EDICION
PROVISORIA
- EN PROCESO
DE DIAGRAMACION
Parque y Reserva Nacional
Nahuel Huapí
Ubicación
El área protegida está ubicada en el sudoeste de la provincia de Neuquén y noroeste de la provincia de Río Negro, en la región andinopatagónica (2). Sus coordenadas son los 40° 8’ y 41° 35’ de latitud sur, y los 71° 2’ y 71° 57’ longitud oeste (3).
Este Parque Nacional limita al norte con otro, el Lanín, y contiene dentro de su ámbito a un tercero, el Parque Nacional Los Arrayanes. A su vez, la frontera con Chile constituye su límite oeste. En el país trasandino, aproximadamente a la misma latitud, se sitúan los parques nacionales chilenos Puyehue y Vicente Pérez Rosales (11).
Superficie
La superficie total del área es de 759.840 hectáreas, de las cuales 428.000 corresponden al Parque Nacional y 330.000 a la Reserva (3).
Fecha e Instrumento Legal de Creación
A partir de la donación de tierras efectuada por el Perito Francisco P. Moreno el 6 de noviembre de 1903 (3, 2), en 1907 se dicta un decreto por el cual se acepta dicha donación y se reservan 43.000 ha para destinarlas a la creación de un parque nacional. En 1922 se crea, por ley, el Parque Nacional del Sur (4), y comienza el manejo del lugar como área protegida (3)
Sin solución de continuidad en cuanto a protección, el Parque Nacional Nahuel Huapi como tal fue creado en 1934, por la Ley Nacional 12103 (5). Es el primer Parque Nacional de la República Argentina y la mencionada norma dio vida institucional al sistema nacional de áreas protegidas.
Este hecho tiene gran significación para la Argentina, ya que colocó al país a la vanguardia en esta materia, detrás de los Estados Unidos y Canadá. Cabe subrayar que, en honor a aquella donación, todos los 6 de noviembre se celebra el Día de los Parques Nacionales Argentinos.
Relieve
En la parte occidental del Parque, un sector de los Andes Patagónicos caracteriza al paisaje, surcado por abundantes ríos y arroyos y salpicado de grandes lagos. Hacia el este, en cambio, esa fisonomía se suaviza hasta convertirse en la meseta patagónica.
Las alturas promedio oscilan entre los 700 y 2500 msnm, con extremos menores a los 500 m y superiores a los 3500 m (3). Las pendientes son, en su mayoría, superiores al 30% (1).
Los picos de mayor altura son los cerros Tronador, de 3.478 metros (6), que debe su nombre al estruendo que provocan las masas de hielo al desprenderse y caer; Falkner, de 2350 metros, que se ubica casi en el extremo norte del Parque y Catedral, con 2388 metros, ubicado en la zona centro-sur, en la provincia de Río Negro (4).Además, se distinguen en la zona los cerros Crespo, Bueno, Campana, Colorado, Millaqueo, López, Punta Negra y Cuyín Manzano entre otros, todos de aproximadamente 2000 metros de altura.
En el paisaje occidental y central del parque predominan las manifestaciones volcánicas y glaciarias. Entre las numerosas geoformas de origen glaciario predominan las de erosión, como cuencas lacustres, valles en U, circos glaciarios, valles colgantes, entre otras. Pero también hay geoformas glaciarias de acumulación, como los depósitos morénicos y los llanos de inundación de los lagos Nahuel Huapi y Traful (3).
También se manifiestan procesos glaciarios actuales, especialmente los del cerro Tronador y los de los glaciares Frías, Alerce y Castaño Overo (3).
Hacia el este, donde disminuyen las precipitaciones y la altitud, se van haciendo más evidentes las geoformas de origen fluvial, a pesar de la acción de glaciares de menor magnitud (3). Empiezan a aparecer cañadones y mesetas semiáridas (2).
Otras características del relieve son los abanicos aluviales, los conos de deyección, los llanos aluviales, los albardones y los pequeños deltas (3).
La mayor parte de los suelos del lado occidental del parque han evolucionado a partir de cenizas volcánicas, con poca diferenciación de horizontes, la cual se va acentuando hacia el este, en la región montañosa preandina. En el extremo oriental aparecen suelos de textura arenosa (3).
Clima
Predomina el clima templado-húmedo, con precipitaciones superiores a los 1500 mm anuales que se concentran en invierno (3). Las temperaturas medias anuales son generalmente inferiores a los 10°C, y en invierno rondan los 2°C (2). Los vientos del oeste y noroeste son los dominantes (3).
Sin embargo, dentro del parque se dan tipos climáticos marcadamente diferentes en función de la abundancia de precipitaciones.
Estas variaciones, que se dan en sentido altitudinal y longitudinal, se debe a la presencia de la Cordillera de los Andes, que intercepta las masas de aire húmedo que avanzan desde el oeste hacia el este. El fenómeno resultante es la condensación de la humedad en forma de abundantes precipitaciones que se concentran en el área próxima a la cordillera. Esto determina un marcado gradiente de humedad en sentido oeste-este. La zona occidental del Parque recibe un aporte mucho mayor de lluvias que la zona oriental y, por lo tanto, la primera es notoriamente más húmeda. Por el contrario, la zona este recibe un escaso aporte de lluvias y su clima es seco y frío.
Se han llegado a registrar, en menos de 60 km, variaciones en las precipitaciones que van desde más de los 3000 mm anuales en el oeste, a unos 600 mm en el este (3).
La escasez de lluvias no es el único factor que contribuye a la aridez de la zona oriental del Parque. Se suman, también, una intensa evapotranspiración y la poca capacidad para retener humedad de los suelos arenosos (3).
