Ñandú
Rhea
americana
Clasificación:
Clase:
Aves
Orden:
Rheiformes
Familia:
Rheidae
Se omiten
taxas
con rango
se sub
o supercategorías.
Nombre
científico:
Rhea
americana
Subespecies:
Se han
descrito
5 subespecies
o razas
geográficas.
Rhea
americana
americana
se distribuye
en el
norte
y este
de Brasil,
R.
americana
intermedia
en el
Sur de
Brasil
y Uruguay,
R.
americana
nobilis,
en el
este de
Paraguay,
R.americana
araneipes,
este de
Bolivia
y sudeste
de Brasil
y R.americana
albescens,
en Argentina
hasta
el Río
Negro
(Olrog
1968,
Blake
1977,
Howard
&
Moore
1980,
Handford
&
Mares
1982,
Guittin
1985).
El status
de estas
subespecies
es dudoso
y algunos
autores
(Short
1975)
consideran
que sólo
existirían
2 subespecies,
R.a.
albescens
y R.a.
araneipes
(Reboreda
y Fernández,
s/f.).
Estatus
nacional:
Riesgo
bajo (FUCEMA,
1997).
Se percibe
disparidad
de criterios
en cuanto
al estado
de sus
poblaciones
según
las jurisdicciones.
Otros
nombres
comunes:
ñandú
era el
nombre
que le
daban
los guaraníes,
avestruz
americano
lo llamó
Azara,
choique
(mapuche
o araucano),
suri o
sury (quichua
y aymará),
ammanik
(en mocobí),
mañik
(en toba
y pilagá).
A los
pichones
se los
llama
charito,
charo
y charabón,
según
la edad
y también
las regiones.
Caracteres
externos
Se trata
de un
ave de
gran tamaño,
no voladora,
de patas
y cuello
largos.
Su altura
alcanza
1,80 m
y la longitud
del pico
a la cola
se aproxima
a 1,30
m. Las
patas
presentan
solamente
tres dedos
libres
dirigidos
hacia
delante
y sus
caracteres
anatómicos
lo convierten
en un
gran corredor.
El plumaje
es gris
parduzco,
patas
grisáceas
y vientre
blanquecino.
La corona,
parte
del cuello
y pecho
son negros
en el
macho.
La hembra
es gris
con el
vientre
blancuzco
y en general
presenta
menor
tonalidad
negra
(De la
Peña,
1985).
La cabeza
es pequeña,
cubierta
de plumas
angostas
y puntiagudas.
Las zonas
periocular
y periauricular
carecen
de plumas
y tienen
la piel
rugosa.
El pico
es deprimido
y ancho
en su
base,
con el
culmen
encorvado
en su
extremidad,
sobre
la mandíbula
inferior
y el cuello
está
emplumado
parcialmente
con plumas
más
cortas
que las
del cuerpo,
que terminan
en punta
(CEAL,
1984).
Las plumas
que cubren
el cuerpo
son grandes
y anchas
y las
alas están
recubiertas
por doce
rémiges
primarias
y dieciséis
secundarias,
que terminan
en un
ápice
córneo,
no siendo
aptas
para volar.
Las patas
tienen
tarsos
desprovistos
de plumas
y la cola
es muy
rudimentaria
y sin
rectrices.
Comportamiento
El ñandú
es un
corredor
muy veloz,
que su
aguda
vista
y largo
cuello
le permite
descubrir
al peligro
a gran
distancia,
y en la
huida
es cuando
más
se perciben
sus dotes
de corredor
a la vez
que adopta
una curiosa
figura
al desplazarse
con ambas
alas levantadas
y en forma
de zig-zag.
También
se comprobó
que nada
con habilidad
aunque
no lo
hace el
forma
habitual
sino en
casos
de peligro.
En las
horas
de más
alta temperatura,
antes
de echarse
a descansar
sentado
sobre
sus patas,
el ñandú
se hace
un "baño
de polvo",
que le
sirve
para remover
los parásitos
externos
que se
instalan
en la
piel.
Apoya
el pico
en el
suelo
y, sacudiendo
el cuello
con fuerza,
levanta
el polvo,
que se
le va
depositando
en todo
el cuerpo
(CEAL,
1984).
