Juan Carlos Chebez.... ¡¡¡Presenteee...!!!

Buenos Aires, 15 de mayo de 2011

Hoy por la tarde Juan Carlos se fué al encuentro de Andrés Johnson, de Lucio Contigiani y seguramente su tan querido Don Ata (Atahualpa Yupanqui). Estos grandes amigos que lo acompañaron en su aplicada tarea conservacionista, en sus incansables expediciones por la selva misionera y tantos otros parajes de nuestra Argentina, seguramente lo recibieron con los brazos abiertos, como es el reencuetro con los amigos.

No alcanzan las palabras para describir la tarea realizada por un grande de la Conservación Argentina,  y como no tengo palabras nada mejor que transcribir lo que él mismo describiera en un reportaje que le hice hace como un año atrás:

“Nací en 1962 y comencé desde muy joven armando un grupo ambientalista con compañeros del colegio, el Instituto Fátima de Martínez. Era 1976 y no se hablaba mucho de ecología por ese entonces en la Argentina. Desde allí comenzamos a conectarnos con las pocas entidades que defendían el ambiente, la Asociación Ornitológica del Plata, hoy Aves Argentinas; la Asociación Natura, hoy integrada de alguna manera con Aves Argentinas; y unos meses más tarde, en el ´77 se crea la Fundación Vida Silvestre Argentina. Estuvimos muy cerca de toda esa etapa de nacimiento de esa fundación”.

“Interesados en hacer realidad el ideal que nos llegaba más bien por televisión, a través de Jacques Cousteau con sus documentales, o por el famoso Félix Rodríguez de la Fuente, que ahora se cumple el aniversario -treinta años- de su fallecimiento, ocurrido mientras rodaba un documental en Alaska. Recuerdo que en aquel momento esa noticia nos afectó. Sus documentales en Venezuela, por ejemplo, fueron de los primeros que mostraban la fauna sudamericana, nuestra misma fauna. También su enciclopedia Salvat, en fascículos, mostraba en la contratapa una especie en peligro de extinción. Así es como empezamos a preguntarnos "¿Y acá, en la Argentina, no hay especies en peligro de extinción?".

“Continué haciendo una carrera vocacional en este tema, que me llevó, cuando hice el Servicio Militar -en ese momento era obligatorio- a la Isla de Los Estados. Tuve la suerte de conocer esa lejana isla con el apoyo de la Armada para relevarla. Después, decididamente, me integré a la conservación cuando la Fundación Vida Silvestre Argentina me convoca a formar parte de sus filas, tarea en la que estuve involucrado durante 8 años.”

“Más tarde, en el Ministerio de Ecología de Misiones, trabajé como asesor de la Subsecretaría de Ecología en 1987 y 1989. En 1990 fui convocado por la Administración de Parques Nacionales, donde primero cumplí funciones como Director de Manejo de Recursos Naturales, luego Asesor de la Presidencia y, finalmente -por concurso-, gané el cargo de Director de la Delegación Regional Nordeste que implicó mi mudanza a Iguazú, para trabajar en la selva misionera y todo el NEA desde 1994 al 2002. Si bien yo me autodefino como un naturalista y conservacionista, me interesa el panorama nacional de los ambientes, de las especies y no estoy a favor de la especialización.”

“Me parece que uno de los males de nuestra época es la excesiva especialización. Creo que nuestros gobernantes necesitan un generalista a su lado, no un especialista. Hay excesivos especialistas que ven la rama y no ven ya el árbol, lo cual implica que no se están tomando medidas de conjunto para entender a la puna, para entender la estepa patagónica, para entender el bosque chaqueño. Por ejemplo, una cosa es el Chaco Húmedo con sus crecientes, sus pulsos de inundación, y otra muy distinta es el Chaco Seco, con sus fuegos que mantenían las pampas naturales, el fuego era parte del ecosistema y no era de temer.”

“Para conocer estas relaciones hay que entrar en el monte, hay que recorrer y embarrarse. Tuve la suerte, en todos esos años, de ir recorriendo y conociendo el país. Actualmente me estoy desempeñando en la Fundación de Historia Natural Félix de Azara, una destacada ONG, que inicia sus actividades en los comienzos de este siglo, la cual se dedica a la defensa del patrimonio natural y cultural de los argentinos en el Área de Biodiversidad. Además estoy "prestado" al Municipio de San Isidro como Director de Ecología y Conservación de la Biodiversidad, un área nueva que se creó hace dos años por iniciativa del intendente Gustavo Posse. Así volví al pago después de dar una vuelta larga por el país.”

“Además publiqué obras sobre nuestras especies amenazadas: el libro más conocido es "Los Que Se Van", el cual tiene su primera edición de 1994 y una reedición en cuatro tomos del anteaño pasado. También la “Guía de las Reservas Naturales de la Argentina", entre otros títulos.”

“Si me tengo que definir, diría que soy un naturalista vocacional, que equivocadamente no siguió en su momento la carrera de biología -me hubiera ahorrado muchos dolores de cabeza-, pero que pudo darse el gusto de hacer conservación en la Argentina. Un país maravilloso, con una heterogeneidad de paisaje y de ambientes y, en consecuencia, de especies únicas. Ahora veo con alegría que el tema llegó para instalarse y no como sospechábamos en un comienzo, que podía llegar a ser una moda pasajera.”

Se nos fué el amigo. Nos queda su memoria, su incansable trabajo y sus inmortales publicaciones.

Michel H. Thibaud, Patrimonionatural.com
Buenos Aires, 15 de mayo de 2011
Reportaje completo en: http://www.patrimonionatural.com/informes.asp

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A Juan Carlos

Me cuesta tomar cabal conciencia de tu ausencia. Tu carisma, tu apasionada dedicación sin claudicaciones en pro de la conservación de la naturaleza, tus conocimientos casi inabarcables hacían que uno siempre quisiera escuchar tu opinión sobre el tema que fuera a abordar, tu sensibilidad hacia el que estuviera necesiitando algo (cualidad de la que fui receptor al menos en dos oportunidades cruciales) y muchos otros atributos que me hicieron sentir desde siempre que eras una persona "no común", no quedaba sin tu impronta el lugar donde habías actuado. Hasta tu propio sepelio tuvo algo distinto: dejaste una carta para que fuera leída en ese momento.