Dado que la vegetación responde a los factores climáticos (7), la respuesta biológica al gradiente de humedad se manifiesta en el desarrollo de densos bosques húmedos en el extremo occidental, con vegetación de lianas y epífitas, y vegetación típica de estepa en la zona oriental (3), pasando por comunidades ecotonales (o de transición).
En las montañas también se producen variaciones climáticas altitudinales. A medida que aumenta la altura, desciende la temperatura y el clima se vuelve más agresivo, con fuertes ráfagas de viento, alta radiación y poca disponibilidad de agua en el suelo (3), ya que las bajas temperaturas hacen que las precipitaciones sean predominantemente en forma de nieve. Estas características de la zona altoandina determinan un clima de tipo nival, con muy bajas temperaturas, heladas y nevadas la mayor parte del año. Es también, por todo esto, una zona caracterizada por la aridez (3).
Hidrografía
En el área abundan los lagos de origen glaciario, los ríos y los arroyos. Casi todas las cuencas son de vertiente atlántica, excepto la del lago Queñi y la del río Manso, que son de vertiente pacífica (3).
Se pueden distinguir tres sectores con una dinámica particular. En el área norte, los lagos y ríos discurren mayormente en dirección oeste-este, por ejemplo, los lagos Falkner, Villarino, Espejo y Traful. Este último tiene una longitud de 30 km y es uno de los más importantes de esta zona. El área central se encuentra constituida por la cuenca del lago Nahuel Huapi y el área sur por la del río Manso (1). En esta última se encuentran también los lagos Martin y Steffen.
El Lago Nahuel Huapi es, sin duda, el más destacable del Parque. De origen glaciario, tiene una superficie aproximada de 557 km2 y una profundidad máxima registrada de 454 metros (8). Se ubica a una altitud de 772 msnm y ofrece 357,4 kilómetros de costa (8). Se ramifica en seis brazos: Blest, Tristeza, Rincón, Machete, Huemul y Campanario. Varias islas de distintos tamaños salpican el lago: las islas Victoria y Huemul son las más grandes, pero no pueden dejar de mencionarse las islas de las Gaviotas y de las Gallinas y, sobre todo, la isla Centinela, donde reposan los restos del Dr. Francisco P. Moreno. En la región nordeste se encuentra la península de Quetrihué, donde se asienta el Parque Nacional Los Arrayanes, con sus singulares bosques (4). Los principales cursos de agua que desembocan en el Nahuel Huapi son los ríos Pireco, Bonito y del Machete y los arroyos Castillo, Ñireco, Bravo, Frías, Ñirihuau y Chimuraco (8).
El lago Mascardi, con sus aguas color verde esmeralda, es también uno de los más importantes, como así también los lagos Gutiérrez y Guillelmo, estos últimos de menores dimensiones.
El límite este del Parque está parcialmente constituido por los ríos Limay, cuya naciente se encuentra en el lago Nahuel Huapi, y el Ñirihuau. Los ríos Manso y Villegas lo delimitan por el sur.
Flora
Según una de las clasificaciones fitogeográficas (*) más utilizadas para la República Argentina, en el Parque están representadas tres provincias fitogeográficas en las que se agrupan tres tipos de vegetación con rasgos claramente diferenciables, según el tipo de clima bajo el cual se desarrollan (7).
La Provincia Subantártica (Región Antártica, Dominio Subantártico) abarca, de norte a sur, montañas y valles glaciarios del lado occidental y central del Parque. La Provincia Altoandina (Región Neotropical, Dominio Andinopatagónico) corresponde a las altas montañas, sobre los 1600 metros de altura, y la Provincia Patagónica (también correspondiente a la Región Neotropical, Dominio Andinopatagónico) cubre una porción oriental de mesetas y montañas bajas con suelos arenosos y pedregosos (7).
Si bien las dos primeras Provincias mencionadas se encuentran bien representadas dentro del Parque, no sucede lo mismo con la Provincia Patagónica, cuya extensión dentro del Parque no es suficiente como para considerarla una muestra representativa de dicha unidad (3).
El alto aporte de lluvias sobre las laderas y partes adyacentes al cordón montañoso permite el desarrollo de bosques húmedos con múltiples estratos y variadas formas de vida vegetal. Este es el tipo de vegetación dominante en la parte Subantártica (distritos Valdiviano y del Bosque Caducifolio), que se extiende hasta aproximadamente los 1600 metros de altura (7). Entre los componentes arbóreos de estos bosques predominan familias y géneros de distribución austral, como Nothofagus, Fitzroya, Austrocedrus, Saxegothea y Pilgerodendron. Cabe señalar que los cuatro últimos son endémicos de la región (7, 3).
Del género Nothofagus, predominante en el estrato arbóreo a nivel regional, hay varias especies dentro del Parque. Se trata de un género perteneciente a la familia de las Fagáceas, exclusiva de Sudamérica y Oceanía.
Los bosques de lenga (Nothofagus pumilio) predominan en el área boscosa. El follaje de este árbol caducifolio es verde intenso en el verano, en el otoño adquiere distintas tonalidades rojizas y finalmente, en el invierno, pierde por completo las hojas (4). La especie se distribuye entre los 1000 y 1600 metros de altura sobre las laderas, pero toma una forma achaparrada a partir de los 1400 m. Es más resistente a la severidad de las condiciones climáticas que otras especies del mismo género, como el coihue (Nothofagus dombeyi), la cual también forma bosques pero a menor altura, en valles y bordeando los lagos. El gigantesco coihue, perennifolio de hojas aovadas-lanceoladas (4), prospera donde las condiciones de humedad son óptimas, o sea, en la región limítrofe con Chile, donde las precipitaciones pueden alcanzar los 4000 mm anuales (3, 4). Aparece entre los 700 y 1000 metros, ya que es menos tolerante a las bajas temperaturas. Otro representante de este género de amplia distribución dentro del área es el ñire (Nothofagus antarctica), que soporta heladas intensas, variaciones bruscas de temperatura durante el día y la fuerte evapotranspiración (3).
