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El Cormorán Antártico

Colonia reproductivas de unos cientos de parejas del Cormorán Antártico se establecen en zonas costeras de diversas islas subantárticas y antárticas. Cada temporada mantienen un mismo nido y pareja y son aves que no se alejan mucho de las costas. En consecuencia hay poca mezcla entre sus poblaciones, surgiendo diversidad en su coloración.

En invierno, solo se mueven lo suficiente como para llegar a zonas de alimentación. Durante el ciclo anual mantienen los mismos sitios de reproducción para reposar y congregarse. Allí se van depositando grandes cantidades de guano, buen nutriente para el crecimiento de líquenes, musgos y algas, empleados a su vez como materia prima para la construcción de sus nidos truncados. Por otra parte, el robo de materiales en la colonia siempre está presente.

Con la elaboración del nido comienza el cortejo sexual, el que continua hasta después de la puesta de huevos e incluso del nacimiento de pichones. La puesta de los primeros huevos se da entre fines de octubre y principios de noviembre. Durante las dos primeras semanas, los pequeños demandan la atención de sus padres hasta que logran regular su temperatura por cuenta propia. Luego sigue un rápido crecimiento y en marzo cambian el plumón.

Años con fuertes tormentas de viento o nieve pueden provocarles gran mortalidad. Entre las aves antárticas voladoras, el Cormorán Antártico es la única especializada en capturar peces costeros de fondo. Constituyen el 90% de su dieta, y entre ellos se destacan los nototénidos. Además, come diversos gusanos marinos (poliquetos), moluscos y crustáceos. Un estudio de la dieta de estas aves durante la estación reproductiva en la isla Nelson, de la Shetland del Sur, determinó que ingieren entre 600 y 1.200 gramos diarios de comida, con tres a cinco viajes de alimentación por jornada. Para satisfacer las crecientes demandas de los pichones, se alimentan en esta etapa de peces más grandes que en otros períodos.

La capacidad de buceo del Cormorán Antártico es asombrosa y le permite buscar comida sobre el fondo marino. Prácticamente iguala la profundidad alcanzada por los pingüinos pequeños (Adelia, de Barbijo y Papúa), de alrededor de 120 metros.

En la Antártida, los peces costeros se distribuyen hasta profundidades de poco más de 100 metros de profundidad, hasta donde acceden en sus buceos los cormoranes. Estas aves serían pues, buenos indicadores para reflejar el estado de abundancia y cambios en las comunidades de peces costeros.

Se ha sugerido que una evaluación a largo plazo de la dieta y éxito reproductivo del Cormorán Antártico ayudaría a monitorear poblaciones de peces costeros.

Textos: Santiago de la Vega - Antártida, Las Leyes entre las Costas y el Mar -
Serie: Explorando nuestra naturaleza, Contacto Silvestre Ediciones, 2000
Fotos: Santiago de la Vega

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