Todo este conjunto de circunstancias hacen que uno sienta ese vacío al que se alude comúnmente al referirse a "los que se van" (palabras que en este caso no hacen referencia a tu obra escrita más importante, sino a vos mismo), más marcadamente. Al menos es lo que yo siento, desde el anuncio de tu partida hasta hoy, tu presencia permanente en mi mente. Esto me lleva a pensar cuánto más sentirá esa compañera que el destino puso en tu camino y que no podía ser muy dispar a vos: su coraje y apasionamiento la llevaron a causarme sorpresa en más de un ocasión de tu trance hacia la muerte.

Bárbara, imagino, que debe haber sido uno de los regalos de la vida más importante de tus últimos años. Ya no habrá octubres donde tu poder aglutinador junte a los “locos de bichos”, dispersos la mayor parte del año, para festejar tu cumpleaños, aunque sería lindo que pudiéramos hacerlo igualmente para evocarte. Estés donde estés, seguramente te sentirás tranquilo y con sano orgullo, enalteciste cabalmente la vida, en absoluto tu paso por la misma fue en vano, tus semillas darán sus frutos seguramente en varios de los jóvenes que se arrimaban a vos.

Chau amigo querido y deseo que sea una realidad la trascendencia de esta vida para esperar un reencuentro cuando me toque el turno a mí.

Gabriel Rodriguez
Buenos Aires, 17 de mayo de 2011

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Penúltimas palabras para Juan Carlos Chébez

Intento de reconstrucción de los conceptos improvisados en el Cementerio Parque Memorial el 16 de mayo de 2011 al despedir los restos del gran conservacionista argentino tempranamente desaparecido (aclaraciones en cursiva):

Querido Juan:

Estamos aquí unos cuantos, aunque menos de los que te merecés. Pero estoy seguro que en este momento la noticia de tu partida ya está siendo sentida por muchísimos otros, para los que tanto significaste. Procuraré interpretar el dolor de tantos por la pérdida que implica y transmitirlo a tus seres queridos, que te acompañaron en el trance del que nos hablabas hace unos minutos (Claudio Bertonatti leyó en la capilla, muy emocionado, un texto que JC dejó y en el que relataba las vicisitudes de su enfermedad, la evolución de sus sentimientos y hacía una suerte de balance de su vida).

Pero no sólo intento asociarme a ese dolor, sino también dar un testimonio de admiración y compromiso.
De admiración por tu extraordinaria capacidad y dedicación a esa misión que también acabás de recordarnos. Y allí me atrevo a retrucarte, porque usaste con sabiduría y perseverancia esos dones que te fueron otorgados, no los retaceaste de ningún modo… como pareciste insinuar. Desde aquel grupo de desfachatados adolescentes de ACNA que capitaneaste convencidos de que nadie hacía nada por entonces para preservar nuestro patrimonio natural –en buena medida tenías razón- y nos regalaron esfuerzos por la conservación junto a conocimientos interesantísimos, pasando por las mil y una actividades posteriores, en las que pusiste esas capacidades, con tu empuje multiplicador.

Te digo –con cabal conciencia de estas palabras, porque lo sostengo desde hace mucho- que ninguna persona ha hecho por la Conservación de nuestra Naturaleza lo que vós hiciste, con el añadido de tu sabia comprensión de conectar esa vocación con el fortalecimiento, el cuidado de nuestra cultura nacional profunda.

Y de compromiso, porque todos los que hemos recibido el influjo de tu acción estamos y estaremos comprometidos a seguirlo, multiplicarlo. No sólo plantando arbolitos autóctonos en tu memoria (fue uno de sus deseos últimos), sino especialmente generando empeños para que se multipliquen los ambientes naturales por los que tanto luchaste. Estoy seguro que todos pensamos igual. A estas horas estarás debatiendo sobre nuevos proyectos con Pablo (Canevari), Marquitos (Babarskas), Lucio (Contigiani), el “Gringo” (Andrés Johnson), Don “Ata” y tantos otros que se fueron antes…

Entre los antiguos castellanos se recordaba a las almas de los que se iban luego de una existencia noble con la expresión: “murió el omne, más non murió el su nonbre”. No tengo dudas que al escucharlas me confrontarías y podrías sacar de ese extraordinario repositorio de historias, leyendas y conocimientos que albergabas cuanto menos una docena de versiones autóctonas que nos pondrían en el ámbito correcto. Y bastaría con ello, querido Juan, para demostrar que podés descansar en paz.

Mario Gustavo Costa 

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Pinceladas sobre un ser extraordinario

Tan cerca estamos de la partida de Juan Carlos Chébez, que los recuerdos se entrechocan al ritmo del dolor. Apenas podré, sospecho, volcar unas cuantas vivencias de la relación con alguien tan especial, que tuvo clara su vocación desde muy temprano y que no cejó en cumplir con ella ni siquiera cuando tenía a la vista su hora postrera, como incluso su última carta –leída en el funeral- nos lo probó.

Entre quienes estuvimos despidiéndolo creo no equivocarme al decir que junto con Michel Thibaud fuimos los titulares del privilegio temprano de verlo desplegar esa capacidad inmensa para luchar por la preservación del patrimonio natural, muy particularmente del de los argentinos pero sin desdeñar los esfuerzos de alcance universal. A fines de 1977 conocí a un grupito de jovenzuelos, estudiantes secundarios, que repartían volantes a la entrada de cines y teatros, organizaban charlas y se documentaban –con los medios propios de la época- sobre la problemática conservacionista, esa de la que poco se hablaba, menos se sabía en cuanto a su complejidad y por la que aun menos se hacía. El cabecilla de ACNA (Asociación Pro Conservación de la Naturaleza Argentina), era obviamente Juan Carlos y estaba genuinamente convencido de aquella inacción, con buenas razones.