Entre Puerto Blest y la laguna Frías se desarrolla el bosque de alerce (Fitzroya cupressoides) que puede aparecer como dominante, o bien asociado al coihue. El alerce o lahuán es una conífera gigantesca, de tronco recto y grueso y hojas escamiformes, que llega a alcanzar los 50 metros de altura y unos 3 metros de diámetro (7). La importancia que este sector particular del bosque tiene para la conservación reside en que constituye una de las pocas ingresiones de selva valdiviana en nuestro país, dado que dicha formación es típica del lado chileno de la Cordillera. Ocupa zonas relativamente bajas, con precipitaciones muy abundantes (3). Algunas de las especies características de la selva valdiviana son el maniú macho (Podocarpus nubigenus) y hembra (Saxegothea conspicua), y el ciprés de las guaitecas (Pilgerodendron uviferum) (9).
Otra porción singular de los bosques la constituyen las formaciones casi puras de arrayán (Luma apiculata), de flores blancas y tronco color canela, que se encuentran en la península de Quetrihué y en el extremo norte de la isla Victoria. Si bien la especie suele aparecer en otras áreas en forma de árboles enanos, aquí adquiere un crecimiento extraordinario, tanto en altura como en diámetro (3). Este ambiente, de características únicas, se encuentra protegido por el Parque Nacional Los Arrayanes.
Los bosques están constituidos no sólo por árboles, sino también por otros elementos de la vegetación que constituyen el sotobosque, como el coligüe (Chusquea culeou), una caña del estrato arbustivo; el chilco (Fuchsia magellanica), de flores colgantes rojas y violetas; el pañil (Buddleja globosa), un arbusto de flores amarillas con propiedades medicinales; especies del género Myzodendron, el único de la familia Myzodendraceae, que parasita a los Nothofagus; el pahueldín (Hydrangea integerrima), enredadera que trepa sobre los árboles; helechos del género Blechnum (los más abundantes); líquenes, musgos y hongos (3, 4). Es también muy común el amancay o liuto (Alstroemeria aurantiaca), una herbácea rizomatosa de flores amarillas o anaranjadas, que se encuentra tanto en los bosques como en zonas más secas (4).
En función del gradiente climático, hacia el este va cambiando la fisonomía de la vegetación. Como respuesta frente a la brusca pérdida de humedad que se registra de oeste a este y que se acentúa en el verano, el bosque va dando paso a una vegetación de transición hacia la estepa. En las zonas de ecotono (o de transición entre diferentes tipos de vegetación) la lenga aparece con menor frecuencia, mientras que el ñire, por el contrario, sigue apareciendo hasta el límite con la estepa, debido a su mayor tolerancia al déficit de humedad. En estas zonas de transición el ñire forma bosques mixtos con otras especies de árboles, entre ellas el radal (Lomatia hirsuta), un arbolito de hojas aovado-elípticas y dentadas (4), el notro o ciruelito (Embothrium coccineum), de flores rojas muy vistosas (4) y el maitén (Maytenus boaria) de copa globosa (3).
También los bosques de ciprés son característicos del área ecotonal, donde se asocia con radales, ñires y maitenes. Estos bosques tienen una particular importancia para la conservación, dado que están pobremente representados en otras áreas protegidas y en el pasado sufrieron disturbios de gran intensidad provocados por el hombre, como el pastoreo, la tala y los incendios (3).
En la porción oriental del Parque, sobre las orillas occidentales de los ríos Limay y Ñirihuau, aparece en forma incipiente la vegetación de estepa arbustiva (3). Más hacia el este, pero ya fuera de los límites del Parque, se desarrolla la verdadera estepa patagónica.
Dentro del Parque, esta unidad ecológica está representada por el neneo (Mulinum spinosum), arbusto espinoso en cojín; coirones de distintas especies; palo piche; mata guanaco y Discaria articulata (3).
La zona oriental no es la única que presenta condiciones de aridez. Esto también se observa en la alta montaña, donde la severidad del clima interrumpe el desarrollo del bosque y da lugar a una vegetación pobre, achaparrada y de características xerófilas, con formas extremas de adaptación al viento y la sequía. Las precipitaciones ocurren prácticamente a lo largo de todo el año pero en forma de nieve, por lo cual el agua no se encuentra disponible para la vegetación. El paisaje es semidesértico hasta alrededor de los 1800 metros. Son carácterísticos los suelos inmaduros, rocosos o arenosos, con un alto porcentaje de su superficie expuesta, sin cobertura vegetal (suelo desnudo). Se encuentran arbustos o hierbas muy dispersas que forman matorrales cerrados cerca de arroyos o ríos. También hay mallines de altura y vegas donde existe mayor disponibilidad de humedad (3, 7). Junto con la vegetación de la zona Subantártica, la Provincia Altoandina, correspondiente a zona, se encuentra bien representada dentro del Parque (3). Se localiza aproximadamente por encima de los 1600 metros, en forma de “islas” en las altas montañas, sobre el límite de distribución de los bosques húmedos (3, 7). Si bien la flora ha sido poco relevada, es de esperar que, por el carácter discontinuo de su distribución (restringido a las zonas de alta montaña) presente una considerable cantidad de endemismos (3).
