus romanzoffianum, el ambaí (Cecropia pachystachya) y el yabuticaba (Myrciaria trunciflora) y muchos más. El resto de los estratos no presentan caracteres
destacables que merezcan una mención aparte de la ya efectuada en la reseña
general.
Especies de flora misionera con estatus
comprometido
NOMBRE COMUN
|
NOMBRE CIENTIFICO
|
CATEGORIA
|
Orquídea
|
Oncidium jonessianum
|
EP
|
Palmito
|
Euterpe edulis
|
EP
|
Palo rosa
|
Aspidosperma polyneuron
|
EP
|
Pino
Paraná |
Araucaria angustifolia |
EP
|
Cedro misionero
|
Cederla fissilis
|
EP
|
Helecho arborescente
|
Sp. varias
|
EP
|
Marmelero negro
|
Guazuma ulmifolia
|
s/d
|
Investigación y Textos: Gabriel O. Rodriguez
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