Se acercaron a la Fundación Vida Silvestre Argentina, recién creada, casi en simultáneo con mi incorporación. Y tuve a los pocos meses el inmenso placer de “guiarlos” en un viaje a la Península Valdés y Punta Tombo, junto con el infatigable amigo local Carlos García. Hicimos base casi una semana en la reserva de Punta Norte y me asombró el despliegue que bajo la batuta de Juan hicieron esos adolescentes, compenetrados en recolectar cada uno información sobre el tema asignado, que discutían en las horas de descanso y en las que aquél jovencito destacaba por su percepción y la facilidad con que incorporaba cada conocimiento. Al regreso, esos datos se transformaron –como fue la constante de su vida- en fuente de otros nuevos, en generación de otras acciones siempre dirigidas al mismo fin. En suma y como en las fábulas, el guía resultó guiado.

Al año siguiente, cuando ya don Luis Landriscina había descubierto en el compañero de su hijo Dino a un personaje especialísimo, cuyas inquietudes no se limitaban a la Naturaleza en sentido estricto, viajamos gracias a su gestión a la Pcia. del Chaco, estableciendo nuestro campamento en la Isla del Cerrito primero y en la reserva de Pampa del Indio después, con una fugaz pasada por el Impenetrable (la recién creada Fuerte Esperanza y la Misión de Nueva Pompeya). Yo había hecho un intenso viaje años antes por esa región, patrocinado por la AOP, y creía disponer de un repertorio de información notable, que otra vez Juan se encargó de superar con el acopio previo de las más variadas lecturas (por entonces nada fáciles de obtener) y el ojo certero para cada nueva observación realizada.

Más tarde, pude apoyar con notas de respaldo su pretensión de hacer de la “colimba” naval que le tocó en suerte otra experiencia de naturalista. Y el Área Naval Austral lo destinó en ese carácter (también –más tarde- como guía y observador estratégico) en la Isla de los Estados. Recuerdo el despecho de ciertos académicos de salón, que no pudieron soportar como recién salido de la adolescencia fuera el orientador principal de un documental para el programa “La Aventura del Hombre” sobre ese sitio único.
Durante la guerra del Atlántico Sur estuvo a cargo de una pieza de artillería en un islote del Beagle y tuvo la presencia de ánimo de no ceder al pánico de sus camaradas, que lo instaban a disparar contra un buque que ingresaba subrepticiamente durante la noche… Resultó que era una nave de guerra chilena transportando víctimas del crucero “General Belgrano” y esos cañonazos seguramente hubiesen generado una confrontación con la nación hermana.  Mientras la tragedia lo rodeaba, aterido en su “pozo de zorro”, cuereaba con una hoja de afeitar ratones que perecían de frío y los conservaba para su utilización científica más adelante.

Un hito fundamental de su carrera lo fue el portentoso crecimiento de los grupos de voluntarios que generó cuando se sumó como mi asistente en la FVSA; tarea pendiente resulta el inventario de las vocaciones naturalistas que impulsó y consolidó esos años conduciendo el GENAN (Grupo Estrategia Nacional de Áreas Naturales), siempre absorbiendo y retribuyendo el caudal que fluía de esas actividades, que armonizaba con un epistolario asiduo mantenido con personajes varias décadas mayores. Así, la que parecía insólita pero en realidad era pertinente comunicación con Don Atahualpa Yupanqui, quien encontró un espíritu afín, creativo e interesado en las cosas nuestras que decantaba fácilmente. De modo similar con el propulsor de los yerbatales orgánicos y la lombricultura, el autor de las famosas cartas a la “Querida Misiones, la Hermosa”, Don Julio Roth, que a través de Juan Carlos tuve el gusto de conocer en su establecimiento Roapipó. Con investigadores como Marcos Freiberg, José M. Cei, Elio Massoia y José María Gallardo, entre otros, también se carteaba con solvencia y seguridad. Surtía de referencias y anécdotas a Don Luis Landriscina, con el que compartía viajes. Apenas había cumplido los 20 años…

Vale detenerse en su enamoramiento de Misiones, en el que las historias –y luego sus propias andanzas- sobre el mítico Arroyo Urugua-í y su hoy desaparecido “Barrero Palacio”, sitio por el que transitaron otros naturalistas de nota, obraron como impronta. Junto con nuestro pequeño equipo de la FVSA elaboramos un informe advirtiendo sobre el peligro que representaba para ese paraíso natural la represa proyectada, que no sólo era apenas un paliativo mientras se terminaba Yacyretá, sino que tampoco generaría los puestos de trabajo preconizados. Huelga señalar que fue Juan quien más aportó a esa propuesta y recuerdo la expresión atónita del gobernador Barrios Arrechea cuando a principios de l984 nos concedió una audiencia y escuchaba la precisa argumentación con la que reforzó nuestro trabajo. Fracasamos en el intento, las predicciones de Juan Carlos se cumplieron y perdimos un área única de modo irreversible. Pero no se dio por vencido, luchó incansablemente hasta que –colectando voluntades y potenciándolas- logró que esa provincia creara el corredor biológico de Urugua-í junto a la red de áreas protegidas que hoy existen.

Por aquella época creíamos, los más cercanos, que perseveraría en la carrera de biología que había iniciado en el CAECE, pero sus inquietudes pudieron más que las exigencias formales y derivó hacia muchos otros temas. No me caben dudas que sobre variados temas superaba en conocimientos a muchos diplomados, pero fácil es imaginar que un título profesional hubiese potenciado el peso de su accionar a niveles todavía más elevados.