(*) se entiende por Fitogeografía a la disciplina que estudia la distribución de los vegetales sobre el globo terráqueo y las leyes que determinan esa distribución (7)
Fauna
En el Parque se han registrado aproximadamente 180 especies de vertebrados, de las cuales las más numerosas son las aves (alrededor de 90 especies) de permanencia constante o estacional dentro del área. Les siguen, en orden de riqueza específica, los mamíferos (alrededor de 40 especies autóctonas de presencia confirmada, una probablemente extinta y 10 exóticas) (14), luego los anfibios (13 especies registradas) y, por último, los reptiles (11 especies) y los peces (6 especies nativas) (3).
Los bosques subantárticos poseen un alto valor para la preservación de varias especies de la fauna silvestre autóctona, cuya existencia se encuentra, en mayor o menor grado, amenazada de extinción. Además, el área alberga una importante cantidad de endemismos, tanto a escala regional como en lo concerniente al Parque o al tipo de ambiente.
Entre los mamíferos, tal vez el habitante más llamativo de estos bosques sea el huemul (tal su nombre araucano), Hippocamelus bisulcus, un cérvido nativo categorizado a nivel nacional como “vulnerable” y “en peligro” a nivel internacional. Fue declarado Monumento Natural por las provincias de Río Negro, Chubut y Santa Cruz y por ley del Congreso Nacional (11); por lo tanto, su caza está absolutamente prohibida (10).
Su distribución natural se restringe a los valles y laderas andinas cubiertos por los bosques subantárticos, donde habita durante la época invernal, y a los semidesiertos de altura en la zona altoandina donde se desplaza durante el verano (10).
Los ejemplares de esta especie suelen medir entre 80 y 90 cm de altura y sólo los machos tienen la típica cornamenta bifurcada. De pelaje amarronado, cuya tonalidad varía según la estación, el huemul es un animal robusto y de patas relativamente cortas (10). Se alimenta de hierbas y arbustos tiernos, como el chilco y el liuto, y renovales de lenga (10). Se estima que el águila mora (Geranoaetus melanoleucus) y el zorro colorado (Dusicyon culpaeus) predan sobre las crías del huemul (10).
La especie experimenta actualmente una retracción numérica muy importante, debido a diferentes tipos de actividades humanas, como la reducción de su hábitat por explotación de los bosques, incendios accidentales, caza furtiva, competencia con el ganado doméstico y otras especies asilvestradas introducidas por el hombre, y la transmisión de enfermedades por parte de estas especies exóticas. Subsiste aún dentro de los límites de este Parque, aunque no es el único Parque Nacional donde todavía se lo encuentra (10), por lo que la protección de estos ambientes es de vital importancia para la conservación de la especie.
Otro de los cérvidos nativos del Parque es el pudú (Pudu puda), exclusivo de los bosques valdivianos (10). Es uno de los ciervos más pequeños del mundo, lo cual lo vuelve un elemento singular de la fauna. También habita los bosques, donde se alimenta de hierbas y arbustos y de árboles pequeños y tiernos.
Uno de los principales predadores naturales de ambos ciervos es el puma (Puma concolor), el felino más grande de la región. Tiene una amplia distribución en todo el continente americano (4) y en nuestro país su rango de expansión se estima muy amplio, de norte a sur, aunque ya se lo considera extinguido en algunas de las provincias que solía habitar (10).
El gato huiña (Oncifelis guigna) y el gato montés (Oncifelis geoffroyi), son otros de los felinos representados en el Parque (3). El gato huiña, un predador que llega a alcanzar el metro de largo (4), es considerado raro dentro del país (abunda más en la zona boscosa de Chile (10)), pero podría ser una especie exclusiva de estos bosques.
El gato montés, por el contrario, se distribuye en la mayor parte del país, aunque evita las zonas muy elevadas (llega hasta los 3.300 m) y las selvas demasiado tupidas. Su aspecto es similar al del huiña, aunque de menor tamaño. Tolera una amplia variedad de ambientes y condiciones climáticas y, como el común de los carnívoros, su dieta se basa en pequeños roedores, liebres y aves (12).
Otro mamífero carnívoro presente en el Parque es el huillín (Lontra provocax) (3) que habita ríos, lagos y lagunas, siempre en los ambientes boscosos subantárticos. Allí encuentra alimento, especialmente sus predilectos: pancoras, langostinos, almejas y algunos peces. La densa vegetación que se desarrolla en los contornos de los cuerpos de agua donde vive le proporciona el ambiente ideal donde cavar sus cuevas, para protección de las crías. Parecido a una nutria grande, este mustélido llega a medir más de un metro desde la cabeza a la cola. Está categorizado como “en peligro” a nivel nacional, por lo cual la protección de los ambientes que utiliza dentro de los parques nacionales contribuiye a evitar que empeore su situación. Su captura está prohibida desde 1950 (10).
Cabe señalar que, entre los mamíferos, los más abundantes son los roedores, especialmente los de la familia Cricetidae. Merecen una mención especial el tuco-tuco (Ctenomys sociabilis), sociable o colonial, descubierto durante la realización del inventario faunístico del Parque (14), que habita en cuevas y ha sido registrado sólo en este Parque Nacional, el ratón peludo acanelado (Euneomys chinchilloides) y la rata de los pinares (Aconaemys fuscus), cuya distribución se restringe al Parque (3).
En cuanto a las aves, se encuentran especies permanentes y otras migratorias, que residen en el área sólo en determinado período del año.
Los bosques albergan muchas especies de aves, entre las que se cuentan varias endémicas. Entre ellas se cuentan tres especies de carpinteros, el rayadito, el zorzal (Turdus falklandii) y el chucao (3). El cormorán imperial (Phalacrocorax atriceps), el pato de los torrentes y el huala también viven en los bosques, pero asociados a los cuerpos de agua. El cormorán imperial habita algunas islas del lago Nahuel Huapi, en tanto la exótica gaviota cocinera (Larus dominicanus) es común en el lago. La paloma araucana (Columba araucana) está categorizada como “amenazada” por haberse sido presa de una enfermedad infecciosa transmitida por las aves domésticas. Sin embargo, se estima que actualmente está en franca recuperación (10).