Es de
hábitos
gregarios
y su actividad
la desarrolla
mayormente
durante
el día.
Respecto
a la reproducción
se señala
que comienza,
aproximadamente,
a fines
de julio
cuando
en la
tropilla
- integrada
por hembras,
machos
y jóvenes-
se observa
hostilidad
entre
los machos
que luchan
por formar
su harén
de hembras.
A gran
distancia
se escuchan
los sonidos
que emiten
como señal
de llamado
y se lanzan
de improviso
a correr
agresivamente
en persecución
de los
otros
machos.
Dice al
respecto
Hudson
en “Aves
del Plata”:
“Sus
batallas
son conducidas
de una
manera
bastante
curiosa:
los combatientes
enroscan
sus cuellos,
como una
pareja
de serpientes
y luego,
con rencor,
se golpean
mutuamente
las cabezas
con los
picos
mientras
giran
en círculo,
golpeando
la tierra
con las
patas,
de manera
que donde
el piso
es muelle
o húmedo,
hacen
un surco
circular
con sus
pisadas.
Las hembras
de una
bandada
se echan
juntas
en una
depresión
natural
del suelo,
sin nada
que las
oculte
y poniendo,
cada una,
doce o
más
huevos.
Es común
encontrar
de treinta
a sesenta
huevos
en un
nido,
pero a
veces
el número
es mayor...”
El combate
termina
cuando
el ñandú
vencido
se retira
de la
lucha
con el
cuello
tenso,
paralelo
al suelo,
mientras
el macho
triunfante
lo persigue
hasta
el límite
del territorio.
A veces
el derrotado
regresa
al día
siguiente
y presenta
nueva
batalla.
Por fin,
con amenazas
y combates
el macho
dominante
acaba
por expulsar
de la
tropilla
a todos
los machos
mayores
de tres
años,
que son
los sexualmente
maduros
(CEAL,
1984).
Así,
el macho
triunfante
forma
su harén
compuesto,
generalmente,
por cinco
o seis
hembras
y el resto
de los
integrantes
del grupo
forman
dos bandadas
distintas,
una de
adultos
y otra
de juveniles.
El macho
triunfante
protege
con gran
esmero
a su grupo
de hembras
de las
incursiones
de otros
ejemplares,
recurriendo
a movimientos
de cabeza
y sonidos
de amenaza
hacia
el intruso
que se
aproximara.
Este indica
su sumisión
bajando
las alas
y la cabeza
y comprimiendo
las plumas
contra
el cuerpo.
El cortejo
consiste
en un
ritual
muy característico:
las hembras,
una por
una, son
todas
cortejadas,
acercándose
el macho
con la
cabeza
gacha
y con
las plumas
de gran
parte
del cuerpo
totalmente
erectas,
repitiendo
este procedimiento
varias
veces
durante
largo
rato,
hasta
que las
hembras
gradualmente
se acercan
y terminan
por formar
un semicírculo
alrededor
del macho.
Luego
se sientan,
actitud
que implica
que aceptan
la cópula.
Entonces
el macho
elige
a una
de sus
hembras,
que se
echa de
inmediato
al suelo,
apoyada
sobre
el vientre.
El macho
le pasa
el pico
por las
plumas
del cuello
y del
dorso
y luego
se monta
en ella,
apoyándose
en su
lomo o
en sus
propias
patas,
le sujeta
el cuello
con el
pico,
se desliza
hacia
atrás
para que
se aproximen
las cloacas
e introduce
su pene
(CEAL,
1984).
La cópula
dura pocos
minutos
con cada
una de
las hembras.
El macho
es el
que, tras
la cópula,
se encarga
de la
confección
del nido
que consiste
en una
depresión
en medio
de pastizales
o pajonales,
sin demasiada
elaboración.
Respecto
a este,
es oportuno
transcribir
un breve
párrafo
de la
reconocida
monografía,
que sobre
el ñandú
nos dejara
el prestigioso
médico
don Francisco
Javier
Muñiz:
“Se
cree,
generalmente,
que redondea
el nido
y que
lo pulimenta
con el
espacio
calloso
y limpio
de pluma
(grano
del pecho
de los
campesinos)
que tiene
en el
promedio
o punta
más
sobresaliente
del esternón.