Salto en el tiempo, muchos otros seguramente estarán elaborando memorias semejantes y llego a los años en que presidió nuestra todavía Asociación Ornitológica del Plata. Me pidió que lo secundara, sobre todo porque sus obligaciones lo llevaban a estar presente de modo esporádico en las reuniones formales; le apunté varias veces que suya era la culpa que terminara siendo quien lo sucediera. Y aunque en los últimos años nuestros enfoques institucionales tuvieron sesgos diferentes, me cuesta evocar una reunión en la que alguna de sus opiniones, la cita de alguna de sus tantísimas producciones, no haya formado parte de la discusión. Es que no se puede imaginar una actividad de ese tipo sin Juan.

Orador talentoso, lleno de ocurrencias y capaz de la cita más oportuna en el momento menos pensado, también era infatigable… pero no sólo hablando, porque acopiaba nuevos datos, escribía, promovía la acción de otros, aguijoneaba las acciones que consideraba necesarias para que no se perdiera lo que iba quedando. Ponía el corazón en todas sus acciones.

Dije al pie de su tumba, en un intento de traducir el sentimiento de los presentes y, sobre todo, de los muchos que no pudieron llegar a tiempo, que a mi juicio –con cabal sentido de cada palabra, porque lo creo desde hace mucho- ninguna persona hizo por nuestro patrimonio natural lo que hizo Juan Carlos Chébez. Sin medios económicos, a veces sin respaldos institucionales, con frecuencia menospreciado desde “la Academia”, apoyado en su voluntad inquebrantable, guiado por objetivos claros a los que adhirió sin vacilar, utilizando cada resquicio posible contra la degradación incesante y recurriendo a sus talentos sin igual, fue el joven padre de toda una generación de conservacionistas que hoy lo llora, pero que no debe detenerse en el duelo para proseguir con el mandato que nos unió y por el que, por siempre, nos exigirá perseverar.

Mario Gustavo Costa 

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Quizás sea impropio que intente escribir estas líneas sobre Juan Carlos, porque lamentablemente no es mucho lo que lo traté. Sólo compartí con él algunas reuniones sobre conservacion y algunas charlas y mails sobre los nombres de aves y mamíferos. Sin embargo aún mediante ese breve contacto pude darme cuenta que la historia nos había concedido ser contemporáneo de uno de los grandes, algo que a veces la perspectiva cercana no nos deja ver bien. Sin duda con los años se comprenderá que su tarea lo ubica junto a los grandes naturalistas de este país: Azara, Burmesiter, Moreno, Holmberg, Hudson, Ambrosetti, Partridge, Giai, entre otros. Hoy le tocó irse como como algunas de las especies sobre cuya desaparición nos alertaba cual atento centinela. Nos gusta pensar que cuando muere alguien querido tal vez se encuentre transitando por etéreos lugares. No lo sé ni puedo imaginarlo, pero sí sé que al irse Juan Carlos quedamos todos - plantas, bichos y gente- más desprotegidos.

17.05.2011 - 22:18hs - Alejandro Mouchard

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Falleció Juan Carlos Chebez, defensor de especies en extinción
01:45 17/05/2011
El reconocido naturalista y conservacionista vocacional murió en Buenos Aires a los 49 años. Pese a su prematura desaparición, su trayectoria le permitió desarrollar una fecunda labor ambientalista. Entre sus obras de mayor importancia destaca el libro "Los que se van".

Cómo se puede caminar con solvencia desde la vocación infantil a la profesión adulta fue el ejemplo que dio durante su vida Juan Carlos Chebez, naturalista y conservacionista fallecido prematuramente, el domingo a la tarde en Buenos Aires, a la edad de 49 años.

La propia intendencia del Parque Nacional Nahuel Huapi participó su pesar por la pérdida de "uno de los naturalistas argentinos más prestigiosos y referente sobre especies amenazadas y áreas naturales protegidas".

El repaso a la trayectoria de Chebez, nacido en 1962, puede comenzar con su relato:

"Comencé desde muy joven armando un grupo ambientalista -contaba con sólo 13 años- con compañeros de colegio, en Martínez. Era 1976 y no se hablaba mucho de ecología por ese entonces en la Argentina. Desde allí comenzamos a conectarnos con las pocas entidades que defendían el ambiente (...)".

Ese interés llevó a Chebez a continuar, de algún modo, apropiándose de una carrera vocacional en el tema, que lo llevó a conocer la mítica Isla de los Estados, en el mar austral argentino, y así apreciar la diversidad de la fauna patagónica.

Aunque admitió que equivocadamente no siguió en su momento la carrera de biología, ello no le impidió transformarse en un referente nacional en conservacionismo con una impresionante trayectoria en cargos dirigenciales de organizaciones ambientales y gubernamentales.

En 1990, Chebez ingresó a la Administración de Parques Nacionales como director de Manejo de Recursos Naturales, luego asesor presidencial y finalmente ganó, por concurso, la dirección de la delegación regional Nordeste, por lo que se radicó en Iguazú. Su libro más conocido es "Los que se van, fauna argentina amenazada", publicado en 1994 y reeditado dos veces más.

También escribió "Guía de las reservas naturales de la Argentina" y numerosos artículos de ornitología, mastozoología y conservación. Participó de conferencias en todo el país. También en Roca.

Fuente: http://www.rionegro.com.ar/diario/rn/nota.aspx?idart=624804&idcat=9544&tipo=2

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De luto está el yacaré

Y el tamanduá y la yerutí, y el pato serrucho y el mboreví; canta tristemente el araracucú y hasta la Caá Yarí se ha puesto a llorar.

Ya sin correderas el Uruguaí desde su desolación embalsada le hace eco. Es que se ha muerto el ángel que los guardaba. Se ha muerto Juan Carlos Chébez, el guardaparques, el ecologista, el incansable luchador, el que nunca dejó de levantar su voz en defensa de nuestra selva misionera y a cuya gestión e insistencia se deben unos cuantos parques provinciales.