Las estaciones cálidas atraen al Parque a ciertas aves de permanencia estacional, como el fío-fío, la bandurria o los cauquenes (3).
Pumas, zorros y guanacos caracterizan a la fauna esteparia. Tanto el zorro colorado (Dusicyon culpaeus) como el zorro gris (Dusicyon griseus) son bastante comunes en todo el país. El zorro colorado, caracterizado por un pelaje espeso y largo, de tonos rojizos, es uno de los cánidos de mayor tamaño en Sudamérica. Se lo encuentra en la porción occidental del país, desde el norte hasta el sur, y en toda la Patagonia. Prefiere climas fríos y ambientes abiertos, pastizales de altura, desiertos y estepas e incluso ciertos sectores de los bosques subantárticos. Su presa preferida es la liebre europea, aunque los roedores, aves, vegetales e invertebrados también componen su dieta (12).
El zorro gris se le parece en su forma y coloración, pero tiene menores dimensiones. Se encuentra en casi todas las provincias del oeste y sur argentinos, dado que tolera un rango mucho más amplio de hábitats y condiciones climáticas que su congénere antes mencionado. Se alimenta, de manera oportunista, de vegetales, vertebrados e invertebrados, e incluso de carroña y huevos. Ambos zorros suelen tener hábitos solitarios y actividad predominantemente nocturna. Tal vez el puma sea el principal predador natural de ambas especies en estado adulto, mientras que las crías serían presa, también, de las aves rapaces (12).
Las aves más representativas de la zona ecotonal y de la estepa son el pecho colorado grande, las cachirlas y varias rapaces (el gavilán ceniciento y el halconcito colorado, entre otras) (3, 9).
Sin duda, el ave más espectacular de la zona altoandina es el cóndor (Vultur gryphus). Aunque sufre el asedio constante del hombre, sigue siendo una especie bastante común en la cordillera andina (10). Habita por sobre los 2000 metros (13), y su espectacularidad se debe a que es el ave de mayor tamaño.
Contrariamente a lo que sucede con los grupos ya nombrados, los reptiles se localizan mayormente en las zonas más secas, o sea, las de transición bosque-estepa, y en la estepa misma (3). De las 11 especies registradas, la gran mayoría (siete de ellas) son lagartijas de un mismo género, Liolaemus. Su representante más común en los bosques es la lagartija de vientre anaranjado (Liolaemus pictus) (3).
Con respecto a los anfibios, hay algunas especies con diferentes grados de endemismo. Esto le atribuye al Parque un valor particular de conservación, dado que protege los ambientes donde habitan estas especies exclusivas (3). El caso más singular lo constituye la ranita del Challhuaco (Atelognathus nitoi), especie sólo registrada dentro de los dominios del Parque Nacional Nahuel Huapi, ya que sólo habita el valle del Challhuaco. Se la encuentra en la laguna Verde, perteneciente a la cuenca del lago Nahuel Huapi (10). La rana palmada austral (Alsodes gargola) es endémica de este Parque y el Lanín. Tres especies son endémicas de los bosques valdivianos chilenos y, del lado argentino, sólo habitan en este Parque Nacional la rana borravino (Batrachyla leptopus), la rana grácil (Batrachyla antartandica), registrada en Puerto Blest, Lago Frías y Lago Espejo (10), y la rana verde-dorada (Hylorina sylvatica). El sapito vaquero (Rhinoderma darwini) también tiene un valor especial de conservación debido a que es muy poco abundante en otras partes del país (3).
La riqueza en peces es bastante baja. De las seis especies nativas registradas, cuatro están escasamente representadas. La trucha criolla (Percichthys trucha) y el puyén (Galaxias maculatus) son las más abundantes.
Varias especies, que se vuelven progresivamente más comunes entre la fauna, no son en realidad originarias de la zona, sino que han sido introducidas en el ambiente por el hombre con diferentes propósitos. Estos componentes exóticos de la fauna son el ciervo colorado, el ciervo dama, el jabalí, el visón, la liebre, el faisán plateado, la codorniz de California y varias especies de salmónidos. Estas especies generan una problemática de gran magnitud en términos de conservación, ya que una vez aclimatadas al ambiente, prosperan y se propagan produciendo profundas alteraciones en la flora y fauna nativas (ver Problemas de conservación).
Recursos Culturales
Según Lorandi et al. (15), el poblamiento indígena de la región a principios del siglo XX, en el norte de Río Negro y parte de Neuquén, se repartía entre los araucanos, de ascendencia chilena, llamados también mapuche (mapu = tierra; che = gente) (15). Entre ellos se distinguen varias secciones, como los puelches (“gente del este”), nombre aplicado a los indígenas araucanos y no araucanos del lado oriental de la cordillera, y los pehuenches (“gente de las araucarias” o pehuenes) asentados en la cordillera neuquina, entre otros. Algunas de estas secciones correspondían primitivamente a indios tehuelches, posteriormente araucanizados (15).
Los tehuelches habrían sido originariamente cazadores de guancos y ñandúes, con un nomadismo estacional, que habitaban la región cordillerana patagónica en verano y la meseta, en invierno. Para cazar utilizaban armas como boleadoras, arcos y flechas, e instrumentos fabricados en piedra. Se supone que en ciertas ocasiones habitaban en cuevas, tanto en la montaña como en la meseta, donde dejaron como testimonio de su paso pinturas en las paredes. A partir del siglo XVII, con la incorporación del caballo y la posterior araucanización (15), comenzó a modificarse la estructura social de estos aborígenes. Este proceso habría comenzado en el plano lingüístico, para culminar, durante el siglo XVIII, con el desplazamiento de los pueblos antiguos (18).