Estos
dicen:
el avestruz
se hurgonea,
significando
con esta
expresión
las vueltas
que da
aplastado
contra
la tierra
mientras
forma
el nido.
Pero lo
que hace
entonces
es excavar
a la redonda,
doblando,
como cuando
se echa,
los tarsos
hacia
delante,
ínterin
profundiza
con las
uñas
y remueve
la tierra
del centro
de la
circunferencia.
De aquí
resulta
la configuración
a guisa
de embudo
del nido
o su ahondamiento
en el
medio”.
Cuando
llega
el momento
de la
postura
el macho
atrae
a las
hembras
hacia
el nido
y la postura-
entre
ocho y
diez huevos-
es realizada
sin sentarse
totalmente
sobre
el nido
de forma
que los
huevos
de gran
tamaño
–
pesan
unos 700
gramos
y mide
130 X
160 mm
(Carman,
1973)
-, caen
en el
nido desde
cierta
altura
sin sufrir
ningún
daño
alguno.
Empiezan
siendo
de color
crema
o amarillento
y con
el tiempo
se van
blanqueando.
El macho
es quien
se encarga
de la
incubación
y sólo
interrumpe
esta función
a la hora
de pleno
sol. Cuando
regresa,
muchas
veces,
se ocupa
de hacerlos
rotar
para que
reciban
calor
en forma
pareja.
El momento
que el
“incubador”
se aleja
del nido
es aprovechado
por las
hembras
que aún
no han
realizado
su postura
para concretarla.
A veces
se acumulan
grandes
cantidades
de huevos,
y en tal
sentido,
hacemos
referencia
a un comentario
que nos
legara
Darwin
en su
“Viaje
de un
naturalista
alrededor
del mundo”:
“se
encuentran
nidos
a veces
70 y 80
huevos
en un
solo nido”.
Un estudio
realizado
por Rebordea
y Fernández
(s/f),
en la
provincia
de Buenos
Aires
respecto
a la época
de la
nidificación
arrojó
los siguientes
resultados:
de un
total
de 139
nidos,
encontrados
en la
zona de
estudio
durante
el período
1992-1994,
el 59
% estaban
activos.
Los primeros
nidos
de la
temporada
se iniciaron
a principios
de setiembre
y los
últimos
a fines
de diciembre.
Durante
el mes
de diciembre
se observo
la mayor
actividad
de nidificación
y el mayor
porcentaje
de nidos
exitosos.
La incubación
de los
últimos
nidos
se extendió
hasta
fines
de enero
- principios
de febrero
del siguiente
año.
Los huevos
son depredados
por los
lagartos
y, según
asegura
Giai,
por los
peludos,
que asaltan
el nido
durante
la noche
empleando
una sutil
estratagema:
cavan
un túnel
subterráneo
desde
su propia
madriguera
hasta
el nido
del ñandú,
roban
los huevos,
los hacen
rodar
por ese
mismo
túnel
de vuelta
a la madriguera
y allí
los engullen
(CEAL,
1984).
El carancho
(Poliborus
planctus)
es un
gran predador
de los
huevos
y pichones
y las
inundaciones
también
tendrían
una incidencia
sobre
la mortandad
de juveniles.
La alimentación
es omnívora,
pudiendo
ingerir
los tallos
y hojas
de gramíneas
tiernos,
semillas
de distintas
especies
vegetales,
insectos
, batracios,
reptiles,
pichones
de aves
y mamíferos
pequeños
(De la
Peña,
1985).
En cautiverio
suele
comer
de todo,
incluso
objetos
metálicos
o efectos
de uso
humano,
lo que
resulta
muy curioso.
Hábitat
Los ñandúes
habitan
principalmente
en estepas,
sabanas,
bosques
abiertos,
en praderas
y áreas
rurales.
En cambio
necesitan
que el
medio
les proporcione
lugar
para huir
y refugio
para esconderse.