Así, de improviso, partió el domingo 15, y nos dejó con el dolor de haber perdido no solo un amigo, sino un hermano.

Lo vi una sola vez, en un encuentro de escritores en Iguazú. Estábamos en el viejo hotel Cataratas – que ya no funcionaba como tal- y, guitarra en mano, cantó esas canciones tan dulces, tan sentidas, que por ahí andan en un CD casi inhallable.

Hay personas que se cruzan en nuestro camino y que se quedan para siempre; que nos iluminan. Ese fue Juan Carlos. Después seguimos su carrera, sus publicaciones, sus charlas, a través de los medios. Era, realmente, un grande. De su partida no se enteraron los diarios, pues no era ni político, ni famoso. Solo las redes de Internet se llenaron de mensajes destacando su obra, su profunda convicción, su continuo accionar. Y la noticia nos sacudió con la fuerza de lo que no puede ser, no debe ser.

Releer la letra de sus canciones es volver a encontrarlo, con su alma de niño, con su inmensa tristeza por la selva que se va perdiendo y con ella muchas especies de flora y fauna.

Misionero soy, sigue diciendo su voz grabada., como el tamanduá. Soy del Urugua-í, repetía. Y transcribo estos versos que lo pintan entero:

Cuando voy para Misiones
y miro esa selva que se va
y que ya no queda nada
de lo que mi padre supo andar
que montones de rozados
van quemando el monte
y al cazar, matan más de lo preciso,
siento que pronto se va a aclarar
que tan solo algún recuerdo
quedará de mi monte natal,
va invadiéndome de a poco
una gran tristeza en el cantar
al saber que mis gurises
no podrán andarla y contemplar
a la paca y a los venados
cerca´el arroyo al aclarar.

Aunque me vaya muy lejos
selva misionera te tendré
bien presente en mis recuerdos
que a mis hijos yo les contaré.

Y seguramente en su tumba irá a cantar el araracucú y a la saracura, a quien pidió:

Saracura no te olvides, de cantarme cada tarde
que al sentirte me despierto, desde el fondo de mi sangre.

Ay, Juan Carlos! Cómo cuesta decirte adiós. Pero nos queda, ahora más que nunca, el compromiso de no bajar la guardia, de continuar como fuere con tu obra en defensa de la naturaleza. De nuestro monte, de nuestros animales silvestres, de nuestros arroyos.

Rosita Escalada Salvo (Publicado en el semanario “El Reportero” )

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Juan Carlos Chebez, El Nombrador
(1962-2011)

En un país con políticas de Estado ausentes e instituciones frágiles, una persona puede resultar fundamental. Es el caso de Juan Carlos. Su visión era la de un estadista ambiental. Sus “tratados” sobre las especies amenazadas (“Los que se van”) y las áreas naturales (“Guía de las Reservas Naturales de la Argentina ”) ponen de manifiesto su capacidad y claridad para poner las cosas en su lugar. No hubo gestor ni difusor más prolífico que él en el periodo de tiempo que lo tuvimos entre nosotros.

Por eso, le debemos mucho. Entre otras cosas, el haber sacado del anonimato popular especies ignotas. Pensemos, acaso, antes de él, ¿cuántos habíamos escuchado hablar de la mojarra desnuda del Valcheta, de la lagartija del Nihuil, del loro pecho vinoso, del ratón de los guindales de la Isla de los Estados o del pato serrucho? No solo eso, su conocimiento sobre la biología y estado de conservación de estas especies era tan minucioso que rápidamente las transformaba en una leyenda viviente. Otro tanto sucedía con esas áreas perdidas, por las que luchó incansablemente. Fuera de Misiones y del querido Alberto Roth, ¿quién había oído antes de Juan Carlos el topónimo Urugua-í? Él resucitó esos y otros nombres olvidados, como las Selvas de Montiel, el Salar de Pipanaco y la Meseta del Somuncurá, entre muchísimos otros, por los que trabajó para su protección y con un éxito logrado a fuerza de su poder de convicción.

Fue el primer defensor de esos lugares olvidados y de las especies pequeñas que habitan en lugares remotos y que en su mayoría no tenían ni siquiera un nombre vulgar. Las estudió, las divulgó e intentó -o logró- protegerlas estimulando la creación de nuevas reservas naturales. Hasta les dedicó poesías y les cantó. ¡Más no pudo hacer!

¡Claro que tuvo defectos! Pero inofensivos para con los demás y minúsculos si se dimensiona el conjunto de su persona. Pero todo grande incomoda. Por eso no le faltaron detractores y aclaremos: “con título”, que sin otro motor que su mediocridad lograban amargarlo en sus intentos discriminatorios, dado que Juan Carlos –hasta hace muy poco- no ostentaba un diploma universitario (solo recientemente había sido distinguido como Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires). Pero –como suele decir mi madre- “la envidia es un móvil poderoso” y más cuando se ocupan “territorios” que seres oscuros creen propios. Pero me consta algo mejor: eran una minoría despreciable e intrascendente. Los Grandes de la talla de José M. Cei, Marcos Freiberg, Elio Massoia, Julio R. Contreras Roque, Tito Narosky, Jorge H. Morello y Hugo López no solo lo alentaron, sino que cultivaron su afecto, amistad o admiración. Es que Juan Carlos fue muy generoso y cuidadoso: no solo procuraba citar la autoría de cada dato sino que invitó a compartir sus trabajos (en muchos casos, innecesariamente) con cuanta persona se interesara por una especie o un lugar en particular. Bastaría repasar cualquiera de los tomos de “Los que se van” para combrobarlo. Por eso tampoco le faltaron actos de justicia, como el reconocimiento del gran Museo de La Plata ante sus aportes en el campo de la ictiología o “El Quijote de la Conservación” que le hizo conferir el Méd. Vet. Fidel Baschetto y la “Pluma de Plata” que le entregó Aves Argentinas. Recordemos también que los consagrados zoólogos Ulyses Pardiñas y David Flores le dedicaron una especie misionera que hoy lleva su nombre: Abrawayaomys chebezi. Para un naturalista no hay mayor honor y ese orgullo no se lo sacó nadie.