Los araucanos habrían sido, en un principio, agricultores que se distribuían en la zona de los lagos y la cordillera, llegando hasta el Pacífico. Hoy en día, se los encuentra mayormente en reservas, formando comunidades de entre diez a mil personas. Cada familia está encabezada por un cacique o jefe y cada sección o agrupación recibe el nombre de su fundador (15).
Entre las manifestaciones culturales de los pueblos indígenas que habitaron el Parque Nacional Nahuel Huapi que han perdurado hasta hoy en día, cabe mencionar a las numerosas embarcaciones que se encontraron sumergidas en las aguas del Nahuel Huapi (16), y al importante conjunto de pinturas rupestres descubierto en la isla Victoria (17).
Siete kilómetros al oeste de San Carlos de Bariloche, en el acantilado de Playa Bonita, se encontró una de las piezas en mejor estado de conservación, representativa del arte de la navegación, construida por los primitivos habitantes. Se trata de una canoa “monoxila” (tallada en un solo tronco), de 4,7 m de eslora, 0,85 m de puntal y 0,83 m de manga. Esta embarcación, fabricada en madera de coihue, estaba enterrada en el fango, a 12 metros de profundidad. Se cree que podía transportar de 4 a 6 tripulantes (16). Piezas similares pero de menor tamaño se exhiben en el Museo de la Patagonia, en la ciudad de Bariloche, mientras que otros restos rescatados del lago están en manos privadas (16).
Otra de las pruebas de que los antiguos pobladores autóctonos practicaban la navegación la constituye el hallazgo de pinturas rupestres en la isla Victoria. Dado que esta isla se ubica en el centro del lago, con aguas de baja temperatura, fuerte oleaje y correntadas, es baja la probabilidad de que se la pudiera alcanzar a nado desde el continente (16).
El arte rupestre, entendido como “toda manifestación plástica bidimensional sobre superficie rocosa de carácter etnológico” (19) habría tenido una función mágico-religiosa (18). Estas manifestaciones culturales fueron descubiertas, en su mayoría, por Asbjorn Pedersen, en las zonas conocidas como “bardenes”, que son paredones rocosos de gran altura. Estos bardenes se encuentran en diferentes puntos de la isla y, muchas veces, el acceso a ellos es dificultoso e implica cruzar los densos bosques típicos de la región (17).
Entre las pinturas abundan las de colores rojizos, producidos mediante la trituración de óxido de hierro. También hay algunas en color negro, dado por el uso de manganeso triturado (17).
Los principales dibujos hallados son grecas escalonadas, círculos simples o concéntricos, laberintos y dibujos cruciformes (en conjunto, a este tipo de formas se las denomina “representaciones simbólicas”), como sí también llamas, jinetes a caballo, ñandúes, caballos y figuras antropomorfas (llamadas “representaciones realistas”) (17).
La edad estimada de algunas de estas figuras es de unos 9.000 años antes de Cristo (cercanas a la Edad Glacial), aunque las que representan caballos o llamas serían de épocas más recientes (17). Una de las conclusiones a las que condujo el análisis del estilo de estas expresiones del antiguo arte indígena, es que deben de haberse producido desplazamientos de pueblos desde el noroeste argentino y del altiplano andino, si se tiene en cuenta la similitud de estas pinturas con las halladas en otros puntos del país (17).
Se encontraron pinturas semejantes en otros sitios de los alrededores del lago Nahuel Huapi, como la Estancia Huemul, Puerto Tigre, Península San Pedro y Cerro Carbón (18). En la zona del río Taful también se han encontrado pinturas y piezas arqueológicas como piedras talladas (18). Esta zona, junto con la del lago Nahuel Huapi, es la de mayor densidad de pinturas rupestres en la provincia de Neuquén (18).
En la isla Victoria se descubrieron antiguas ruinas, constituidas por paredes de piedra laja de alrededor de 15 m de longitud. El estudio de estas construcciones permite suponer una posible incursión de la cultura incaica en la región (17). Dentro de una de las cuevas en esta isla, se encontró una pieza arqueológica de origen araucano llamada “pakcha”. Se trataría de un vaso para beber chicha, utilizado en ceremonias. Está fabricado en madera de canelo, árbol que los araucanos consideraban sagrado (18).
Un hallazgo de valor histórico es el enterratorio de la misión jesuítica, descubierto en la Estancia Huemul, en la costa norte del lago Nahuel Huapi, que dataría de principios del siglo XVIII y de donde se han extraído incluso restos antropológicos (18).
Finalmente, cabe señalar que se encontraron puntas de flecha sobre el lago Mascardi, datadas en unos 2.500 años antes de Cristo, lo cual indica la presencia en la zona de grupos cazadores, posibles antecesores de los tehuelches (18).
Alternativas Turísticas
El paisaje en su conjunto es de una belleza inigualable. Cerros, cumbres nevadas, cascadas, lagos, ríos y arroyos rodeados de bosques de las más variadas gamas de colores.
Las opciones son múltiples: desde internarse en la soledad de los bosques hasta visitar ciudades turísticas por excelencia, como San Carlos de Bariloche, recostada. sobre la orilla sur del lago Nahuel Huapi. Allí tiene su sede la Intendencia del Parque. Cerca de Bariloche se encuentra el cerro Catedral, uno de los más importantes centros de esquí de la Argentina.
Otros centros urbanos importantes de la zona son Villa La Angostura, con hermosas vistas, Villa Traful y Villa Mascardi, donde se brindan todos los servicios y comodidades propios de una ciudad pequeña. El área ofrece no sólo un variado servicio hotelero, sino también zonas de acampe, cabañas y refugios en las montañas.