Las llanuras
abiertas,
provistas
de pastos
relativamente
altos
o matorrales,
son especialmente
aptas
(CEAL,
1985),
dado que
le permiten
refugiarse
y visualizar
fácilmente
a los
depredadores.
A la vez
manifiesta
tolerancia
a una
amplia
gama de
suelos
como zonas
arenosas,
salitrosas,
pedregosas
y también
algo húmedas.
Distribución
El ñandú,
especie
eminentemente
neotropical,
se extiende
desde
el norte
de Brasil,
Paraguay
y Bolivia
hasta
la provincia
de Río
Negro
en la
Argentina
y también
ocupa
el Uruguay.
En la
Argentina
se expande
por todas
las provincias
ubicadas
al norte
de la
de Río
Negro,
pero no
ocupa
la franja
paralela
a la cordillera
de los
Andes
mientras
se extienden
las estribaciones.
Se encuentra
protegido
en los
Parques
Nacionales
Chaco,
El Palmar,
Reserva
Natural
Formosa,
Lihué
Calel,
Mburucuyá,
Río
Pilcomayo
y Sierra
de las
Quijadas
(Chebez,
et al,
1998),
y varias
otras
áreas
naturales
protegidas
de ámbito
provincial
y privado.Situación
de las
poblacionesEl
ñandú
es relativamente
común
en campos
donde
se lo
protege,
no obstante
lo cual,
su área
de distribución
ha sufrido
una importante
reducción
con la
consiguiente
merma
de sus
poblaciones.
La desaparición
de su
hábitat
natural
y la gran
presión
cinegética
que sufrió
desde
hace más
de una
centuria
hasta
no hace
demasiado
tiempo,
son las
causas
principales
de esta
situación.
La explotación
de sus
cueros
es una
de las
actividades
comerciales
que produjo
mayor
impacto
sobre
las poblaciones
de ñandú.
Entre
1976 y
1984,
por ejemplo,
el comercio
internacional
legal
de cueros
osciló
entre
15 y 45
mil cueros
por año
(García
Fernández
1992).
De desconocen
datos
precisos
sobre
el comercio
en la
Argentina
y también
sobre
las cantidad
de ejemplares
que existen
diseminados
en muchísimas
poblaciones
aisladas,
debido
a la fragmentación
de su
territorio
por la
instalación
de establecimientos
agrícola-ganaderos.
El único
dato sobre
la supervivencia
de los
pichones
en poblaciones
naturales
lo aporta
Bruning
(1974),
quien
estima
que sólo
sobreviven
entre
un 5 y
un 10%
de ellos,
aunque
no especifica
el período
de tiempo
al que
hace referencia.
Los pichones
están
muy expuestos
a la predación
ya señalada
en el
apartado
dedicado
a la reproducción.
Los predadores
naturales
de adultos
son el
puma (Puma
concolor)
y el yaguareté
(Leo onca),
aunque
es bien
sabido
la escasa
población
que existe
de este
gran felino
en el
territorio
argentino,
por lo
que es
un dato
irrelevante
en cuanto
a cantidad.
Según
el trabajo
de Rebordea
y Fernández
(op. cit.)
las principales
causas
que afectaron
y afectan
a las
poblaciones
de Rhea
americana,
son:
- Intenso
comercio
de sus
productos
(plumas
y más
recientemente
cueros).
Según
estadísticas
de la
Dirección
Nacional
de Fauna
Silvestre,
durante
el período
1976-1984
se exportaron
204.322
cueros
de ñandúes
desde
Argentina
(Fig.1).
Cabe señalar
que estas
estadísticas
aclaraban
que las
exportaciones
a partir
del año
1980 correspondían
a cueros
no de
origen
argentino
sino procedentes
de la
importación.
- Situación
legal
errática,
con prohibiciones
de su
captura
y caza
en varias
jurisdicciones,
permisos
irrestrictos
en otras,
- Fuerte
comercio
ilegal
en jurisdicciones
donde
la especie
estaba
protegida
nominalmente
(Paraguay,
sur de
Brasil,
parte
de Argentina).