El Nombrador (como bautizó su cuenta de correo electrónico) descansa tranquilo. También será nombrado. Y por muchas generaciones, mientras reposa nuestro “Sacha Juan” cerca de un lapacho rosado que eligió de sombra eterna.

Claudio Bertonatti 18 de Mayo 2011
claudiobertonatti@yahoo.com

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El que se fue

Pocos podemos imaginarnos qué se puede sentir cuando descubrimos que desaparece una especie. Un conjunto de organismos únicos con recursos y bellezas descubiertas y por descubrir, que nunca más estarán en este mundo ni en ninguno. Que se fueron para siempre porque no hicimos lo suficiente para salvarlos. Pero mucho menos podemos imaginarnos que con una sola muerte haya algo peor; sin embargo en este caso así lo fue. El domingo 15 de mayo de 2011 falleció uno de los más grandes naturalistas que haya tenido Argentina, a quien por pertenecer a esta época no podemos dejar de poner a la altura de los históricos como Hudson, Moreno y tantos otros. Juan Carlos Chebez fue sin dudas un mentor de miles de proyectos a quien muchas especies le deben la vida y su descendencia sin siquiera saberlo nunca. No importa, él no tenía el sentido antropocéntrico que aflora y afloró por miles de años desde que nos creemos la “especie dominante”.

Está en todos nosotros el averiguar todo lo que podamos sobre él y su gran obra, tratar de conseguir sus libros y de luchar por los que aún no fueron publicados, tomando conciencia sobre cada especie en peligro y cada ambiente que necesite protección.

Fue criticado por algunos por “no poseer título universitario”, aunque los maestros de la vida adquieren sabiduría a partir de su propia vida, de su inagotable e interminable investigación sobre la biodiversidad argentina, ya que era dueño de un conocimiento enciclopédico, incluso muy superior al de muchas personas con título (lo cual he podido comprobar).

Me es raro llorar la muerte de una persona que vi personalmente sólo en dos clases y una charla que presencié, y con quien intercambié unos pocos mails. No he tenido el gusto de conocerlo de cerca; sin embargo, al igual que muchos que amamos la naturaleza, siento su pérdida como si fuera la de un familiar o un amigo. Es casi o más incalculable suponer lo que perdemos con su muerte. Tal vez lo llore alguna lagartija de los exploradores -si es que quedan-, algún pato serrucho o hasta el mismísimo yaguareté. Con él se van miles de hectáreas que no serán reserva, pero quedaron también otras miles que dejó de legado. Nadie más que él pudo recopilar toda la información para las guías de reservas (incluyendo las que deberían serlo y no lo son todavía), o hablar de las especies en peligro con datos precisos sobre cada una de ellas e incluyendo en esos libros la problemática ambiental, además de muchos otros datos de interés.

Tal como me dijo una de mis profesoras de la EAN (Escuela Argentina de Naturalistas) debemos usar este inmenso dolor para que nos dé fuerzas. Hay una gran obra por continuar, que debería ser la obra de todos. Salvar nuestros ecosistemas es obligación de todos, cada uno desde su lugar y posición. Te vamos a extrañar, y con cada especie que se pueda salvar, sentiremos que hay un pedacito simbólico de tu enorme esfuerzo. Hasta siempre, Juan Carlos, los inmortales son pocos.

Sebastián Fusco
sebafusco@gmail.com

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Un viaje de la mano de Dios

CUANDO SE VA de viaje de la mano de Dios un ser humano que se destacó por luchar por el equilibrio ecológico, por preservar a la fauna autóctona y defender todo lo que es y representa la Naturaleza, se pierde a alguien sin reemplazo y esta noticia –sin haber sido su amigo- me entristeció el alma, por ende, no serán suficientes las palabras que pueda expresar de condolencias a su familia y a sus compañeros de trabajo.

COMO DIJE, no fui su amigo, pero en este amor y defensa por los derechos de los animales y las plantas, todos los idóneos luchadores nos conocemos y supuestamente nos respetamos. Cada uno desde su trinchera defendiendo los pulmones de la humanidad (bosques, árboles y animales), cuidando el hábitat natural de especies silvestres vulnerables, estudiando formas de concientizar al público y gobernantes que deben cesar los desmontes, la contaminación ambiental y la caza furtiva, entonces QUIERA DIOS QUE NO SE PIERDA LO COMENZADO Y LOGRADO POR JUAN CARLOS CHEBEZ y que aparezcan más hombres dispuestos a comprometerse en esta dura defensa de la Naturaleza directamente en el foco del problema, con sacrificio y renunciamientos, y menos proteccionismo cómodo desde computadoras.

PUEDO ACONSEJAR ASÍ sintiéndome uno de los pioneros en la lucha frontal contra el tráfico ilícito de especies protegidas, impulsor de millares de incautaciones, participando en rescates en todo tipo de terrenos y climas, documentada trayectoria pública internacional desde 1970, iniciado con numerosos científicos y autor de muchos trabajos publicados, habiendo cosechado de paso feas heridas de animales y de cobardes cazadores que me emboscaron.

QUEDE CLARO QUE SIENTO GRAN ADMIRACIÓN POR LOS QUE CONTRIBUYEN (Y LOS QUE LO HAN HECHO) A ABRIR CAMINOS A LAS NUEVAS GENERACIONES.

LAMENTABLEMENTE no hubiera podido concurrir a su entierro por estar atravesando delicados momentos después de haber sufrido meses atrás graves heridas -en estado desesperante- y estar en lenta recuperación.