Existe también la posibilidad de practicar deportes en la naturaleza: kayakismo, canotaje, velerismo, windsurf y rafting en los numerosos cuerpos de agua, además de caminatas, ciclismo, cabalgatas, montañismo, etc.
La navegación y demás actividades acuáticas están permitidas en muchos lagos del Parque. En el Nahuel Huapi, varias empresas brindan servicios para realizar paseos embarcados por el lago, a través de múltiples recorridos de incomparable belleza. Uno de los sitios más visitados es el bosque de arrayanes, protegido desde la creación del Parque Nacional Los Arrayanes. Este paseo permite recorrer el interior de un bosque extraordinario, conformado por árboles que alcanzan un crecimiento excepcional, fenómeno que no se produce para la misma especie en ningún otro lugar del mundo. Se localiza en la península de Quetrihué, que avanza sobre el lago desde la zona centro-oeste del Parque.
Otro destino, al que se llega surcando las aguas del Nahuel Huapi es Puerto Blest. Allí se arriba luego de pasar por la isla Centinela, donde, como dijimos, descansan los restos del Perito Francisco P. Moreno, a quien se debe la creación de este área protegida. Puerto Blest, cerca de la frontera chilena, alberga a los preciados bosques valdivianos, dado que es un sitio extremadamente húmedo, cuyas precipitaciones anuales pueden fácilmente alcanzar los 4000 mm. Desde allí, cruzando el brazo Blest en barco o a pie por un sendero específico, se puede llegar a las lagunas de los Cántaros o, bastante más arriba, a la Frías; si se sigue avanzando, se llega al límite con Chile.
Un gran número de senderos y caminos, rutas nacionales y provinciales, y una ruta internacional cruzan el Parque.
Las sendas, transitables a pie o a caballo, hacen posible recorrer toda la variedad de ambientes y paisajes que el Parque ofrece. Algunas permiten llegar a destino en pocas horas y otras insumen uno o dos días, en trayectos con diferentes grados de dificultad. Los refugios permiten que el visitante elija emprender travesías por las montañas, encontrar un lugar de descanso o, tal vez, pasar la noche.
Algunos caminos requieren disponer de un vehículo, como el que conduce a la confluencia del río Limay con el Traful, o al pintoresco Valle Encantado, salpicado de cipreses que matizan de verde ese mágico paisaje rocoso. Es también recomendable el recorrido de los Siete Lagos, que incursiona en el contiguo Parque Nacional Lanín, limítrofe con el Nahuel Huapi, al norte de éste.
Hacia el sur, es imperdible la visita al lago Mascardi, uno de los más importantes de la zona, cuyas aguas sorprenden por su maravilloso color verde esmeralda. Desde allí se puede continuar el viaje hacia el lago Roca y la cascada de Los Alerces o hacia el imponente cerro Tronador, con actividad glaciaria actual.
Otro sinnúmero de pequeños lagos, arroyos y lugares boscosos permitirán descubrir sitios de una belleza natural incomparable, entre los murmullos y la calma del bosque. (3, 9)
Cómo Llegar
Por las rutas nacionales N° 234 y N° 231, o Camino de los Siete Lagos, se llega a San Martín de los Andes y, desde allí, a la ciudad de San Carlos de Bariloche.También se llega a San Martín de los Andes por la ruta provincial N° 63.
A San Carlos de Bariloche se accede desde el sur por la ruta nacional N° 258. La ruta nacional N° 237 permite el acceso por Neuquén.
San Carlos de Bariloche cuenta con un aeropuerto internacional (9).
Problemas de Conservación
Sin duda, el problema de conservación más relevante que afecta al área protegida es la presión que ejercen las especies exóticas introducidas sobre las nativas, tanto de la fauna como de la flora.
Esta problemática se inicia hace muchas décadas, con el asentamiento de pobladores dentro de los territorios que posteriormente pertenecerían a este Parque Nacional.
Con el establecimiento de estancias, previamente a la creación del Parque, los pobladores trajeron consigo ganado doméstico.
El pastoreo del ganado ocasiona, incluso en la actualidad, un importante impacto sobre el normal desarrollo de la vegetación, tanto por el ramoneo como por el pisoteo de los renovales, entre otros factores, lo cual retarda o impide la renovación del bosque.
Las actividades ganaderas, que todavía no han sido erradicadas de la zona, afectan a la casi totalidad del ambiente estepario y a sectores de los bosques ecotonales. Dentro de estos últimos, se ven afectados los bosques de ciprés, que poseen un importante valor de conservación dada su poca representación dentro de otros parques. La situación de estos ambientes resulta aun más crítica si se considera, además del sobrepastoreo, la extracción furtiva de madera y los incendios accidentales e intencionales.
Otra de las actividades problemáticas para la conservación del ambiente natural, y que comenzó antes de que existiera el Parque, es la forestación con especies exóticas. Sin embargo, los ambientes afectados por esta actividad son de una magnitud considerablemente menor a los afectados por el uso ganadero.
Los asentamientos humanos dentro del Parque corresponden tanto a propietarios privados como a pobladores que no son dueños de las tierras que ocupan, pero a quienes el Estado les ha adjudicado, en épocas pasadas, los llamados “permisos precarios de ocupación y pastaje”. Es particularmente preocupante la situación de estos permisionarios, la mayoría de los cuales vive en condiciones precarias. Sus actividades ganaderas, de las que dependen para su subsistencia, no son sometidas a un verdadero control. Si bien los permisos de ocupación deberían caducar con la muerte del titular, muchos de los descendientes continúan ocupando las tierras (3).
La disposición de estos asentamientos no se llevó ni se lleva a cabo dentro de un contexto conservacionista, y bajo la presión del ganado se ven afectados parte de los bosques nativos (3).