De acuerdo
con certificados
del Ministerio
de Agricultura
y Ganadería
de Paraguay
emitidos
entre
los años
1979 a
1981 se
exportaron
desde
dicho
País
con destino
a firmas
argentinas
la cantidad
de 114.036
cueros
de Rhea
americana
durante
ese período
(Fig.
2). Cabe
aclarar
que dichos
certificados
paraguayos
fueron
considerados
más
tarde
como de
dudosa
legalidad.
- Abandono
de las
prácticas
reguladas
de uso
tradicional,
consistentes
en la
captura
viva mediante
redes
para su
posterior
desplume,
que fueron
la base
del uso
del recurso
durante
casi 50
años.
Si bien
hubo una
merma
en la
demanda
de plumas,
el abandono
de esta
práctica
no se
debería
a eso
sino a
que aumentó
la cantidad
de ejemplares
muertos,
lo que
facilita,
con la
consiguiente
incidencia
en los
costos,
la obtención
de dichos
elementos.
Igualmente
no hay
certeza
respecto
a la medida
en que
afecta
la supervivencia
de los
ejemplares,
el procedimiento
tradicional
de extracción
de plumas.
- La ya
mencionada
pérdida
del hábitat
favorable,
debido
a la expansión
de la
frontera
agrícola.
- Existencia
de stock
significativo
en la
Argentina
hacia
año
1986.
Se creó,
por parte
de la
Dirección
Nacional
de Fauna
Silvestre,
una resolución
que obligaba
a liquidar
en el
plazo
de 180
días
la existencia
de plumas
acumuladas
desde
hacía
tiempo,
con el
fin de
poder
controlar
mejor
la comercialización,
pero en
la practica
esto no
dio los
resultados
esperados.
Aspectos
culturales
Desde
épocas
remotas
la cacería
del ñandú
fue parte
de las
actividades
típicas
de nuestros
gauchos.
Para ello
utilizaban
las clásicas
boleadores,
unas vez
que habían
encerrado
en círculo
a la tropilla.
Sobre
la caza
del ñandú,
veamos
un interesante
comentario
que nos
dejó
Hudson
en su
obra ya
citada:
“Cuando
observaba
la caza
de los
ñandúes,
me sacudió
de pronto
la idea
de que,
el modo
de cazar
el ave
a caballo,
había
servido
para mostrar
una debilidad
en el
ñandú:
un punto
en el
cual la
relación
entre
el animal
y su medio
ambiente
no es
perfecta.
El ñandú
corre
con suavidad
sobre
la superficie
y cuando
las altas
matas
de pasto
están
ligadas
con delgadas
plantas,
lo que
sucede
a menudo,
sus patas
a veces
se enredan
cayendo
el ave
postrada
y antes
de que
pueda
forcejear,
el cazador
ya está
a tiro
y puede
lanzar
sus bolas:
el tiento
y las
bolas
que, golpeándolo
con gran
fuerza
se enrosca
en su
cuello,
alas y
patas
impidiéndole
escapar”.
Eran
muy diversos
los usos
que se
hacía
del animal:
la grasa,
por ejemplo,
se usaba
para lubricar
lazos,
bozales,
maneas
y otras
correas
del apero;
la maza
cerebral
era considerada
excelente
ungüento
para mantener
flexibles
las sogas
de las
boleadoras
y con
la epidermis
del cuello
y buche
se fabricaban
bolsitas
utilizadas
para guardar
dinero
o tabaco
(Carman,
1973).
También
desde
aquellos
remotos
tiempos
ya se
usaban
sus plumas
como adornos
y para
la confección
de plumeros,
y con
el astil
de las
más
largas
se hacían
tientos
para bordados
y trenzados.
Como
ocurrió
con toda
nuestra
fauna
nativa,
el ñandú
también
sirvió
de alimento
con su
carne
y de abrigo
con su
cuero,
a numerosas
culturas
aborígenes
que, de
distintas
forma
y prioridad,
daban
caza al
chueké,
como lo
llamaban
los pampas,
según
señala
Hudson
(op. cit.).
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ecología
del comportamiento
del ñandú
(Rhea
americana).
Fundación
para la
Conservación
de las
Especies
y del
Medio
Ambiente.
Buenos
Aires.
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