UN APLAUSO A JUAN CARLOS CHEBEZ y un abrazo a sus compañeros conservacionistas.

CARLOS ESTRADA *escritor, periodista de investigación y proteccionista independiente de fauna salvaje.
Buenos Aires, Argentina, 18 de mayo de 2011.
estrada_animalsprotection@yahoo.com.ar

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ESTAMOS UN POCO MÁS SOLOS

Quiero extraerme de esa mezcla sutil e ilimitada de amistad y admiración que sentía por él. Juan Carlos fue un abridor de mentes, una mixtura de ciencia y arte, de ciencia, arte y sentimientos. Lo leímos desde hace 20 años, lo escuchamos en sus largas disertaciones que remataba con alguna frase, que si no era de Atahualpa Yupanqui eran de otros “pensadores de la tierra” y después supimos matizar interminables charlas en encuentros no casuales.

Lo trajimos a disertar al Colegio Veterinario en junio de 1996. Dos días enteros donde Chebez era el único disertante… a sala llena nos despabiló el alma. Los Parques Nacionales, su flora, su fauna. Por sobre todo su fauna. Luego nos acompañó en varias otras oportunidades más.

Su visión integradora, propia de los naturalistas de antaño, nos bañaba de conocimientos que atravesaban líneas de pensamiento. Definitivamente era de esos que no solo veían el árbol; veía el bosque. Y vaya si lo veía… Lo sentía.

Escribió innumerables cuestiones. Sus libros quedarán en las estanterías de cualquier biblioteca que se precie de pertenecer al mundo de la conservación y sus palabras en las neuronas de quienes leyéndolo comprendimos que la visión de la naturaleza no es un juego de niños. Su mensaje en el corazón de los “genuinos protagonistas de la conservación”.

Su libro: “Los que se van” conforma la bisagra de la literatura sobre el tema. Debería decir “sus libros” ya que en su última versión 4 tomos conforman esa obra original. Cuando comenzamos a caminar en el mundo del estudio de nuestra naturaleza entendimos que la fauna nos conducía a senderos disparadores a otras disciplinas. La fauna nos abría las puertas a la cultura de la tierra y de su historia. No hubo dudas que muchos acrecentamos nuestros conocimientos con este tratado.

Chebez fue un naturalista. Biología, geografía, ecología, historia, antropología, evolución, paleontología, literatura todo discurre en sus palabras, orales o escritas. Incluso cantadas…

Lo conocimos, cultivamos sus templanzas, receptamos sus consejos, aprendimos. Me complazco y enorgullezco en ser uno de los médicos veterinarios que más lo aprovechó.

Supimos, en el momento justo, entregarle el premio “Quijote de la Conservación Nativa”. Y vaya si fue un Quijote. Estoy convencido que incluso algunos de sus “molinos” van a salir hablando de amistad… la amistad de los “sicarios” no solo no se escucha, se repele. Él lo sabía. Incluso me lo inculcó. Esos mercaderes de la “conservación” que ocupan puestos que debieron estar ocupados por personas cómo él. Los conocemos, sabemos de quienes hablamos, tienen nombre y apellido. Pero no es momentos de brindarles espacios.

Dejemos que él se explaye con sus palabras y que no sean pocas (es imposible hablar de Juan y que él no participe…). Así se explayaba:

"Sin embargo el gran problema de hoy es la dispersión de fuerzas y voluntades. Creo que no es un problema de la conservación, sino un problema nacional. Definir y llevar adelante un verdadero proyecto donde se note que esto es política de estado. Francisco Pascasio Moreno lo tuvo claro, Eduardo Ladislao Holmberg también lo tuvo claro, el mismo Germán Burmeister que se vino de Alemania lo tenía claro, por eso dejó todo atrás y se vino ante una invitación que le hizo nada menos que Sarmiento, para hacerse cargo del Museo de Ciencias Naturales. De esa generación del ochenta hay que recuperar ese espíritu y volver a ser lo que fuimos, un país señero en Latinoamérica con un modelo de Parques Nacionales que después del de Estados Unidos y el de Canadá, era el tercero en América, que nacía y que sigue siendo motivo de admiración. Sigue siendo la columna vertebral de un sistema de reservas que no están terminadas de crear. Eso de que todo está hecho es una idea que hay que borrar definitivamente, ya que es falso que ya está protegido lo que se pudo proteger y el resto va al sacrificio. No, todavía hay mucho por proteger, pero para ponernos de acuerdo qué, dónde, cuándo, cómo y cuáles son los matices, tenemos que juntarnos y dialogar y escucharnos. En definitiva, hoy casi suena prehistórica la dicotomía conservación versus desarrollo. La conservación, bien entendida, por definición, admite el desarrollo. Eso sí, el buen desarrollo. Con gente que sepa qué suelo está pisando, que lo conozca, que lo entienda y que sepa por qué el cerro se llama así. ¿Qué pensó el abuelo?, como decía Atahualpa, cuando hablaba del indio que pisó esas tierras antes, ¿con qué soñaba?, ¿qué creencias tenía?, todo lo que hace a nuestra identidad que lentamente se va como perdiendo en un país donde hay una competencia de las capitales provinciales por parecerse a Buenos Aires, con su cadena de countries rodeándolo. Ese parece ser el modelo a seguir sin entender que podemos generar un modelo para el Chaco, un modelo para la Puna, un modelo para la Patagonia, donde por ejemplo hay elementos climáticos diferentes que son innegables. No podemos negar el tema del viento en la Patagonia, no podemos negar el sol en la Puna y, bueno, todo eso nos obliga a ser ingeniosos y demostrar que si alguna vez Linneo nos denominó, cuando se dedicó a clasificar los bichos y las plantas -como un bicho más para susto de varias señoras de la época-, Homo sapiens, no se equivocó, nos puso el hombre sabio. Él seguramente creyó que teníamos la capacidad de organizarnos y de encontrar también las soluciones. Porque el hombre hace los daños, el hombre mata en un momento las ballenas para hacer con sus barbas los sostenes para el cuello de la camisa, pero también después las reemplaza por plástico y termina buscándole alternativas. Creo que tenemos que aprender los argentinos que estamos a tiempo para reorganizar un montón de cuestiones, a través de un reordenamiento territorial, que no pasa por negar a la gente, sino por sumarla activamente y con un mensaje positivo, mensaje que traiga soluciones. Dicen que Charles De Gaulle, Presidente de Francia, atendía con un cartel en el hall, en la sala de espera, para que leyeran los que entraban a su despacho: "Si usted no me trae la solución ya es parte del problema". Bueno, eso es lo que tenemos que aprender los ambientalistas. Cuando vamos con el problema, aprender a llevar también la posible solución para no convertirnos en la queja perpetua. Mi experiencia es que si nos convertimos en un ejército de gente voluntariosa diciendo "vamos a cambiar las cosas", en lugar de un grupo de gente asustada que piensan que es un proceso que nos supera, que nos está desbordando, cuando creo que no es así. Así que, como reflexión final, luchemos por juntarnos y por encontrar las soluciones, perder un rato en el análisis grave de la situación, pero en algún momento decir "paremos de llorar por la mitad vacía y vamos a empezar a ver la mitad del vaso lleno también".