La pérdida de la cobertura vegetal en la zona preandina ocasiona, tal como ocurre en otras partes de la región, una erosión severa de los suelos. Estos son particularmente frágiles al quedar expuestos, debido a sus propias características, a las pendientes pronunciadas y a las abundantes precipitaciones que reciben (3).
El ingreso del ganado en la región no sólo produjo un impacto negativo sobre la vegetación. Se sospecha que transmite enfermedades a la fauna nativa (parasitosis, brucelosis y, presuntamente, aftosa), lo cual estaría causando la muerte de un gran número de ejemplares de huemul, que no tienen defensas naturales contra este tipo de infecciones (10).
Entre las especies introducidas que se han asilvestrado se encuentran el ciervo colorado, el ciervo dama, el jabalí, la liebre, el visón, el faisán plateado, la codorniz de California y cuatro especies de peces (3). Estas especies alteran las características del ambiente en forma significativa, porque el tamaño de sus poblaciones va en aumento, colonizan gradualmente nuevos sectores del Parque y prosperan a expensas de las especies nativas.
El ciervo colorado, que ocupa sobre todo la zona del ecotono (3), es un ejemplo de competencia con el huemul por los recursos (10).
Los cérvidos nativos, además, sufren las amenazas de la caza furtiva y el asedio de los perros asilvestrados, también traídos a la zona por los pobladores para el manejo de su ganado.
Además, la incorporación a los cuerpos de agua de peces exóticos (como los salmónidos Salvelinus fontinalis, Salmo gairdneri y Salmo fario) ocasiona la retracción de la ictiofauna nativa.
Las actividades turísticas generan un sinnúmero de problemas en cuanto a la conservación del ambiente natural. Por un lado, la gran demanda que tienen algunos destinos hace que la sobrecarga turística los deteriore. Por otro, hay zonas cuyo acceso se encuentra débilmente controlado, lo cual facilita la dispersión de los visitantes aún hacia zonas que deberían conservarse intangibles (3).
Asimismo, la cercanía de centros urbanos con alta densidad de población y una importante recepción de turismo a lo largo del año, como la ciudad de Bariloche, genera los problemas ambientales propios de toda ciudad. Por ejemplo, la producción de residuos domiciliarios y efluentes cloacales, sólo por mencionar algunos (3).
Bibliografía
(1) Administración de Parques Nacionales; Plan de manejo del Parque Nacional Nahuel Huapi, 1986.
(2) Administración de Parques Nacionales; Parques Nacionales de la República Argentina. Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano.
(3) Martín, C.; Mermoz, M. y Ramilo, E.; Valor Ecológico y Situación Actual del Parque y la Reserva Nacional Nahuel Huapi.
(4) De Aparicio, F. y Difrieri, H.; La Argentina. Suma de Geografía, Tomo V, Ediciones Peuser, Buenos Aires, 1960.
(5) Burkart, R.; Del V. Ruiz, L., Daniele, C., Natenzon, C., Ardura, F., Balabusic, A. y Cichero, P.;. El Sistema Nacional de Areas Naturales Protegidas de la Argentina. Diagnóstico de su Patrimonio Natural y su Desarrollo Institucional, Administración de Parques Nacionales, Buenos Aires, 1994.
(6) Oficina de Turismo de la Administración de Parques Nacionales. Mapa turístico.
(7) Cabrera, A. L.; Fitogeografía de la República Argentina, Boletín de la Sociedad Argentina de Botánica, Vol. XIV, N° 1-2, 1971.
(8) Quiroz, R.; Delfino, R.; Cuch, S. y Merello, R.I.; Diccionario Geográfico de ambientes acuáticos continentales de la República Argentina. Parte I. Ambientes lénticos, Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero, Departamento Aguas Continentales, 1983.
(9) Administración de Parques Nacionales; Folleto Parque Nacional Nahuel Huapi, Oficina de Turismo de la Administración de Parques Nacionales, Buenos Aires.
(10) Chebez, J. C.; Los que se Van, Albatros, Buenos Aires, 1999.
(11) Chebez, J. C.; Comentario personal. 2003.
(12) Parera, A. (texto) y Erize, F. (fotos); Los mamíferos de la Argentina y la Región Austral de Sudamérica, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 2002.
(13) Olrog, C.; Las Aves Argentinas. Una nueva guía de campo, Administración de Parques Nacionales, Buenos Aires, 1984.
(14) Heinonen Fortabat, S. y Chebez, J. C.; Los mamíferos de los Parques Nacionales de la Argentina, Editorial L.O.L.A., Buenos Aires, 1997.
(15) Lorandi, A. y Ottonello, M.; Introducción a la arqueología y etnología argentina: 10.000 años de historia, 1° edición, Editorial Eudeba, Buenos Aires, 1987.
(16) Fernández, J.; Restos de embarcaciones primitivas en el Lago Nahuel Huapi, en Anales de Parques Nacionales, Tomo XIV, Administración de Parques Nacionales, Buenos Aires, 1978.
(17) Pedersen, A.; Las pinturas rupestres de la región del Parque Nacional Nahuel Huapi (informe preliminar), en Anales de Parques Nacionales, Tomo VIII, Administración de Parques Nacionales, Buenos Aires, 1959.
(18) Schobinger, J.; Viaje arqueológico por la Provincia de Neuquén, en Anales de Parques Nacionales, Tomo VIII, Administración de Parques Nacionales, Buenos Aires, 1959.
(19) Schobinger, J.; Arte rupestre del occidente argentino, XXXVII Congreso Internacional de Americanistas: Actas y memorias, Tomo 2, Buenos Aires, 1968.
Investigación y Textos: Cintia Celsi
Supervisión Técnica Honoraria: Juan Carlos Chebez
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