Quise extraerme de esa mezcla sutil e ilimitada de amistad y admiración que siento por él. Pero ya no hace falta, cuando uno admira a ciertas personas es bueno que se lo cuente al mundo

Dicen que falleció Juan Carlos Chebez y es lógico que sus amigos y compañeros de lucha nos sintamos un poco más solos, algo así como que el mundo nos queda más grande… Pero por él aprendimos, también, que algunos de “los que se van” se quedan para siempre.

Fidel Baschetto
fidelbas@hotmail.com

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"Al MAESTRO con Cariño"

En 1980, veníamos de vivir en Bariloche, por inquietud de nuestro hijo Daniel, nos arrimamos a la Fundación Vida Silvestre para inscribirlo, tenía 12 años, y allí nos comentaron que había programada una visita guiada al PN Calilelegua, en Salta. El joven que nos atendió hablaba claro y preciso, nos comentó los fines de la excursión y con entusiasmo adulto, nos dijo que se llamaba Juan Carlos Chebez.

Así se inició una fecunda, sabia, y alegre relación con el MAESTRO. Desde entonces nuestro depto. de Palermo, fué un lugar de reuniones donde iniciaron a colaborar en el libro Los que se van. En uno de sus cumpleaños, creo que fué cuando cumplió 22 años, Analía, nuestra hija junto con su madre le prepararon una torta decorada con el pato tobiano, que conservó mucho tiempo en la heladera de su madre. Entonces, además de pensar seriamente, sus reuniones de jóvenes fueron sabias, profundas, festivas, alegres.

Fueron momentos mágicos. Claudio Bertonatti intentaba tocar el sikus, Daniel la quena, Juan Carlos la guitarra entonando sus canciones. El terminaba la fiesta. EL ha sido una guía importante en nuestro hijo Daniel. Hemos sido afortunados el haber compartido algunos momentos de su vida. EL ha sembrado, honestidad, integridad, sabiduria, alegria, emociones y risas. Siempre estará con nosotros, en sus libros, sus canciones y en nuestros recuerdos.

Elida, Analía, Daniel y Aldo Gómez.
ayegomez@speedy.com.ar

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Las políticas medioambientales en San Isidro

Esta es una pérdida muy fuerte el fallecimiento de JC Chebez, pero también queremos dar nuestro testimonio de la interlocución con él y de las dificultades que efectivamente enfrentaba por el desinterés del Gobierno Municipal, a pesar de sus declamaciones.

A veces siento que la institución no logra percibir la diferencia entre la publicidad y la verdadera gestión Posse. Con respeto y afecto, Ester Fandiño In Memorian Juan Carlos Chébez Como recordé en la Sesión del miércoles pasado en el HCD, he lamentado profundamente el fallecimiento de Juan Carlos Chebez, a los jóvenes 48 años de edad. El gobierno de San Isidro había usado su prestigio y lo había colocado en un cargo ad honorem para el que no le proveyó estructura ni asistencia.

Nuestro Bloque tuvo una activa interrelación con él, con interlocución de Mónica Mihic, de la que han surgido algunos proyectos presentados para coadyuvar con las misiones y funciones del cargo ocupado en el Departamento Ejecutivo por tan brillante figura.

En este testimonio, queremos rendirle homenaje a nuestro funcionario fallecido, pero también dejar constancia de la verdadera naturaleza de la gestión medioambiental del Gobierno de Posse, orientada especialmente a la propaganda autolaudatoria y sin avances significativos mensurables. Posse critica a Massa y el Colony Park, pero no mira de la misma manera sus propias depredaciones en San Isidro.

Ester Fandiño

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Otros medios que publicaron la trayectoria de Juan Carlos Chebez

http://evaluacionimpactosambientales.blogspot.com/2011/05/fallecio-juan-carlos-chebez.html

http://www.barilochedigital.com/

http://www.diariouno.com.ar/pais/Fallecio-Juan-Carlos-Chebez-uno-de-los-naturalistas-mas-prestigiosos-del-pais-20110516-0049.html

http://www.laarena.com.ar/avances/murio_el_naturalista_juan_carlos_chebez-9781.html

http://weblogs.clarin.com/ensayo-y-error/2011/05/17/se_fue_ una_apasionado_defensor_de_la_naturaleza_juan_carlos_chebez/

http://www.extradiario.com.ar/noticias.php?id=18408

http://www.territoriodigital.com/nota2.aspx?c=0118095049773578

http://www.elparanaense.com.ar/precursores.htm#PRECUR6:CHEBEZ

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